El debate sobre el petróleo

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Finalmente Enrique Peña Nieto, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) presentaron sus respectivas propuestas de reforma energética. La iniciativa del presidente viene acompañada de una fuerte campaña de propaganda mediática y el respaldo de actores políticos y voceros del régimen.

Propuesta de Peña Nieto

En la iniciativa de Peña Nieto se prometen varias bondades, por ejemplo que se bajarán los costos de la energía eléctrica y del gas, que ahora sí los recursos de PEMEX detonarán el desarrollo nacional y regional, que seremos los mexicanos quienes decidamos a dónde se va la renta petrolera, que se crearán medio millón de empleos adicionales en este sexenio y que el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá en 1% para el año 2018. Habrá transparencia en los contratos que celebre esta paraestatal con empresas privadas, y que el petróleo, el gas natural y la propia empresa (PEMEX) seguirán siendo patrimonio nacional.

En el centro de la mal llamada reforma energética, porque hasta ahora lo que se ha dado a conocer es sólo una reforma a PEMEX y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), es que esta empresa pública podrá celebrar contratos de utilidad compartida con la iniciativa privada, que podrán ser pagados en dinero o en especie; y que se permite inversión de particulares en el sector eléctrico, dicho de otra forma, se legalizarán los proyectos que de hecho ya existen con la iniciativa privada, pero se abren otros campos donde los particulares podrán hacer negocios.

El gobierno de la República dice que hay urgencia porque se avecina una grave crisis energética en el país y es necesario avanzar por este camino, que aunque maquilla y trata de mostrar un rostro diferente, sin duda alguna se orienta a la paulatina privatización de PEMEX y CFE.

El Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), uno de los despachos que generan información para la toma de decisiones más socorridos por los neoliberales mexicanos, insiste en la necesidad de hacer una reforma en el sector encaminada a flexibilizar el marco normativo en la materia, puntualizando como muchos neoliberales, que PEMEX seguirá siendo una empresa pública. El argumento central de esta necesidad es que esta empresa pública no puede costear nuevas exploraciones y explotaciones petroleras, que si no se realizan dejarán a la zaga de la globalización al país.

La propuesta del PAN y el PRD

La propuesta que presentó Gustavo Madero, presidente nacional del PAN, es muy similar a lo que plantea Peña Nieto, y en algunos aspectos es más radical, por ejemplo los blanquiazules sí contemplan la creación de concesiones de explotación de petróleo a la iniciativa privada, es decir, promueven una privatización más agresiva, y además su propuesta estipula que la presencia del Sindicato de Trabajadores Petroleros en el Consejo de Administración se tiene que reducir. Los panistas han criticado la propuesta de reforma energética de Peña Nieto por considerarla tibia, sin embargo están dispuestos a votar a favor de ella.

También el PRD presentó su propuesta de reforma energética enarbolada por Cuauhtémoc Cárdenas, que fundamentalmente propone bajar la carga fiscal a PEMEX, dotarla de autonomía de gestión y abatir la corrupción en la paraestatal. Para los miembros de la izquierda partidista no es necesario modificar la Constitución y la clave para resolver el problema es que PEMEX deje de paliar el déficit fiscal del Estado Mexicano y tenga mayor margen de reinvertir sus ganancias. Seguramente los otros partidos de izquierda, incluyendo a los seguidores de Manuel Andrés López Obrador, se unirán a esta iniciativa. Además Cárdenas llamó a recaudar un millón 600 mil firmas para someter esta reforma a consulta popular.

Análisis de la propuesta de Peña Nieto

Las promesas del actual presidente son las mismas que desde hace treinta años pregonan los neoliberales priístas y panistas: habrá miles de empleos, llegará el anhelado desarrollo y bajarán las tarifas de electricidad y de gas para el ciudadano común. La realidad del país contradice estos dichos, ya que la pobreza sigue aumentando.

La pregunta de fondo es ¿por qué ahora los resultados serán distintos si los ingredientes son los mismos? ¿por qué esta reforma será diferente a las demás si utiliza los mismo presupuestos? ¿vale la pena todo esta transformación para incrementar el 1% del PIB en cinco años más? ¿por qué apostar por la “receta” que ha llevado al fracaso a muchos países?. Francamente todo esto me perece retórica desgastada que no recupera la experiencia histórica del país y que es una treta más del pequeño sector que será beneficiado y que han llevado al país a esta grave crisis luego de 30 años de reformas en ese mismo sentido.

Ahora bien, hablando de las ausencias en la propuesta, en la reforma energética que propone el presidente no se acentúa el protagonismo y la relevancia de las energías alternativas solar y eólica, que ante la futura escasez de petróleo serán una de las principales opciones que tendremos, no se tocan los privilegios de las cúpulas dirigentes de los sindicatos de los trabajadores de estos sectores, tampoco se mencionan los impactos locales de los futuros pozos y plataformas para extraer petróleo, no se habla de la reducción efectiva de la carga fiscal hacia PEMEX y no está claro el proceso por el cuál se abatirá la corrupción en la paraestatal.

Para los neoliberales la fórmula es muy simple: el capital privado por naturaleza genera bienestar y resuelve los problemas del sector público. Y aunado a lo anterior existe otro presupuesto: el sector público por sí mismo tiende a la corrupción y es ineficiente. Ambas “verdades” no se sostienen empíricamente y la crisis financiera mundial del año 2008 fue el mejor ejemplo de ello, ya que fueron las grandes empresas privadas las que provocaron la crisis y fueron los gobiernos quienes salieron a su rescate.

Enrique Peña Nieto, los priístas y panistas neoliberales, y los voceros del régimen intentan crear una corriente en la opinión pública basada en presupuestos falsos para lograr su propósito. Un auténtico y constructivo debate tendrá que pasar por poner sobre la mesa toda la información disponible, la confrontación completa con otras experiencias en el mundo, que se debata sobre las posibilidades de las energías alternativas y que se tomen en cuenta todos los factores de la reforma, por ejemplo cómo aminorar el poder de las cúpulas sindicales y retomar los efectos nocivos de la extracción de petróleo en lo local. Sólo por citar como ejemplo al estado de Tabasco.

En Tabasco existe una relación de amor-odio hacia PEMEX. Una de las mayores aspiraciones de una persona que vive un municipio petrolero es formar parte de la nómina de esta empresa, pues un ingeniero de los niveles medios en PEMEX gana un promedio de 60 mil pesos al mes. La otra aspiración de un tabasqueño es tener una empresa que gane alguna de las licitaciones que oferta la paraestatal. Por otro lado los efectos nocivos que deja esta paraestatal son por lo menos tres: una economía petrolizada que hace es sustituir a las demás actividades económicas subordinándola a ella; existen graves efectos de contaminación ambiental por la salinización de las tierras pues el petróleo es substituido por agua de mar en el subsuelo y por los mecheros permanentes que día y noche queman gas al aire libre que no puede ser procesado. El tercer efecto es la ampliación de una gran brecha de desigualdad entre los petroleros y el resto de la población.

Breve conclusión

Dicho lo anterior, desde mi punto de vista sí es necesaria una reforma energética para incentivar el uso cada vez más generalizado de energías limpias y alternativas, efectivamente es urgente desterrar la corrupción en PEMEX; y que esta empresa contemple y regule sus impactos en las localidades donde extrae sus productos.

Sin embargo el sentido de las reformas que impulsa Peña Nieto y que seguramente serán apoyadas por el PAN van en sentido opuesto, ellos pretenden que los particulares puedan usufructuar con la riqueza nacional y además las bondades que ofrecen a la población no parten de información sustentada en la realidad. Aprobar la reforma de Peña Nieto significaría un retroceso más en la vida de nuestro país.

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