Año sacerdotal en nuestra Diócesis
Clausura del Año Sacerdotal en nuestra Diócesis
Con motivo del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, párroco de la aldea de Ars en Francia, el Santo Padre Benedicto XVI convocó a la celebración de un año sacerdotal con esta palabras: «He resuelto convocar oficialmente un ‘Año Sacerdotal’ con ocasión del 150 aniversario del ‘dies natalis’ de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del mundo, que comenzará el viernes 19 de junio de 2009, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación del clero). Este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo, y se concluirá en la misma solemnidad de 2010.»
En nuestra Diócesis lo vivimos de una forma más intensa a partir del 5 de octubre de 2009, día de San Tranquilino Ubiarco, patrono del clero diocesano y día del sacerdote en la Diócesis. Este año fue una oportunidad para reflexionar más sobre el Sacerdocio ministerial e intensificar la oración por los sacerdotes y las vocaciones. En los novenarios de las fiestas patronales de todas las parroquias se tomó el tema del Sacerdocio.
También se organizaron actividades en tres niveles de Iglesia en la Diócesis. A nivel parroquia hubo retiros espirituales con los agentes de pastoral y horas santas sacerdotales para todos los fieles. En las asambleas de presbíteros en cada una de las seis vicarías pastorales se realizaron talleres de formación humana, tomando el aspecto antropológico y en varios de los retiros espirituales mensuales la vida sacerdotal fue materia de reflexión. A nivel Diocesano hubo un encuentro-convivencia con sacerdotes de la Diócesis de Autlán; talleres de capacitación teológico- pastoral y ejercicios espirituales, tocando específicamente el tema de la identidad y misión del sacerdote.
En nuestra Diócesis se clausuró oficialmente hasta el 5 de octubre de 2010 con la celebración del «Día del sacerdote», en el que el Obispo Don Braulio Rafael León Villegas, en una celebración de la Palabra, hizo el protocolo de clausura, exhortándonos a trabajar en la promoción vocacional y recordándonos algunos aspectos del mensaje de clausura de su Santidad Benedicto XVI: «El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio, como aquellos que toda sociedad necesita para que puedan cumplirse en ella ciertas funciones. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de transustanciación, palabras que lo hacen presente a Él mismo, el Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, transformando así los elementos del mundo; son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple ‘oficio’, sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor».
También es importante señalar que en este año Sacerdotal, paradójicamente, nuestra Diócesis se vio disminuida por la muerte trágica de tres Sacerdotes y uno por enfermedad, pero también es significativo señalar que aumentó el número de seminaristas, gracias a Dios en primer lugar, que es quien llama, pero también gracias a la dedicación y empeño de los promotores vocacionales; esperamos que este trabajo vocacional se intensifique y se haga extensivo a todas y cada una de las comunidades parroquiales, formando equipos de promoción y apoyo vocacional.
Ante el desprestigio de la imagen sacerdotal en el mundo, resulta interesante constatar la fe del pueblo fiel, que sigue amando el Sacerdocio y apoyando y orando por sacerdotes: Por eso también es oportuno recordar un párrafo de la carta del Papa en la convocatoria al año Sacerdotal: «En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico.
Pablo VI ha observado oportunamente: ‘El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio’. Debemos preguntarnos constantemente: ‘¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?’”.
Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el «nuevo estilo de vida» que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo.
<h3>Publicación en Impreso</h3>
<strong>Número de Edición:</strong> 105
<strong>Autores:</strong> P. Salvador Trujillo
<strong>Sección de Impreso:</strong> El Campanario
Más que comentario es una pregunta. Con cuanta cantidad de clero cuenta la Diócesis de Autlan y cuantas parroquia?