Homilía para la Navidad 2013 (Misa del día)
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Textos: Is 52, 7-10; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.
Hoy que estamos celebrando el Nacimiento de Jesús, la Palabra de Dios nos presenta al Hijo de Dios como Palabra. No es una palabra cualquiera sino La Palabra de Dios. En la vida ordinaria la palabra se pronuncia, se escucha, se interioriza, se responde; la palabra es para comunicarla. En el caso de la Palabra de Dios, es decir, de su Hijo, con mayor razón debe –o debiera– suceder lo mismo, pero con mayor profundidad y compromiso de parte de los miembros de la Iglesia.
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Textos: Is 52, 7-10; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.
Hoy que estamos celebrando el Nacimiento de Jesús, la Palabra de Dios nos presenta al Hijo de Dios como Palabra. No es una palabra cualquiera sino La Palabra de Dios. En la vida ordinaria la palabra se pronuncia, se escucha, se interioriza, se responde; la palabra es para comunicarla. En el caso de la Palabra de Dios, es decir, de su Hijo, con mayor razón debe –o debiera– suceder lo mismo, pero con mayor profundidad y compromiso de parte de los miembros de la Iglesia.
Dice el texto de la Carta a los Hebreos que Dios en la antigüedad habló de muchas maneras a la humanidad, especialmente a través de los profetas. En la primera lectura tenemos una muestra. Isaías habla de un mensajero. Un mensajero lleva una palabra qué decir, un mensaje qué comunicar; alguien lo ha enviado y tiene unos destinatarios. En este caso, lleva una Buena Nueva para Israel, pues Dios lo rescata, lo consuela, lo salva del sufrimiento.
Luego continúa el texto dirigido a los Hebreos, diciendo que en los últimos tiempos, Dios nos ha hablado por medio de su Hijo. Jesús es entonces el mensajero de Dios, pero también es el Mensaje. Así lo confiesa el evangelista san Juan. Jesús es la Palabra, la que estaba con el Padre desde antes de la creación, una Palabra que da vida, una Palabra que ilumina, una Palabra para ser recibida y conocida, una Palabra que transforma, una Palabra gratuita.
Lo que Dios nos quiere decir, Jesús nos lo comunica: que es nuestro Padre, que es misericordioso, que nos ama. El modo como Dios nos quiere hablar es el modo en que Jesús vive y predica: Jesús vivió pobre, sirviendo, anunciando el Reino de Dios, curando enfermos, resucitando muertos, multiplicando el pan, dando su vida en la cruz. El mensaje que Dios nos envía es el de la salvación: todos los humanos tenemos el acceso a la salvación, al perdón, a la justificación.
Lo que a nosotros nos toca hacer ante esa Palabra pronunciada es escucharla con atención. Dios espera que atendamos a lo que nos comunica su Hijo. Con su vida y su predicación, Jesús nos ilumina el camino; con sus hechos, da vida. Eso es lo que tenemos que descubrir de Jesús. Para escucharlo tenemos muchos medios: la Eucaristía, la Biblia, los encuentros comunitarios, la preparación a los sacramentos, la oración, el mensaje de los demás agentes de pastoral.
La escucha de la Palabra se continúa en la interiorización. La interiorización es a la manera de los rumiantes: de a poquito, masticar, darle vueltas y vueltas, moler bien, luego pasar. Esto es algo que nos falta cultivar en nuestra vida ordinaria. Generalmente oímos textos que se pronuncian y cuando el lector dice que es Palabra de Dios, respondemos mecánicamente: “Te alabamos, Señor”. Quién sabe qué tanto rumiamos lo que cada texto nos dice. Preguntémonos.
La Palabra escuchada, aceptada, interiorizada, para quienes somos miembros de la Iglesia, tiene que devolverse a Dios y a los demás. A Dios por la oración de agradecimiento y el cambio en la vida; a los demás, por el testimonio, lo más parecido a Jesús, y por el anuncio. Es decir, quien recibe la Palabra de Dios, tiene el compromiso de ser misionero. También por nuestro testimonio la Palabra, es decir, Jesús, tiene que convertirse en vida y luz para los demás.
Hoy que celebramos la Eucaristía para agradecer el Nacimiento del Hijo de Dios, La Palabra de Dios, renovemos nuestro compromiso de ser mensajeros o misioneros, como queramos llamarnos. Sigamos escuchando día a día esa Palabra, agradezcámosla a Dios, rumiémosla, acomodemos nuestra vida a lo que Ella nos pide, comuniquémosla a todos con gusto, como hacen los autores de los textos proclamados. Recibamos a Jesús, Palabra que hoy se hace Pan y Vino.
25 de diciembre de 2013