Homilía del 9º domingo ordinario 2018
Santificar todos los días
El sábado era, y sigue siendo, para los judíos el día sagrado. Ellos tenían que santificarlo, dedicarlo totalmente a Dios. Ese día no se tenía que trabajar, como acabamos de escuchar en el texto del Deuteronomio. Si desde el principio se descansaba el sábado y se daba gracias a gracias a Dios, porque el séptimo día descansó después de haber creado el universo en seis días, con la liberación de la esclavitud a que los israelitas estaban siendo sometidos en Egipto, el sábado había que santificarlo; y el modo de hacerlo, además de la reunión en la sinagoga para orar, cantar himnos, leer y meditar las Escrituras, era no realizando ningún trabajo.