Las voces femeninas

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Por: Tzinti Ramírez.

Entre 1947 y 1953 los derechos políticos de las mujeres en México avanzaron de permitírsenos votar y ser candidatas a cargos de elección popular.

68 años después, seguimos buscando generar la normativa y sobretodo los mecanismos que puedan hacer efectivos esos derechos para las mujeres mexicanas. La insistencia estriba en que logremos comprender que el ejercicio ciudadano de las mujeres depende de la eliminación de los impedimentos estructurales y culturales que obstaculizan que sean ejercidos sin ser víctimas de violencia y discriminación.

Si bien las mujeres en México y el mundo, hoy ocupan un número mucho más considerable de asientos parlamentarios, secretarías y jefaturas de Estado, los retos de subrepresentación permanecen. Desde 2013, al realizar diagnósticos sobre el tema, ONU Mujeres, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), han advertido que las tareas pendientes son múltiples y profundas y que además los obstáculos que enfrentan las mujeres se acentúan en los niveles más locales.

Además del ejercicio del derecho al voto, dichos organismos internacionales consideran imperativo analizar los motivos que obstaculizan la presencia de mujeres en cargos de toma de decisiones. Sin dejar de considerar que realizar diagnósticos y avanzar en lo normativo e institucional es esencial, parece una tarea casi olvidada revisar por qué culturalmente persiste un aire de escepticismo en torno a que las mujeres tengan puestos de decisión.

La historiadora inglesa, Mary Beard, experta en la época clásica puede darnos luz respecto a este último punto al proponer un abordaje diferente para comprender el origen de las resistencias. En su obra, Mujeres y Poder, explica cómo la actividad de hablar en público y debatir los asuntos ciudadanos se concebía más bien como una actividad de naturaleza masculina.

Beard, relata cómo precisamente en un ejercicio de consolidación de su masculinidad, Telémaco, hijo de Ulises y de Penélope en La Odisea de Homero le dice a esta última “madre mía, vete dentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y la rueca. El relato – mythos- estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es pues, el relato de la casa”. En este pasaje, Telémaco, al callar a su madre, reclama solamente para sí el mythos. En esta obra de Homero, la palabra mythos se refiere al discurso público.
Quizá, esto explica por qué aún en el año 2021 se siguen trivializando las opiniones y dichos femeninos en la arena política, pero también en el ámbito empresarial e incluso dentro de algunas familias.

A esto, debemos agregar que incluso cuando se “acepta” que las mujeres hablemos de lo público, se nos circunscribe a expresar opiniones o defender intereses en temas “de mujeres” como podrían considerarse cuestiones relacionadas con el género, la igualdad, la paridad o por ejemplo temas relacionados con la educación o el cuidado, o la violencia en razón de género, pero al mismo tiempo se cuestionan y rechazan fuertemente la voz femenina en ámbitos como la seguridad pública, la economía o hacienda pública, entre muchas otras.

Pareciera entonces que el gran reto para lograr la participación política de las mujeres va más allá de consolidar el andamiaje normativo y estriba más bien en eliminar aquellos discursos reprobatorios de la voz pública de las mujeres que van más allá de la misoginia y el machismo, y que están en realidad anclados en procesos históricos, antiguos, que generaron estructuras de pensamiento y creencias culturales que generan que, aún hoy en día, se siga infantilizando la palabra de las mujeres y que de manera reiterada se busque “restituirnos” al espacio doméstico.

Las expresiones y visiones que representan a las mujeres como “chismosas”, “arguenderas”, “emocionales” o que llaman por que regresemos “a la cocina” y otras expresiones aún más violentas, son una causa persistente que apuntala la sordera social a la voz pública de las mujeres.

Quizás, como sociedad, nos toca preguntarnos por qué y cómo en nuestro modelo mental sólo aprendimos a escuchar mythos en la voz de un hombre, y no somos capaces de escucharlo y de considerar deseable que el poder, el liderazgo y la estrategia puedan también provenir de una voz femenina.

Tzinti Ramírez Reyes

Internacionalista. Directora del Departamento de Relaciones Internacionales, Economía y Ciencia Política región occidente del Tecnológico de Monterrey en Guadalajara.
Twitter: @tzinr

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