Homilía para el Jueves Santo 2023

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Hay de entregas a entregas, sobre todo tratándose de la vida. Fue diferente la de Judas a la de Jesús.

Entregar la vida

Textos: Éx 12, 1-8. 11-14; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15

Hay de entregas a entregas, sobre todo tratándose de la vida. Fue diferente la de Judas a la de Jesús. Ambos compartieron como amigos la cena la Pascua, la última Cena de Jesús; era la cena pascual que los judíos celebraban año con año para agradecer a Dios que los liberó de la esclavitud en Egipto. Ahí sucedió la doble entrega de la vida, la de Judas y la de Jesús.

Judas entregó a Jesús para que le quitaran la vida, como escuchamos el domingo pasado en la narración de la Pasión. Esta acción viene del Diablo, el espíritu del mal. San Juan nos dice que el Diablo le metió esa idea a Judas. Lo trató por treinta monedas de plata, que era el precio de un esclavo. Judas entregó a Jesús para enriquecerse y lo entregó como esclavo.

Así podemos actuar nosotros, dejándonos llevar por las insinuaciones del maligno. Con tal de ganar dinero, fama, de subir de puesto, de “lavar” las propias culpas, a cuántos hermanos y hermanas se les ha entregado. Cuánta gente está en la cárcel por acusaciones falsas, cuántas personas han perdido su trabajo por un falso que se les ha levantado; cuántas mujeres, niños, adolescentes han sido entregados a las redes de prostitución y a la trata de personas; cuántas personas han sido robadas y destazadas para vender sus órganos; cuántas personas han sido desaparecidas y luego entrenadas para el crimen organizado. Se puede hacer una lista larga de situaciones. Es a Jesús mismo a quien, en estas personas, se le sigue entregando, es con Jesús con quien se sigue haciendo negocio, a cambio de unas cuántas monedas. Como sociedad tenemos que pedir perdón al Señor y asumir el compromiso de trabajar por el respeto a la dignidad de cada persona, la hermandad, la justicia, la paz, el bien común.

Jesús, en cambio, se entregó a sí mismo, como acabamos de escuchar en narración de san Pablo. Dio su vida por sus discípulos, por sus amigos, por la humanidad, por nosotros. Fue una entrega voluntaria, la cual inició desde que, ungido por el Espíritu del Señor, anunció la Buena Nueva a los pobres. Día a día entregó su vida en el servicio, el perdón, la curación, la resurrección, el consuelo, la multiplicación de los panes; el anuncio del Reino lo realizó con sus palabras y sus hechos. En la cena de la Pascua vivió el gesto de lavar los pies de los discípulos como signo del servicio que, voluntariamente, tenemos que vivir, también día a día, nosotros. Como expresión de su entrega, Jesús asumió el servicio de los esclavos. Los esclavos eran quienes lavaban los pies a los que llegaban de visita, como signo de acogida. Jesús se entregó como esclavo, voluntariamente, para ponernos el ejemplo. Siendo el Señor, vivió como sirviente, como esclavo. Era algo incomprensible para sus discípulos, como lo señaló Simón Pedro. Él estaba siendo voz del grupo, que se resistía a que su Señor actuara como esclavo. Se resistía a ser servido por quien, según él, debía recibir el servicio por ser el Señor.

Jesús nos pide hacer lo mismo unos con otros, como manifestación de que somos sus discípulos: nos pide que hagamos memoria de Él haciendo día a día lo mismo que Él; nos pide que entreguemos voluntariamente nuestra vida por medio del servicio; nos pide ser servidores y esclavos de los demás, especialmente de los pobres y excluidos. Para esto, nos tenemos que abrir a la acción de su Espíritu, el Espíritu Santo, y dejarnos conducir por para hacer el bien, para defender los derechos de los demás, para construir la comunidad y la fraternidad, para vivir en la justicia y la solidaridad. Esto lo sellamos con la Eucaristía, en el momento de comulgar; comulgar significa estar en comunión con Jesús, asumir su misma misión y la entrega de la vida. Entreguemos la propia, como Jesús, y no la de los demás, como Judas.

6 de abril de 2023

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