Homilía para el 19º domingo ordinario 2015

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Escuchar, creer, comer

Ord19 B 15

Jesús se presentó como el Pan vivo bajado del cielo, lo que despertó las murmuraciones de quienes lo estaban escuchando en la sinagoga. Hoy se nos ofrece de la misma manera: como Pan vivo y, además, Pan que da vida. Espera que lo recibamos y nos alimentemos de Él, no sólo en el momento central de esta celebración, que es la Comunión, sino en nuestra vida ordinaria. Los textos bíblicos nos disponen a recibirlo, para llenarnos de su vida y luego transmitirla.

Escuchar, creer, comer

Textos: 1 Re 19, 4-8; Ef 4, 30-5, 2; Jn 6, 41-51.

Ord19 B 15

Jesús se presentó como el Pan vivo bajado del cielo, lo que despertó las murmuraciones de quienes lo estaban escuchando en la sinagoga. Hoy se nos ofrece de la misma manera: como Pan vivo y, además, Pan que da vida. Espera que lo recibamos y nos alimentemos de Él, no sólo en el momento central de esta celebración, que es la Comunión, sino en nuestra vida ordinaria. Los textos bíblicos nos disponen a recibirlo, para llenarnos de su vida y luego transmitirla.

Al escuchar las críticas que le hacían por presentarse como alguien bajado del cielo, Jesús hizo un comentario, en el que podemos vernos reflejados nosotros, personalmente, como familia y como comunidad. Él aclaró que no venía por su cuenta sino enviado por el Padre. Por eso pidió que se escuchara a su Padre, quien orienta hacia su Hijo. Y Jesús, el Hijo de Dios, pide creer en Él y alimentarse de Él. Tres cosas que hay que ver si las realizamos en nuestra vida.

Jesús pide escuchar a Dios. En la primera lectura encontramos un testimonio de alguien que sí lo escuchaba: Elías. Cansado por el camino, desanimado ante la misión al grado de desear la muerte, fue capaz de escuchar la voz de Dios, que le pedía comer para seguir su camino, que todavía era largo. Le hizo caso y llegó hasta el monte Horeb, donde después se encontraría con Él. Jesús, que también atendía a su Padre y le hacía caso, nos pide hacer lo mismo.

Lo curioso está en que Dios siempre habló de Jesús, su Hijo, lo presentó e hizo la invitación a escucharlo. El Padre nos orienta hacia su Hijo. Por eso, Jesús dice que quien escucha a su Padre y aprende de Él, le hace caso. Y Jesús espera que creamos en Él. Creerle asegura la vida eterna. Creerle es mucho más que decir: “Creo en Jesucristo”, como haremos en el Credo. Creerle es aceptar lo que nos pide, meterlo en el corazón, integrarlo en nuestra vida y realizarlo.

Esto de escuchar a Dios y creerle a Jesús es un desafío para nosotros. El mercado, que marca y conduce la vida de la sociedad en este tiempo, todos los días y por todos los medios invita a comprar, consumir, estar a la moda, acaparar, desechar, cambiar, lucir, presumir… Generalmente se le escucha, se le cree, se le hace caso; realizamos lo que él nos dice. Creo que no pasa lo mismo con nuestro Padre Dios y con Jesús. Casi no les dedicamos tiempo… o muy poco.

San Pablo hace una lista de modos de ubicarnos ante los demás. Señala unos que hay que quitar de nuestra persona: las asperezas, los corajes, la rabia, los insultos, las ofensas; en una palabra, toda clase de maldad. Hay situaciones de éstas que nos duran hasta años. Pero remarca otras que debemos cultivar: la bondad, la tolerancia, el respeto, el perdón, el amor. Éstas sí las deberíamos cargar toda nuestra vida, como signos de que creemos en Jesús.

Al final del texto del Evangelio que se proclamó, Jesús invita a comer el Pan bajado del cielo. O sea, que nos invita a comérnoslo a Él. Comerlo trae el mismo provecho que creerle: la vida eterna. Como que esto de la vida eterna no nos dice mucho hoy. Lo que dice es lo que se vive en este momento, lo que vemos, lo que sentimos, lo que experimentamos. Pero esa es la propuesta de Jesús. Se ofrece para que nos lo comamos, nos nutramos de su vida y demos vida.

En el momento de la Comunión nos vamos a alimentar del Cuerpo y la Sangre de Jesús. A eso vinimos. Preparémonos para recibirlo haciendo caso a lo que Dios nos pide: que escuchemos a su Hijo; dispongámonos para comulgar, renovando nuestra fe en Jesús y asumiendo todo lo que nos propone para dar vida; hagamos de Jesús, el Pan vivo bajado del cielo, nuestro alimento permanente. Que la vida que Él nos da la prolonguemos dando vida a los demás.

9 de agosto de 2015

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