Homilía para el domingo de Pentecostés 2023
Jesús prometió y cumplió. Era gente de palabra. En la Última Cena prometió el Espíritu Santo a sus discípulos y se lo comunicó la tarde de la Resurrección; lo envió también el día de Pentecostés.
Jesús prometió y cumplió. Era gente de palabra. En la Última Cena prometió el Espíritu Santo a sus discípulos y se lo comunicó la tarde de la Resurrección; lo envió también el día de Pentecostés.
Antes de regresar al Padre, Jesús dejó dos encargos a sus discípulos: ser sus testigos y hacer discípulos.
Al prometer el Espíritu Santo a sus discípulos, Jesús les dice que habita entre ellos y que estará con ellos.
El camino es para recorrerse y llegar al punto a donde uno se dirige.
No busquemos a otras personas para seguirlas, sino a Jesús. Él es nuestro referente, nuestro pastor, nuestra puerta en la vida.
Jesús camina al lado de los desanimados, desesperanzados, frustrados, los que ya perdieron el sentido de su vida.
Los encuentros con el Resucitado se proyectan en la misión.
La respuesta de Dios a los clamores de Jesús, de las mujeres y del resto de los discípulos y discípulas fue la Resurrección de Jesús, que celebramos de manera especial en este domingo.
Buscaban a un muerto y se encontraron con la noticia de que estaba vivo.
Jesús, siendo el Sumo Sacerdote, aprendió a obedecer padeciendo. Su sacerdocio no fue cultual sino existencial.
Hay de entregas a entregas, sobre todo tratándose de la vida. Fue diferente la de Judas a la de Jesús.
Caminemos unidos al Rey pobre y a la multitud que lo aclamaba: “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”