Homilía para el 3er domingo de Adviento 2014

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Identidad

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Hace ocho días escuchamos un testimonio de Juan Bautista, tanto en su modo de vivir austero como en su misión de prepararle el camino al Señor. Hoy en el Evangelio nos encontramos otro testimonio de su persona y su misión. Aparece la identidad de Juan, bien clara y bien asumida. Reflexionar sobre ella nos ayuda a prepararnos para encontrarnos sacramentalmente con Jesús en la Comunión. Es interesante pensar en nuestra propia identidad: ¿qué decimos de nosotros?

Identidad

Textos: Is 61, 1-2. 10-11; 1 Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28.

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Hace ocho días escuchamos un testimonio de Juan Bautista, tanto en su modo de vivir austero como en su misión de prepararle el camino al Señor. Hoy en el Evangelio nos encontramos otro testimonio de su persona y su misión. Aparece la identidad de Juan, bien clara y bien asumida. Reflexionar sobre ella nos ayuda a prepararnos para encontrarnos sacramentalmente con Jesús en la Comunión. Es interesante pensar en nuestra propia identidad: ¿qué decimos de nosotros?

Dice el texto del Evangelio que unos fariseos le preguntaron a Juan quién era y qué decía de él. Ciertamente no lo hacían para hacerse sus discípulos o para prepararse a la llegada del Mesías, sino para desacreditarlo, para encontrar motivos para echar abajo su mensaje y para acabar con él, porque era molesto con su predicación. Ante la pregunta, inmediatamente se presentó sin miedo diciendo que no era el Mesías. Eso era lo que ellos querían escuchar para acusarlo.

También aclaró que no era ni Elías ni el Profeta. Simplemente se reconoció como la voz que en el desierto grita, invitando al pueblo a enderezar el camino. El evangelista lo presentó como el testigo de la luz. La Luz es Jesús, el Mesías esperado, y Juan sólo es quien da testimonio de esa Luz. Esto expresa que el Bautista tenía bien clara su identidad y, pudiendo ganar fama o discípulos presentándose como el Mesías, no se aprovechó de la situación para su beneficio.

 Tener bien clara la identidad lleva a las personas a crecer y madurar en la vida. Esto nos tiene que hacer pensar en relación a nuestra persona. Juan no se avergonzó de ser el que le estaba preparando el camino al Señor, no le dio vergüenza presentarse como servidor del Mesías. Al contrario, se sostuvo en su misión y, ante los enviados de los fariseos, siguió hablando del que venía detrás de él, diciendo que era más importante y que bautizaría con el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo ya estaba actuando en la persona de Juan. El Espíritu conduce a las personas en su vida, les ayuda a aclarar su identidad y su misión, las sostiene en su vida y en el cumplimiento de la misión que Dios les encomienda. Pero es necesario estar abiertos a su acción para que todo esto suceda, como fue el caso del Bautista. Él se abrió a la acción del Espíritu de Dios y lo dejó actuar en su vida hasta el martirio. Así nos tenemos que hacer nosotros.

El Espíritu Santo llena a las personas para que aclaren quiénes son y para qué están en el mundo. Él nos unge, como a Juan y a Jesús, para llevar la buena nueva a los pobres, para servir, consolar, perdonar, liberar. Él le ayudó a Juan a aclarar que era el precursor del Mesías, lo condujo en su misión de prepararle el camino y presentar a Jesús, en su ser testigo del Señor hasta dar la vida por Él. Juan no impidió la acción del Espíritu Santo en su vida.

Si nos preguntan a nosotros quiénes somos, además de nuestro nombre, ¿qué decimos? ¿Nos confesamos bautizados, cristianos, discípulos de Jesús? ¿O nos da vergüenza presentarnos como tales? En general no nos gusta aparecer como miembros de la Iglesia porque nos exhibimos, porque vamos a hacer mala figura, porque vamos a aparecer como gente rara. Ciertamente sabemos que somos bautizados y que debemos anunciar el Evangelio, pero poco lo hacemos.

Hoy es un buen día para fortalecer nuestra identidad cristiana, pues no somos solamente personas con nuestro nombre y apellido. Somos bautizados, tenemos la responsabilidad de colaborar en la evangelización, somos misioneros. El Espíritu Santo quiere actuar a través de nuestra persona para que la buena nueva llegue a los pobres, para que se abran caminos de liberación y vida nueva, para que se construya el Reino. Dejémoslo actuar como Juan el Bautista.

14 de diciembre de 2014

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