Un pastor al estilo de Jesús
A los once años de edad dejó su casa paterna con la ilusión de ser sacerdote. Aunque su padre se resistía, Pepe insistió. Su experiencia como acólito en su pueblo natal de Zapotiltic despertó su deseo de celebrar misas. Con este sueño llegó al seminario de Ciudad Guzmán. Ahí cursó los dos primeros años de secundaria. Luego, ingresó al seminario de Guadalajara donde continuó sus estudios hasta el primer año de teología. No obstante que siempre fue un seminarista distinguido por su inteligencia, reconoció que la estancia en el seminario no le abrió los ojos a la vida: “Viví con muchas inseguridades; tenía miedo salir a la calle. El seminario era mi fortaleza”.
En 1968, a los 21 años de edad, lo mandaron a estudiar a Roma teología dogmática con especialización en eclesiología. Fue ahí donde su vida dio un giro: “Roma fue la puerta que me abrió nuevos horizontes, fue una experiencia que marcó mi vida. Descubrí que era joven, que el mundo era bello y que valía la pena vivir con alegría, que las mujeres eran bonitas y que la amistad era un gran valor”.
Su sueño de ser sacerdote para celebrar misas se esfumó. Los anhelos propuestos por el Concilio Vaticano II lo motivaron a ser un sacerdote enamorado al servicio de un mundo en transformación. El conocimiento de la teología latinoamericana y la realidad de pobreza descrita en el documento de Medellín lo animaron a optar a caminar con los pobres. Las inquietudes y esperanzas de los jóvenes del barrio del Colegio Mexicano con quienes convivía en reuniones, paseos y retiros espirituales, despertaron su compromiso de trabajar con la juventud.
Al terminar sus estudios en la Universidad Gregoriana de Roma, donde obtuvo el segundo lugar, regresó a México en 1972. Se presentó con el señor Cardenal José Salazar López, arzobispo de Guadalajara, y le comunicó su decisión de incardinarse a su Diócesis de origen, recientemente creada. El 15 de agosto de 1973, en su pueblo natal, recibió la ordenación sacerdotal de manos del señor obispo Leobardo Viera. Pepe fue el segundo sacerdote diocesano ordenado.
A lo largo de su vida sacerdotal, Pepe Sánchez ha confirmado su pasión por hacer vida el proyecto del Reino. En la celebración de su cuarenta aniversario, el pasado 15 de agosto en Sayula, los seglares y sacerdotes que participaron, testificaron y agradecieron su compromiso por ser un pastor entregado a su ministerio; un amigo preocupado y solidario ante los problemas del pueblo; un maestro y compañero de camino que guía y anima a sembrar la semilla del Evangelio en los corazones; un hermano que ha tendido sus manos a los pobres, excluidos y de manera especial a las víctimas de la violencia.
En muchos espacios a nivel nacional y latinoamericano, Pepe es reconocido como un pastor tenaz que ha luchado por impulsar la Iglesia de los pobres y por el cambio de estructuras que hagan posible que el Reino de Dios acontezca en la Iglesia y en el mundo. Su reflexión teológica compartida en encuentros y congresos, en su tesis de doctorado, artículos y sus libros escritos han sido fuente inspiradora en los procesos evangelizadores que promueven el nuevo modelo de Iglesia concretizado en las Comunidades Eclesiales de Base (CEB). Su apuesta por impulsar y consolidar la Iglesia de Jesús en la base ha sido su credencial de identidad.
Pepe es consciente de que su sacerdocio es un regalo de Dios y un don comunitario que lleva en vasos de barro y que día a día debe renovar para ser constructor del proyecto de Jesús. Así lo manifestó en el momento del ofertorio: “Pongo en las manos generosas de Dios mis ansias por colaborar en la construcción de una Iglesia, comunidad de comunidades, pobre y de los pobres, comprometida con la justicia. Una iglesia misionera que vaya a las periferias existenciales y geográficas llevando la Buena Nueva a los pobres. Una iglesia en camino, servidora de tu Reino”.
Alegre y agradecido por las muestras de cariño manifestadas, con la experiencia acumulada, con el peso de sus 67 años de edad y su enfermedad, pero con la mirada puesta en el futuro, compartió sus inquietudes: “Con el dolor que tengo ante un momento donde se ha apagado y olvidado nuestro proyecto diocesano, espero que nuestra Iglesia fuera más profética que tenga el valor de denunciar la situación que vivimos. En estos momentos de opacidad, espero que reabrirnos a otros espacios y experiencias fuera de nuestra Diócesis que oxigenen nuestro proceso”.
Estas son algunas pinceladas de este sacerdote, que por su capacidad y visión, por su servicio, testimonio y respuesta generosa, es un pastor al estilo de Jesús, un administrador fiel que ha compartido sus talentos, luz y fermento en nuestro proceso diocesano.
Publicación en Impreso
Edición: 131
Sección: Luz y Fermento
Autor: Luis Antonio Villalvazo