De la inseguridad a la solidaridad
La situación que vivimos en México es inédita, crucial y compleja. La profunda descomposición social ha generado un ambiente con olor a muerte impregnado con una fuerte dosis de exclusión, dolor e indignación social. La amenaza contra la vida es real y cada vez más descarada. La violencia del crimen organizado, nacida del lucro y del abuso de poder, se ha agudizado en estos primeros meses del año en nuestra región.
Las muertes en varias de nuestras comunidades, a raíz de la captura de los líderes de organizaciones del narcotráfico; el control de varios municipios por grupos de la delincuencia organizada, como es el caso de Santa María del Oro, donde su presencia ha impedido la labor pastoral en los ranchos; la extorsión por el pago de derecho de piso a comerciantes; los secuestros de jóvenes y mujeres, entre otras cosas, han engendrado miedo, inseguridad e impotencia, y lo peor, es que han ido carcomiendo la conciencia de luchar por una vida digna.
En medio de esta incertidumbre, lo peor es dejar que el miedo nos paralice. Al contrario, el miedo debe unirnos para sentirnos fuertes. Conscientes de que en este momento los partidos políticos no presentan propuestas a los problemas de fondo del país, y no existe ninguna organización social capaz de aglutinar e impulsar cambios estructurales, el reto es generar procesos estratégicos en perspectiva de futuro, a nivel micro-local, que desde la cultura, valores, costumbres y sabiduría de nuestros pueblos recuperen el sentido comunitario evangélico. La tarea es emprender acciones nuevas y experiencias alternativas que se traduzcan en una resistencia activa y propositiva. El camino no es fácil. Pero, en este contexto, lo fundamental y prioritario es romper el silencio cómplice y encender la luz de la esperanza, para pasar de la inseguridad a la solidaridad.
Publicación en Impreso
Edición: 117
Sección: Editorial
Autor: El Puente