Homilía para el 17º domingo ordinario 2015
Compartir nuestro pan
Nos hemos reunido este domingo para encontrarnos con Jesús y alimentarnos de Él, convertido en pan y vino. Jesús mismo es quien toma los panes y el vino, da gracias a Dios, los parte y los reparte, como sucedió en aquella ocasión narrada en el Evangelio. Al igual que la gente, nosotros buscamos a Jesús porque tenemos necesidad de escucharlo, de recibir la luz y la fuerza para salir adelante en los problemas. Él nos atiende y nos da mucho más que eso: nos alimenta.
Compartir nuestro pan
Textos: 2 Re 4, 42-44; Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15.
Nos hemos reunido este domingo para encontrarnos con Jesús y alimentarnos de Él, convertido en pan y vino. Jesús mismo es quien toma los panes y el vino, da gracias a Dios, los parte y los reparte, como sucedió en aquella ocasión narrada en el Evangelio. Al igual que la gente, nosotros buscamos a Jesús porque tenemos necesidad de escucharlo, de recibir la luz y la fuerza para salir adelante en los problemas. Él nos atiende y nos da mucho más que eso: nos alimenta.
Jesús estaba atento a la situación de las personas que lo seguían. Si eran enfermos, los curaba; si estaban endemoniados, los liberaba; si tenían pecados, los perdonaba; si tenían un difunto, lo resucitaba; si andaban con hambre, veía qué hacer, como acabamos de escuchar. Le preguntó a Felipe, uno de los Doce, que cómo se le hacía para comprar pan para que comiera toda esa gente. Una pregunta básica en cualquier lugar donde haya personas con hambre.
Jesús era sensible a las situaciones de sufrimiento de los demás. No se quedaba con los brazos cruzados sino que hacía algo. En este caso forzó a sus discípulos a involucrarse en la necesidad de pan. Primero hicieron un presupuesto de lo que se ocupaba y vieron que lo que tenían no les alcanzaba; luego investigaron qué traía la gente y descubrieron que un muchacho tenía cinco panes y dos pescados, pero tampoco ajustaría eso para los miles de personas que había.
Para Jesús con eso era suficiente, con tal de que aquel joven no se los guardara egoístamente; se ocupaba que los compartiera. Y así sucedió. Jesús celebró la Eucaristía con aquello que parecía no sólo poco sino muy poco. Tomó primero los panes y luego los pescados, dio gracias a Dios porque había qué comer y eso era un don suyo, le agradeció los panes y pescados compartidos y los repartió con la gente. Es importante y necesario poner en común el alimento.
Si todos comieron y se saciaron fue gracias a la preocupación de Jesús, a que sus discípulos se involucraron e investigaron, a que el muchacho puso en común lo poco que tenía –aunque para él solo sí era mucho–, a la oración de acción de gracias elevada al Padre. Para que nadie pase hambre se necesita la acción de todos: de Jesús, de su Padre, de quien tiene pan, de quien ayuda a que se comparta. De esta manera no sólo ajusta sino que hasta sobra.
Y lo que queda también hay que recogerlo. Dice el evangelista que al final, con los pedazos que sobraron, se llenaron doce canastos. Lo que queda de la comida no hay que tirarlo. Eso sirve para que coman otros o para comer la siguiente vez. El alimento es don de Dios y no hay que echarlo a los desperdicios o tirarlo así sin más. Es parte de lo que se compartió y fue bendecido. Jesús ayudó a tomar conciencia de esto y es un motivo más de agradecimiento a Dios.
En nuestro tiempo millones de personas pasan hambre, no sólo en otros países sino aquí entre nosotros. Tenemos que estar atentos, sensibilizarnos, ver qué hacer, poner en común nuestro pan, agradecerlo a Dios y repartirlo, con la finalidad de que nadie pase hambre. Esto exige también que nadie acapare los alimentos, los guarde para encarecerlos y hacer negocio con ellos; y que nos eduquemos a no tirar sino a guardar y aprovechar lo que queda de la comida.
Hoy domingo Jesús nos asegura el alimento para todos. Pondremos sobre el altar los panes y el vino que alguien ha traído y puesto a la disposición de todos. Jesús los tomará, hará la acción de gracias a Dios, los partirá y distribuirá, todos podremos comer de ellos y saciar nuestra hambre de Él. Jesús no sólo nos da panes y vino; se entrega totalmente en ellos. Y seguramente quedarán algunos panes consagrados para alimentar a los enfermos. Recibámoslo con gusto.
26 de julio de 2015