El Papa vino a confirmar nuestra fe
La visita del Papa Benedicto XVI a México despertó entusiasmo y levantó diversos comentarios. La amplia cobertura de las dos grandes cadenas televisivas, ayudó a millones de católicos a seguir las actividades del Papa durante los cuatro días de su estancia en Guanajuato. Cada quien, desde lo que vivió, vio y oyó, se formó su propia opinión. Con el propósito de contar con el punto de vista de un testigo con autoridad moral, recurrimos a nuestro señor Obispo Rafael León para que nos compartiera su opinión sobre este acontecimiento. Él, con la amabilidad que le caracteriza, aceptó nuestra entrevista.
¿Qué fue lo que más le gustó de la visita?
“Todos festejaron su presencia y hubo bellas experiencias. Una, fue el encuentro del Papa con los niños en la Plaza de la Paz, en el corazón de Guanajuato. Ellos le cantaron y bailaron. El Papa los invitó a tener a Jesús como el mejor de sus amigos. Otro momento emocionante fue el encendido de la estatua de Cristo Rey, en el cerro de El Cubilete. Fue una imagen imborrable. Es como si el Papa dijera: Cristo, nuestra Paz, es la Luz que guía nuestros pasos de hacia el anhelo de tener una vida digna. Sin duda que el paso del vehículo papal en sus trayectos fue impresionante. Decenas de miles de gentes le expresaron su cariño. Los jóvenes, manifestaron su gozo con cantos y gritos de alegría”.
¿Cuál fue su mensaje central del Papa?
“Traigo a colación una frase que me parece significativa: “La Providencia dispuso que Juan Pablo II ganase el corazón de millones de personas, para que Benedicto XVI llenase sus cabezas”. El Papa fue claro respecto a su misión en esta visita: “Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad”. Vino a confirmar en la fe a los creyentes, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida.
El Papa sabe de los numerosos males que lastiman a nuestro pueblo. No nos ha dejado, recetas mágicas, sino enseñanzas de gran proyección. Sólo señalo dos. La primera, la invitación a recuperar la alegría, el dinamismo de ser cristiano y a vivir nuestra misión de discípulos misioneros, retomando las reflexiones y compromisos de Aparecida como camino para confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio, desde el encuentro personal y comunitario con Jesucristo. La otra, su insistencia a vivir con esperanza. El Papa vino a un país marcado por el dolor y la violencia. Varios se lo dijeron una y otra vez. Y en medio de esta realidad, nos recordó que quienes creemos en Cristo resucitado, sabemos que el mal no tiene la última palabra de la historia. Que Dios es capaz de abrir nuevos espacios a una esperanza que no defrauda y es la fuerza para transformar los corazones y las estructuras injustas”.
¿Qué tipo de cristianismo apareció?
“El que tenemos, y que no está desprovisto de valores. Es el de nuestra piedad popular, que tiene los valores de la hospitalidad, la alegría, el sentimiento religioso, la fe a la Virgen de Guadalupe y a Cristo Rey, la cercanía a los obispos y sacerdotes, y un especial cariño al Papa, llámese Pedro, Juan Pablo o Benedicto. La piedad popular refleja una sed de Dios que sólo los pobres y sencillos pueden conocer, pero que se tiene que madurar, hacerse más profunda y traducirse en vida cristiana”.
¿Cuáles fueron los frutos?
“Quienes estuvimos presentes salimos fortalecidos en nuestra fe y deseosos de seguir edificando un México justo, pacífico y fraterno. Es pronto para hacer un balance más consolidado. Además, nadie puede esperar sensatamente que una visita del Papa venga a cambiar de la noche a la mañana a nuestro país inmerso en tan ingentes desafíos. La visita ha sido un evento que puede jalonar nuevos procesos con nuevas dinámicas impregnadas de los valores del Evangelio para construir una sociedad más justa. Y, esto depende de nosotros”.
La visita del Papa Benedicto XVI a nuestro país fue histórica. Después de siete años de su pontificado, México es el primer país de habla española que visita. Las expresiones confirman un México creyente, que en el actual contexto, está llamado a traducir su fe entusiasta y fervorosa en el compromiso de sembrar las semillas del Reino, desde experiencias comunitarias con sentido evangélico.
Publicación en Impreso
Edición: 117
Sección: Dichos y Hechos
Autor: P. Luis Antonio Villalvazo