Homilía para el 3er domingo de Adviento 2013
Testimonio mutuo
Textos: Is 35, 1-6. 10; St 5, 7-10; Mt 11, 2-11.
Este domingo el texto del Evangelio nos invita a reflexionar sobre el testimonio. Quien hace de testigo habla de lo que sabe, lo que ha visto y escuchado; no habla de lo que le platicaron o de lo que le dicen que tiene que decir, sobre todo si hay de por medio dinero o amenazas. En el texto encontramos un testimonio mutuo: Juan lo da sobre Jesús y Jesús lo da sobre Juan. Luego nos preguntaremos sobre cómo estamos dando nosotros testimonio de Jesús y de los demás.
Testimonio mutuo
Textos: Is 35, 1-6. 10; St 5, 7-10; Mt 11, 2-11.
Este domingo el texto del Evangelio nos invita a reflexionar sobre el testimonio. Quien hace de testigo habla de lo que sabe, lo que ha visto y escuchado; no habla de lo que le platicaron o de lo que le dicen que tiene que decir, sobre todo si hay de por medio dinero o amenazas. En el texto encontramos un testimonio mutuo: Juan lo da sobre Jesús y Jesús lo da sobre Juan. Luego nos preguntaremos sobre cómo estamos dando nosotros testimonio de Jesús y de los demás.
Juan se encontraba en la cárcel. No estaba encerrado por malandrín sino por hablar con la verdad. Él era un profeta y con su predicación le había preparado el camino a Jesús. Su predicación la había iniciado invitando a la conversión, no sólo la personal sino también la de las estructuras judías. Después había presentado a Jesús como el Cordero de Dios y había animado a sus propios discípulos a encontrarse con Jesús. Eso mismo siguió haciendo desde la cárcel.
No es que Juan no supiera lo que andaba predicando y realizando Jesús. Lo sabía muy bien y estaba convencido de su acción y predicación. Al enviar a sus discípulos lo que quería era que ellos se encontraran con Jesús y, por sus propios ojos y oídos, lo aceptaran, se convencieran de Él y luego se convirtieran en testigos del Mesías. Al enviar a sus discípulos, lo que Juan estaba haciendo era dar testimonio de Jesús para que luego ellos animaran a otros a hacer lo mismo.
Cuando llegaron los discípulos del Bautista a preguntarle si Él era el Mesías o había que esperar a otro, Jesús estaba realizando su misión. Con sus hechos hacía realidad lo que anunció el profeta Isaías: que los ciegos verían, los sordos oirían, los cojos saltarían, los mudos cantarían, los débiles se fortalecerían. Con todo eso y, además, con la resurrección de los muertos y la buena nueva anunciada a los pobres, el Reino de Dios se hacía presente.
Eso fue lo que los discípulos de Juan vieron y oyeron. Tenían los elementos para ser testigos de Jesús. De eso regresaron dando testimonio a Juan y a sus demás amigos. Al regresar los dos enviados por el Bautista, Jesús aprovechó para dar testimonio de Juan ante la multitud que lo escuchaba. También lo conocía, y muy bien. El testimonio que dio Jesús no fue inventado. También dijo lo que había visto y oído de su primo. Por lo que su testimonio era verdadero.
El Bautista y Jesús no se echaron tierra mutuamente sino que se echaron flores. Ellos nos enseñan a valorar a la otra persona, a reconocer su servicio, a proclamar ante los demás la grandeza de su persona y su misión. Su testimonio era verdadero porque estaba fundado en lo que vieron y oyeron uno del otro y, además, porque uno y otros descubrieron la acción salvadora de Dios en su estilo de vida, en su predicación y acciones, en su entrega por los demás.
Como bautizados nuestro compromiso es dar testimonio de Jesús. En el Bautismo recibimos su misma misión y su estilo de vida. Quedamos convertidos en testigos de Jesús. Pero una cosa es haber recibido una misión, quedar constituidos testigos, y otra es vivir cumpliendo la misión y estar dando testimonio de Jesús. El Bautismo no lo hace todo automáticamente, se ocupan los hechos. ¿Qué estamos haciendo para dar testimonio de Jesús?
Por otra parte, tenemos el deber de dar testimonio de los demás: los esposos, uno del otro; los agentes de pastoral entre ellos. Nos debemos valorar con todos como personas, como miembros de la Iglesia, como la misma carne entre esposos y como corresponsables en la misión entre agentes de pastoral. Animados por la Eucaristía, dejemos de echarnos tierra y aprendamos a echarnos flores, como hicieron Juan el Bautista con Jesús y Jesús con Juan.
15 de diciembre de 2013