Homilía para el domingo de La Sagrada Familia 2013
Formar en la hermandad
Textos: Eclo 3, 3-7. 14-17; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23.
Nos hemos reunido como familia espiritual –somos Iglesia– para celebrar la Eucaristía. En este último domingo del año, agradecemos a Dios la vida y el testimonio de la Sagrada Familia, encabezada por san José y la Virgen María y completada con Jesús, el Hijo. Su testimonio y los textos bíblicos que se han proclamado nos iluminan en relación a una de las tareas que tienen todas nuestras familias: la de formar a sus miembros en la hermandad.
Formar en la hermandad
Textos: Eclo 3, 3-7. 14-17; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23.
Nos hemos reunido como familia espiritual –somos Iglesia– para celebrar la Eucaristía. En este último domingo del año, agradecemos a Dios la vida y el testimonio de la Sagrada Familia, encabezada por san José y la Virgen María y completada con Jesús, el Hijo. Su testimonio y los textos bíblicos que se han proclamado nos iluminan en relación a una de las tareas que tienen todas nuestras familias: la de formar a sus miembros en la hermandad.
Al hablar de los miembros de la familia, hay que pensar en todos, papás e hijos. Al hablar de la formación también hay que pensar en todos, los papás y los hijos, pues todos tienen que educarse a vivir en la hermandad. Generalmente se piensa, o por lo menos se actúa con el supuesto, de que los papás, por el hecho de ser adultos ya están viviendo bien. Y no. La formación es algo permanente y todos y todas debemos estar dispuestos a formarnos toda la vida.
San José y la Virgen fueron educados en una familia, cada quien en la suya. De ahí recibieron, como sucede con todos los hijos, lo que después los ayudó a enfrentarse a la vida como esposos, a madurar como pareja y a educar a Jesús. Ya se habían enfrentado a la decisión del otro: José a la decisión de María de gestar un Hijo no engendrado por él; María a la decisión de José de abandonarla; y luego, a decidir, a pesar de eso, a hacer su vida matrimonial ordinaria.
Después, a la hora del parto, se encontraron con que no había posada para ellos. Pero salieron adelante. Al poco tiempo, como escuchamos en el Evangelio, se vieron en la necesidad de huir a Egipto para salvar al Niño, pues Herodes quería matarlo. Se fueron como se van los migrantes a buscar la vida: sin conocer a nadie, sin tener a dónde llegar, sin saber el idioma, sin tener un trabajo. Y también fueron y volvieron, superando los obstáculos que se encontraron.
Eso no es fácil, y menos tratándose de miembros del pueblo de Dios. ¡Hoy cuántos no hubieran aventado el proyecto matrimonial, encontrándose en las mismas situaciones!: “Tú por tu lado y yo por el mío”, y asunto arreglado. Para salir adelante con el proyecto matrimonial, que incluye la recepción y formación de los hijos, se ocupan las bases ofrecidas en las familias, entre las cuales está la experiencia de fe en Dios. Ahí tenemos el ejemplo de María y José.
De los textos bíblicos podemos sacar muchos aspectos que es necesario cultivar en las familias para que los esposos saquen adelante su proyecto matrimonial y los hijos sepan enfrentar la vida. Estos son para vivirse entre esposos, por tratarse de bautizados, y para que los hijos los hagan suyos, los vivan conscientemente dondequiera y, después, los devuelvan a sus hijos. En síntesis, es aprender a vivir en la hermandad. Nos podemos revisar en relación a lo que piden.
Ser compasivos, generosos, humildes, afables, pacientes, tolerantes; saberse perdonar, aconsejar y dejarse corregir, respetarse, amarse, no ser rudos, dialogar ante los conflictos para buscar un camino de solución, orar juntos a Dios. Todo eso descubrimos en los esposos de Nazaret. La palabra de Dios también pide no menospreciar ni ser intolerantes con los papás, sobre todo en su ancianidad; más bien valorarlos, respetarlos, ayudarlos y cuidarlos. ¿Cómo andamos?
De eso depende el crecimiento y maduración de los hijos en la vida. El dinero y los bienes, “para que no sufran” o “para que tengan todo”, pasan a segundo término. Lo central está en formarlos en la hermandad. Con ella se aseguran personas de entrega, servicio, justicia, solidaridad, como sucedió con Jesús. Lo que Él vivió de adulto fue en gran parte lo que recibió de José y María en su casa. Que su Cuerpo y Sangre nos fortalezcan para crecer en la hermandad.
29 de diciembre de 2013