Homilía para el 4º domingo de Adviento 2012
Mujeres de fe
Textos: Miq 5, 1-4; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45.
Este domingo, con la cercanía de la Navidad, escuchamos el testimonio de dos mujeres de fe: la Virgen María y su prima Isabel. Ellas son modelos de creyentes para nosotros. Ambas tienen fe en Dios, pues le creen, aceptan su propuesta y cumplen sus mandatos. Ponen su persona al servicio de Dios y de la humanidad. Eso mismo hizo Jesús, como lo reconoce el autor de la Carta a los Hebreos. Él entró al mundo en el vientre de María para hacer la voluntad de Dios.
Mujeres de fe
Textos: Miq 5, 1-4; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45.
Este domingo, con la cercanía de la Navidad, escuchamos el testimonio de dos mujeres de fe: la Virgen María y su prima Isabel. Ellas son modelos de creyentes para nosotros. Ambas tienen fe en Dios, pues le creen, aceptan su propuesta y cumplen sus mandatos. Ponen su persona al servicio de Dios y de la humanidad. Eso mismo hizo Jesús, como lo reconoce el autor de la Carta a los Hebreos. Él entró al mundo en el vientre de María para hacer la voluntad de Dios.
María fue felicitada por Isabel. Le dijo que era dichosa por haber creído. ¿Qué o en qué o en quién había creído? En Dios y su proyecto. Dios le pidió ser la madre del Salvador. Ella aceptó. Lo externó al decirle al Ángel que se cumpliera lo que le había dicho. Y no sólo eso, sino que se confesó como la esclava del Señor, con lo que mostró su total pertenencia a Dios, su disposición plena para obedecer lo que Él le pidiera. Su servicio fue para Dios y para bien de los humanos.
La Virgen escuchó la Palabra de Dios, la meditó, la hizo suya, decidió acomodar su vida y su persona a lo que Él le pidió, le dijo que se comprometía y la llevó a la práctica. Eso es lo que hace una persona de fe. A la luz del testimonio de María, descubrimos que quien tiene fe en Dios no le pide para sí mismo, mucho menos le exige, lo que cree que Dios le tiene que dar: salud, dinero, solución a los problemas, etc. Quien es creyente se pone al servicio de Dios.
La fe en Dios se manifiesta también en el servicio a los demás. María, llevando ya en sus entrañas al Hijo de Dios, Aquel que el profeta Miqueas anuncia como el jefe de Israel y la paz, se fue a servir a su parienta anciana. Llegó a su casa y la saludó. Le ofreció la paz, tanto la que ella vivía interiormente por estar cumpliendo los mandatos de Dios, como la que se estaba gestando en su vientre. María estaba poniendo su persona entera al servicio de quien tenía necesidad.
Isabel era mujer de fe. Fue capaz de reconocer la acción de Dios en la persona de María. Al escuchar el saludo de la que Miqueas anunció como la que tenía que dar a luz, llena del Espíritu Santo bendijo a Dios y a su prima. En su oración diaria los judíos bendecían a Dios. Le decían: “¡Bendito seas, Señor!”, y luego añadían el motivo de la bendición. Esto lo prolongó Isabel en relación a María, al llamarla bendita entre las mujeres y al bendecir el fruto de su vientre.
Isabel creía que el fruto del vientre de María era el Hijo de Dios. Lo reconoció y confesó como su Señor. ¿Quién es capaz de descubrir a Dios en el Hijo que espera una mujer pobre? Solamente alguien de fe. Ella captó la acción de Dios en la persona de su pariente y también se puso a su servicio, pues era su Señor. Ya lo había hecho al recibir en su vientre al profeta Juan. Ahora confiesa que el Señor está cumpliendo sus promesas. ¡Qué fe tan grande la de esta mujer!
Para ser verdaderos creyentes es necesario abrirse a la acción de Dios. Esto implica escucharlo en su Palabra escrita, en la vida ordinaria de todos los días y en el testimonio de las personas que viven en la justicia y santidad. Y además de escucharlo, hay que reflexionar su Palabra, aceptar sus deseos, cambiar de vida, llevar a la práctica lo que Él pide. Las personas de fe ponen toda su persona a disposición de Dios y de los demás, como servidores, como esclavos.
Los servidores y esclavos de Dios y de los demás, se entregan totalmente. Se convierten en ofrenda. El ejemplo y modelo, además de encontrarlo en María e Isabel, lo tenemos en el mismo Jesús. Él vino al mundo para servir a su Padre Dios y a la humanidad. Su cuerpo lo utilizó para servir, como su Madre y su tía. Por la ofrenda de su cuerpo, que hoy se nos ofrece hecho Pan, quedamos santificados. Alimentados con la Comunión, vivamos como personas de fe.
23 de diciembre de 2012
Muy buenas tus homilías por la sencillez y el apego a la realidad; pero me dije: «¡ojalá! EL DIABLO se apiade de nosotros y las ponga con un poco más de anticipación».
Saludos y te deseo lo mejor en estos días que todo mundo se felicita.
Por lo pronto va la de Navidad. Que tengas una Feliz Navidad.
Saludos a tu comunidad.