Homilía para el 27º domingo ordinario 2015
Una sola carne
Este domingo está dando inicio en Roma el Sínodo sobre la Familia, del que hay muchas expectativas, dudas y esperanzas, y que tiene como tema: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Los textos de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, dan luces sobre el matrimonio, al recordar el proyecto original de Dios, y anima a quienes han sido llamados al estilo de vida matrimonial a fortalecerse en su proyecto de vida.
Una sola carne
Textos: Gn 2, 18-24; Hb 2, 8-11; Mc 10, 2-16.
Este domingo está dando inicio en Roma el Sínodo sobre la Familia, del que hay muchas expectativas, dudas y esperanzas, y que tiene como tema: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Los textos de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, dan luces sobre el matrimonio, al recordar el proyecto original de Dios, y anima a quienes han sido llamados al estilo de vida matrimonial a fortalecerse en su proyecto de vida.
Dice san Marcos que unos fariseos le preguntaron a Jesús si le era lícito a un hombre divorciarse de su esposa. Esto nos hace pensar inmediatamente en las situaciones de divorcio, tan ordinarias en nuestros días. ¿Cuántos casos conocemos de parejas divorciadas? Lo que hizo Jesús nos lleva a poner la atención en el punto central de la relación matrimonial. Se trata de un diseño realizado por Dios y puesto en manos del hombre y la mujer desde el paraíso.
El proyecto de Dios se sintetiza en la expresión: “Serán los dos una sola carne”. Dios vio que el hombre no era para estar en soledad y hacer su vida de manera individualista, que necesitaba de alguien que tuviera la misma condición, que lo ayudara y compartiera la vida con él. Por eso, como testimonia el Génesis, de la costilla de Adán Dios formó una mujer y, al presentársela, Adán exclamó que era carne de su carne y hueso de sus huesos. ¡Tienen la misma dignidad!
Esto fue lo que Jesús respondió a aquellos fariseos que le querían poner una trampa. El matrimonio es la unión estable y permanente entre un hombre y una mujer, para amarse y ayudarse mutuamente, caminar juntos, complementarse. Esto no tiene vuelta. Esta unión está pensada por Dios para que hombre y mujer crezcan, se realicen, sean felices y caminen hacia la santidad. Esto se logrará solamente si se esfuerzan y luchan por ser una sola carne.
Jesús añadió algo fundamental en esa relación matrimonial. Dijo que lo que Dios unió no lo debe separar el hombre. Este es el proyecto de Dios avalado por Jesús. Este es el proyecto que asumen quienes se casan. Aunque el matrimonio se haga solamente por lo civil, por tratarse de dos bautizados existe el mismo compromiso; no se diga cuando se decide hacerlo por la Iglesia. En nuestros días no siempre se inicia el matrimonio de parte de los dos con esta conciencia.
Esta del proyecto matrimonial, y su ruptura que termina en separación o divorcio, es una de tantas situaciones familiares que se van a tocar en el Sínodo de los Obispos sobre la Familia. No es la única, porque el matrimonio y la familia tienen otras dimensiones y están influidos por muchos factores. El esfuerzo de los participantes en el Sínodo y del Papa Francisco será reflexionar de manera integral sobre la vida matrimonial y familiar, para aclarar mejor su vocación y misión.
Una de las preocupaciones actuales es la de las separaciones y la formación de una nueva familia. ¿Qué hacer ante esta situación cada vez más común? Lo primero es no dejar de transmitir el proyecto de Dios de que quienes se casan lo hacen para ser una sola carne. Lo segundo es no condenar a los y las que, por la razón que sea, han fracasado en su proyecto matrimonial y acompañarlos para que no se dé la violencia entre ellos ni infundan en sus hijos el rencor.
Elevemos al Señor nuestra oración por el Sínodo, para que dé frutos en relación a la vocación y misión de las familias. Encomendemos a todas las parejas, para que, haciéndose una sola carne, se realicen en su vida matrimonial y familiar. Pidamos por quienes se han separado y han comenzado una nueva unión, para que el Señor y su comunidad les ayuden expresando la misericordia. Dispongámonos a recibir la Comunión, que es el alimento de los esposos y sus familias.
4 de octubre de 2105