Homilía para el domingo de Epifanía

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Este día de festejo en honor al Santo Niño Milagroso, domingo, celebramos la fiesta de su manifestación a todos los pueblos de la tierra. Lo hizo desde la pobreza y la periferia, ahí donde nació, creció y realizó su misión. Dios se dio a conocer a todo el mundo, representado en los magos de oriente, por medio de su Hijo recién nacido.

Desde su pobreza, el Santo Niño evangelizó a los pobres

Textos: Is 60,1-6; Ef 3,2-3.5-6; Mt 2,1-12

Este día de festejo en honor al Santo Niño Milagroso, domingo, celebramos la fiesta de su manifestación a todos los pueblos de la tierra. Lo hizo desde la pobreza y la periferia, ahí donde nació, creció y realizó su misión. Dios se dio a conocer a todo el mundo, representado en los magos de oriente, por medio de su Hijo recién nacido.

Viniendo desde los últimos rincones de la tierra y guiados por una estrella, los magos buscaron y encontraron al rey de los judíos que acababa de nacer. Curiosamente esta fue la inscripción que le pusieron sobre su cabeza en la cruz, como razón por la cual había sido crucificado: “Rey de los judíos”. Jesús “nació pobre, vivió más pobre y murió pobrísimo”, decía Don Serafín continuamente, en los 23 años que duró su servicio episcopal en nuestra Diócesis. De esta manera, Jesús llevó a cabo el proyecto salvador de Dios, que quiere que todos los pueblos se salven. Los magos lo encontraron en su casa y se llenaron de alegría.

Con ellos, siendo apenas un recién nacido, comenzó a realizarse su proyecto de anunciar la Buena Nueva a los pobres. Con su sola presencia se convirtió en buena noticia para los alejados, en luz para los paganos y en salvación a todos los pueblos. Lo que significa que esta no era exclusiva ni de Israel, el antiguo pueblo de Dios, ni de la Iglesia, su nuevo pueblo. Por eso, ayudados por el salmista, le dijimos a Dios que todos los pueblos lo adoren. Los magos se alegraron, se postraron, lo adoraron, le ofrecieron sus regalos, lo cuidaron.

Esta experiencia de ser evangelizados, supuso para los magos recibir la noticia de la existencia del Niño, decidirse a buscarlo, cambiar su estilo de vida, ponerse en camino, dejarse guiar, preguntar, superar dificultades. Alguien les tuvo que informar y conducir para que pudieran vivir el encuentro con Jesús. Esto lo pueden hacer solamente los pobres, los que se saben necesitados y se abren a la acción salvadora de Dios, los que nada tienen que perder y todo que ganar. En su pobreza, el Santo Niño se dejó encontrar por otros pobres y se convirtió, así, en Evangelio, en Buena Nueva, en anuncio y realización del Reino de Dios.

En 1983, en el curso de Pueblo Nuevo, Don Serafín hizo pública su opción por los pobres e invitó a la Diócesis a hacerla también como el modo de evangelizar y, por tanto, de ser fieles en el seguimiento de Jesús, que vivió pobre y así evangelizó a los pobres. Este ha sido un referente continuo en los planes diocesanos de pastoral, en las opciones y la vida de Iglesia en nuestra Diócesis. Con la llegada del Papa Francisco, que pidió una Iglesia pobre y para los pobres al iniciar su servicio como obispo de Roma, se fortaleció esta opción diocesana; aunque en la práctica todavía nos falta mucho para vivirla a plenitud, es decir, lograr que los pobres sean los sujetos de la misión y los destinatarios privilegiados del Evangelio.

Demos gracias a Dios por el modo como diseñó su proyecto de salvación: desde la pobreza, en las periferias, para los pobres y alejados y, llenándolos de alegría, junto con ellos. Pidámosle que, siguiendo el testimonio de los magos, desde nuestra pobreza busquemos continuamente al Santo Niño; que lo encontremos llenos de alegría, dejándonos guiar por las personas que ya están haciendo este camino en nuestra comunidad parroquial.

3 de enero de 2021

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