Homilía para el 4º domingo de Adviento 2014
Discernir
Estamos celebrando la Eucaristía en el domingo previo a la celebración de la Navidad. En este encuentro de fe, la Palabra de Dios nos presenta a la Virgen María como modelo de apertura a Dios y a su proyecto de salvación. Ella esperaba la venida del Mesías sin saber que sería la elegida para ser su madre. Para recibirlo tuvo que hacer un discernimiento delante de Dios. Reflexionar sobre su testimonio nos ayuda a prepararnos para recibir a su Hijo hoy en la Comunión.
Discernir
Textos: 2 Sam 7, 1-5. 8-12. 14-16; Rm 16,25-27; Lc 1, 26-38.
Estamos celebrando la Eucaristía en el domingo previo a la celebración de la Navidad. En este encuentro de fe, la Palabra de Dios nos presenta a la Virgen María como modelo de apertura a Dios y a su proyecto de salvación. Ella esperaba la venida del Mesías sin saber que sería la elegida para ser su madre. Para recibirlo tuvo que hacer un discernimiento delante de Dios. Reflexionar sobre su testimonio nos ayuda a prepararnos para recibir a su Hijo hoy en la Comunión.
La promesa de Dios, que escuchamos en la primera lectura, de construirle una casa para su pueblo y plantarlo en su propia tierra para que viviera tranquilo, sin la opresión de sus enemigos, se cumplió con la Encarnación de su Hijo. Este es el secreto mantenido oculto durante siglos, del que habla la Carta a los Romanos. Al decirle al ángel que se cumpliera lo que le había dicho y recibir en su vientre al Hijo de Dios, la Virgen María se unió al proyecto salvador de Dios.
Tomar esa decisión y dar ese paso no fue fácil para María. Tuvo que hacer un discernimiento. Discernir quiere decir sopesar las cosas, las situaciones, las posibilidades, y decidirse por una, sabiendo que al mismo tiempo se dejan de lado otras. Ciertamente Dios no le pedía no casarse ni dejar a José; lo que le pedía era convertirse en la mamá del Salvador, hacerse la primera casa del Hijo del Altísimo en la tierra, darle carne humana a quien reinaría por los siglos.
María no dudó de las palabras de Gabriel; lo que le preguntaba era cómo podría quedar embarazada sin tener relaciones maritales con José. El ángel le aclaró que el Espíritu Santo actuaría en su persona si ella aceptaba la propuesta. Le pedía abrirse a la acción del Espíritu Santo y permitirle que la fecundara. Ella tomó la decisión, como dice un canto del P. Zezinho llamado María de Nazaret: “aceptó sin decirle a José”. Tomó su decisión en conciencia y delante de Dios.
La Virgen nos pone el ejemplo en relación al modo de tomar decisiones, sobre todo las que son vitales, es decir, las decisiones en las que va de por medio el resto de la vida. Aceptó ser la madre del Mesías teniendo como referente la Palabra de Dios, no sus intereses egoístas o sus proyectos personales o la inclinación de sus pasiones. Y lo hizo sin saber cómo le iba a ir con esa responsabilidad tan grande; sin embargo, se abandonó totalmente a la acción del Señor.
La respuesta final al enviado de Dios, el ángel Gabriel, expresa ese abandono total al proyecto de Dios. María le dijo que era su esclava. En esta condición de esclava manifestaba que su persona y su vida estaban completamente a lo que su Señor dispusiera. Así es la ubicación de los esclavos en relación a sus señores; no hacen lo que quieren, dejándose llevar por sus antojos o caprichos, sino que realizan únicamente lo que quiere y les pide su dueño.
Hoy le agradecemos a Dios el testimonio, la entrega, el compromiso de la Virgen. Aprendemos de ella que el modo de tomar las decisiones vitales es el discernimiento hecho delante de Dios. Si queremos ir por buen camino, aunque no siempre nos vaya bien, necesitamos tener como referente la Palabra de Dios y no lo que se nos venga en gana, lo que nos proponga la sociedad de consumo, lo que nos pidan nuestras inclinaciones humanas, lo que produzca placer.
Con nuestra oración le pedimos al Señor que estemos como la Virgen abiertos a la acción del Espíritu Santo, que sepamos discernir lo que Él quiere de nosotros, que nos convirtamos en casa donde Jesús habita. En unos momentos más, tendremos la oportunidad de recibir en nuestro cuerpo al Hijo de Dios hecho Pan y Vino. Aceptémoslo primero en nuestro corazón, como hizo María, y confesemos nuestra fe en Él, para recibirlo enseguida de manera sacramental.
21 de diciembre de 2014