Vientos nuevos para renovar nuestra esperanza
Por: Alejandro Cancino S.J.
Del 2 de octubre al 12 de noviembre de 2016 se realizó en Roma la Congregación General (CG) número 36 de la Compañía de Jesús, la Orden de los jesuitas. Una asamblea como la CG se convoca para elegir a un nuevo superior general de la Orden y para tratar asuntos en torno a la misión que los jesuitas hacen al servicio de la Iglesia. Desde la fundación de la Compañía de Jesús, en 1540, se han efectuado 36 Congregaciones Generales y han sido elegidos 31 superiores generales. En esta última CG nos reunimos 215 delegados de 61 provincias jesuitas presentes en los cinco continentes. De México asistimos tres delegados de la provincia mexicana. El número más grande de delegados era de la India, donde hay 18 provincias.
Como participante en esta última CG, y con la intención de hacer ejercicio de memoria histórica que mantenga y refresque la esperanza, destaco cuatro aspectos que son muy significativos para la Compañía y para la Iglesia universal. El primero es que el 59 % de los delegados proveníamos de provincias de países del “Sur” del mundo. Cabe señalar que en Asia y en África ha habido un aumento de vocaciones jesuitas en los últimos años. Además, la tercera parte de los miembros de la CG venía de países del Oriente. Estos datos son importantes, ya que anteriormente la Compañía estaba constituida mayoritariamente por jesuitas de Occidente, de los llamados países del “Norte”. Muchos jesuitas de Occidente fueron misioneros en América, África, Asia y Oceanía, y fueron ellos los que cultivaron vocaciones en esas latitudes. Algo similar ha sucedido con la actual configuración de la Iglesia Universal, creciente en el Sur y menos mayoritaria en el Norte. Esto muestra un rostro diferente de nuestra Iglesia insertada en diferentes culturas, las cuales poseen una especial sensibilidad en las expresiones de la fe, como lo podemos ver en nuestro país.
El segundo aspecto que destaco de la CG 36 es la experiencia de la unidad en la diversidad. Durante los 41 días transcurridos de la CG los 215 participantes experimentamos una misma fe y seguimos un mismo espíritu, a pesar de provenir de tan diferentes lugares. Asimismo, el sentido de pertenencia a la Compañía y a la Iglesia fue algo que todos pudimos palpar en nuestro corazón y que rebasó la diversidad de lenguas y culturas. Caímos en la cuenta de que lo que nos unía eran Jesucristo y el deseo de actuar con un mismo “modo de proceder”, el de nuestro fundador san Ignacio de Loyola. Este modo de proceder se manifestó en la CG en una gran variedad de estilos, expresiones y acciones.
El tercer aspecto que resalto es el de la elección del superior general. Por primera vez en la historia de la Compañía la CG eligió a un jesuita no europeo, sino a un latinoamericano: el padre Arturo Sosa Abascal, S. J., originario de Venezuela. El padre Sosa tiene 69 años e ingresó al noviciado en 1966, a la edad de 17 años. El nuevo padre general pertenece a las generaciones que vivieron grandes cambios en la Iglesia con el Concilio Vaticano II. Siendo novicio leyó y estudió la “Carta de Río” (1968), documento elaborado por los superiores provinciales jesuitas de América Latina y que fue clave para fortalecer la misión de la Compañía en favor de la justicia social en Latinoamérica. En aquella época la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) también publicó los Documentos de Medellín (1968) y, más tarde, los Documentos de Puebla (1979). Estos dos textos integran la misma línea de hacer vida la fe en el corazón de la realidad social de nuestros pueblos. Después de estudiar filosofía y teología, el padre Sosa hizo un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Caracas y trabajó 18 años en el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), institución dirigida por los jesuitas en la misma ciudad. Como provincial de Venezuela, a partir de 1996, fue testigo de tres iniciativas novedosas en la organización de la Compañía de Jesús: la creación de la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL), el nacimiento de la Asociación de Universidades a cargo de los jesuitas en América Latina (AUSJAL), y la conformación de una red internacional de los colegios de Fe y Alegría (que para el año 2013 esta red contaba con un millón y medio de alumnos en América Latina, África y Europa). Ya como superior general, el padre Sosa ha insistido en dos cuestiones que en estos tiempos me parecen muy importantes para la Iglesia y para la Compañía de Jesús. La primera es que la misión de proclamar, extender y hacer vida la Buena Noticia no es exclusiva de los sacerdotes y religiosos, sino que esa tarea debe realizarse en colaboración con los laicos, quienes muchas veces hacen gran parte del trabajo pastoral en la Iglesia. La segunda cuestión es la insistencia en la necesidad de fomentar en los miembros de la Orden una hondura tanto intelectual como espiritual, pues para entender el mundo en que vivimos y anunciar el Evangelio es necesario conocer a fondo la realidad y estar intensamente unidos a Jesús.
El último aspecto a destacar es la visita que el Papa Francisco nos hizo en el aula de la CG. Es tradición que cuando se tiene una CG, los delegados tengan una audiencia en el Vaticano con el pontífice en turno para que el Santo Padre dirija un mensaje particular a los delegados y a toda la Compañía. Pero en esta ocasión, el mismo Papa llegó al aula de la CG sólo con su chofer. Para empezar, el Papa Francisco nos acompañó en la oración de la mañana. Después nos dirigió unas palabras con las que nos invitó a pedir insistentemente la consolación del Señor en nuestra misión, a dejarnos conmover –en el jubileo de la misericordia– por la contemplación del Señor puesto en la Cruz, y a hacer el bien que viene del Buen Espíritu, pero sin caer en activismos y siempre con el mismo sentir de la Iglesia. Para cerrar con broche de oro, durante una hora y media pudimos hacerle varias preguntas, las cuales nos respondió de manera paternal y fraterna. Esta visita del Papa fue para todos los congregados un momento emotivo, profundo y decisivo para el subsecuente desarrollo de la CG.
Al hacer este breve recuento de una Compañía de Jesús con rostro nuevo, proveniente mayoritariamente del sur, dentro de una Iglesia encarnada en diferentes culturas, se hace indispensable valorar nuestra propia tradición como cuerpo apostólico y a renovarla con la luz del Evangelio. La unidad experimentada por medio del Espíritu que se encarna en la diversidad nos mueve a abrirnos a los nuevos retos y a adaptarnos a los nuevos tiempos. El contexto de la Iglesia latinoamericana, una Iglesia interpelada por los que sufren y los excluidos del sistema, nos llama a volver al Evangelio proclamado por Jesús, y a proclamar esta Buena Nueva en medio de tantas injusticas sociales y económicas. Pidamos a Dios el consuelo del Espíritu Santo para «dejarnos conmover por el Señor puesto en Cruz» en medio de nuestro pueblo, y para colaborar juntos en la misión que Cristo nos ha confiado como miembros de su Iglesia.