Homilía para el domingo de Pascua 2015
Testigos del Crucificado
Aunque nos convocamos todos los domingos, éste es especial. Nos reunimos como Iglesia porque es el día de la Resurrección de Jesús y la agradecemos a Dios. El crucificado está vivo y eso le da sentido a su misión, a la historia y a la Iglesia. Encontrarnos con Él, comer y beber juntos a la mesa, nos compromete a ser testigos suyos en los espacios donde nos movemos. Los textos bíblicos que se han proclamado nos hablan de este compromiso que tenemos sus discípulos.
Testigos del Crucificado
Textos: Hch 10, 34. 37-43; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9 (mañana); Lc 24, 13-35 (tarde).
Aunque nos convocamos todos los domingos, éste es especial. Nos reunimos como Iglesia porque es el día de la Resurrección de Jesús y la agradecemos a Dios. El crucificado está vivo y eso le da sentido a su misión, a la historia y a la Iglesia. Encontrarnos con Él, comer y beber juntos a la mesa, nos compromete a ser testigos suyos en los espacios donde nos movemos. Los textos bíblicos que se han proclamado nos hablan de este compromiso que tenemos sus discípulos.
Pedro, el otro discípulo, Pablo, María Magdalena y los discípulos de Emaús, nos ayudan a hacer este camino de encontrarnos con Jesús y dar testimonio de Él, como el crucificado y resucitado. Es un camino de fe que se alimenta con la Eucaristía y se traduce a la vida ordinaria. Ellos, menos Pablo, acompañaron a Jesús en su misión a favor de los pobres, enfermos, pecadores; lo siguieron hasta la cruz y quedaron tristes –y decepcionados– con su muerte y sepultura.
Ellos fueron testigos de lo que Jesús dijo e hizo durante el tiempo de su ministerio. Pedro sintetiza esto al decir que pasó haciendo el bien. No les cabía en la cabeza que le hubieran llevado a la cruz para matarlo. ¿A quién le cabe en la cabeza que se le quite la vida a alguien que hace el bien? Y, sin embargo, así pasó con Jesús, así ha sucedido con muchísimas personas que también han hecho el bien en el mundo: Gandhi, Luther King, Monseñor Romero, por decir algunos.
Pedro y los demás, como escuchamos en los textos bíblicos, tuvieron la oportunidad de encontrarse con Jesús ya resucitado. Hicieron un proceso para llegar al convencimiento de que era cierto que había resucitado. Primero no comprendían ni entendían ni aceptaban su Resurrección. Poco a poco, al irse encontrando con Él, se fueron convenciendo y creyendo que, aunque había muerto en la cruz estaba de nuevo con vida. Y de eso comenzaron a dar testimonio.
MAÑANA: María Magdalena vio la piedra removida y pensó que se habían robado el cuerpo del Señor. Simón Pedro y el otro discípulo fueron al sepulcro y tampoco vieron el cuerpo, sino sólo los lienzos y el sudario con que había sido envuelto. Ahí cayeron en la cuenta de que ya estaba anunciada su Resurrección y creyeron, como contó el otro discípulo. A María aún le faltaba el encuentro personal con Jesús, cuando pensó que era el jardinero que se lo había llevado.
TARDE: Los discípulos de Emaús iban de regreso a su pueblo, tristes y desalentados, porque la esperanza que tenían de que Jesús liberara a Israel se había terminado con su muerte y sepultura. Cuando lo reconocieron al partir el pan, se convencieron de que sí era cierto que estaba vivo, como ya les habían testimoniado las mujeres. Este encuentro los hizo reaccionar. Alimentados por Jesús en la fracción del pan, volvieron a la comunidad a comunicar su testimonio.
Todos coinciden en afirmar que el crucificado había resucitado. Para nosotros es más fácil sostener la fe en el Resucitado que en el Crucificado. Es el mismo, pero cuando acabó como un fracasado en la cruz, a pesar de todos los signos del Reino que había realizado, todos sus discípulos se frustraron; perdieron el sentido del seguimiento. Así nos sucede a nosotros. Fácilmente hacemos a un lado lo que sea el camino de la cruz y sólo asumimos la dimensión triunfante.
Hoy comeremos y beberemos con Jesús, el Crucificado y Resucitado. Hemos escuchado varios testimonios de Él en esta doble dimensión de un solo proyecto. Ahora nos toca ir a dar testimonio como Pedro y el otro discípulo, como María Magdalena, como Pablo, como los discípulos de Emaús, de que Jesús de Nazaret, el que murió crucificado está Resucitado. Hagámoslo con nuestras palabras y sobre todo con nuestros hechos. Pasemos por el mundo haciendo el bien.
5 de abril de 2015