Mirada sociopolítica sobre la visita papal

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La visita del Papa Benedicto XVI a México amerita algunas reflexiones desde la perspectiva sociopolítica. Los gobiernos panistas viven una “revoltura” en su relación con el Vaticano. El liberalismo priísta antes del gobierno de Salinas de Gortari tenía claro que las visitas del Papa eran en calidad de Pastor de la grey católica. Se daban todas las facilidades para sus recorridos y actos multitudinarios, pero se entendía que no era una visita oficial y que las actividades del Sumo Pontífice circunscribían al terrero pastoral. Con Salinas se restablecieron las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y las visitas del Papa se consideraban actos oficiales donde los mandatarios de dos estados (Mexicano y Vaticano) tenían encuentros, pero a la vez se entendía que eran visitas pastorales, sin embargo ya desde aquí comenzaron las revolturas.

Con el arribo de los gobiernos panistas la poca claridad que quedaba se perdió. No se sabe si reciben al Papa como Pastor o como Jefe de Estado, se emocionaron como cualquier feligrés y luego se entrevistaron con Benedicto XVI en un encuentro que no tuvo agenda pública definida y dónde no encontramos los asuntos bilaterales. Se utilizan recursos públicos en la visita pastoral justificando su uso por ser visita diplomática, pero no queda claro dónde está lo pastoral y dónde lo político. Además los actos públicos del Papa también fueron utilizados por los candidatos a la presidencia para placerse y “quedar bien” con la comunidad católica.

La despedida de Joseph Ratzinger fue particularmente interesante. Luego del intercambio de discursos entre Felipe Calderón y Benedicto XVI pasaron una larga fila de Obispos a despedirse del Papa, luego hubo un desfile de funcionarios públicos que hicieron lo propio entre los que estaban los gobernadores del Estado de México y Jalisco, los secretarios de Gobernación y Agricultura, entre otros. La pregunta es: ¿qué estaban haciendo allí estos “servidores públicos”? ¿qué temas o acuerdos justificaron que estuvieran en ese evento? La primera y fácil respuesta para algunos de estos personajes ante la crítica es que el Papa representa las dos cosas y por eso se le trata como Pastor y Jefe de Estado. Esto sería válido bajo dos premisas: que todos los mexicanos fueran católicos o que estos funcionarios sólo gobernaran para los católicos. Como ninguna de las dos premisas se cumple, es necesario diferenciar la actuación entre su función pública y su creencia. Es perfectamente válido que personalmente profesen y exhiban sus creencias en el ámbito privado o en el público fuera de funciones. Lo que no se puede permitir son las confusiones que se dieron durante la visita del Papa, por la simple y sencilla razón de que no todos los mexicanos son católicos y porque no todos los católicos están de acuerdo con el uso de recursos públicos para visitas pastorales.

Un segundo asunto que llama la atención de la visita fue el despilfarro de recursos públicos y privados, las expresiones de poder religioso y político, la asignación de los lugares “VIP” para los políticos y empresarios en los eventos masivos; o la actuación del Estado Mayor Presidencial, que por razones de seguridad impidió que la gente tuviera botellas de agua en la misa multitudinaria del domingo 25 de marzo (de acuerdo a cifras del gobierno de Guanajuato se atendieron a 2 mil 285 personas desmayadas).

En la edición de la Revista Christus de marzo y abril, se recupera un documento histórico impulsado por el Obispo Don Helder Cámara, que fue firmado por más de 540 prelados en las Catacumbas de Santa Domitila en Roma el 18 de noviembre de 1965 en el marco del Concilio Vaticano II, del cual entresaco algunos de los acuerdos más relevantes y que plantean otra forma de ver el trabajo pastoral y su actuación como Obispos:

“1. Trataremos de vivir según el estilo ordinario de nuestro pueblo en lo que concierne a la habitación, alimentos, medios de transporte… 2. Renunciaremos para siempre a la apariencia y realidad de riqueza, especialmente en los bienes…5. Rechazamos ser llamados oralmente o por escrito con títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor)… 6. En nuestro comportamiento, en nuestras relaciones sociales evitaremos aquello que pueda parecer otorgamiento de privilegios, precedencias o aun cualquier forma de preferencia a los ricos y poderosos… 7. Del mismo modo evitaremos lisonjear o estimular la vanidad de quien sea en vista a recompensar o a solicitar dádivas o por cualquier otra razón… 8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos laborales económicamente débiles y limitados, sin que eso perjudique a otras personas o grupos de la Diócesis…”. En un escenario donde priva la pobreza y la inseguridad, valdría la pena recuperar estas aspiraciones.

Publicación en Impreso

Edición: 117
Sección: Dichos y Hechos
Autor: Jorge Rocha

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