Homilía para el 2º domingo ordinario 2019

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Devolver la alegría
Estamos reunidos como cada domingo para celebrar la Eucaristía y agradecer con ella la Resurrección de Jesús. Hoy nos encontramos en el Evangelio con una situación de angustia que Jesús transformó en alegría. El vino se había acabado en la fiesta de bodas, con lo que la fiesta estaba a punto de echarse a perder. La angustia se vino para los novios, porque ya no tenían qué ofrecerles a sus invitados para que la fiesta continuara. Quien se dio cuenta del problema fue María. Pensó en hacer algo y se lo comunicó a Jesús. La atención a las necesidades de los demás para ver qué hacer por ellos es fundamental en nuestra vida como Iglesia.

Devolver la alegría

Textos: Is 62, 1-5; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11

Estamos reunidos como cada domingo para celebrar la Eucaristía y agradecer con ella la Resurrección de Jesús. Hoy nos encontramos en el Evangelio con una situación de angustia que Jesús transformó en alegría. El vino se había acabado en la fiesta de bodas, con lo que la fiesta estaba a punto de echarse a perder. La angustia se vino para los novios, porque ya no tenían qué ofrecerles a sus invitados para que la fiesta continuara. Quien se dio cuenta del problema fue María. Pensó en hacer algo y se lo comunicó a Jesús. La atención a las necesidades de los demás para ver qué hacer por ellos es fundamental en nuestra vida como Iglesia.

En nuestra comunidad y en el sur de Jalisco existen muchas situaciones de angustia y sufrimiento, porque lo que se gana no ajusta para la vida, porque se dan situaciones de desavenencias y fracturas en las familias, porque varios adolescentes y jóvenes entran en el mundo de las drogas y el crimen organizado. A nosotros nos toca estar atentos, como María, a las necesidades de las familias de la comunidad, no para condenar o criticar sino para tender la mano y ayudar, para buscar los caminos que devuelvan la vida, la armonía, la tranquilidad. Para esto tenemos que llevar a la práctica lo que dijo la Virgen a los sirvientes en la fiesta: que hagamos lo que Jesús nos dice.

Entre otras cosas, Jesús nos dice que no seamos insensibles a las necesidades de los demás, que no pasemos de largo ante los tirados y medio muertos en el camino, que nos amemos mutuamente como Él nos ha amado, que nos perdonemos, que nos hagamos los últimos y servidores de todos.

Jesús aprovechó las tinajas destinadas a los ritos de purificación, para quitar la angustia de los novios, para devolver la vida y para que no se perdiera la alegría entre los invitados a la fiesta de bodas. Lo que servía para lavar las faltas –las tinajas– se convirtió en fuente de alegría, primero para el encargado de la fiesta, luego para todos los asistentes. De ahí salió y se sirvió el vino mejor, como lo mencionó el mayordomo cuando felicitó al novio por lo que había “hecho”.

Es necesario como discípulos acercarnos a Jesús, escucharlo, hacerle caso, beber de Él, para poder saborear la vida y mantenernos en la alegría y la armonía. Los discípulos de entonces creyeron en Él al ver el primero de los signos que realizó, según nos narra el evangelista Juan. Nosotros estamos llamados a creer en Jesús y a ayudar a que otros crean en Él por los signos de compasión y solidaridad que realicemos como miembros suyos, tanto personal como comunitariamente.

Para eso recibimos el Espíritu de Dios en el Bautismo, el cual impulsa a servir desde muchos campos, mueve a donarse para el bien de los demás, ayuda a trabajar por el bien común, comunica su vida para que nosotros la transmitamos sobre todo ante situaciones de sufrimiento. Para vivir la solidaridad y devolver la vida y la alegría, también tenemos que alimentarnos de Jesús, el Vino mejor que Dios nos ofrece. Hoy lo vamos recibir en la Comunión sacramental.

Nuestro mundo necesita signos de vida y esperanza. A nosotros nos toca estar atentos como María a las situaciones de sufrimiento y muerte para vivir la solidaridad. Debemos hacer lo que Jesús nos dice para dar testimonio de discípulos misioneros. Necesitamos alimentarnos de Jesús para recibir la vida y transmitirla a los demás. Nos tenemos que dejar conducir por el Espíritu Santo para devolver la alegría a las familias, a los desechados de la sociedad, a los que andan buscando la vida para ellos y sus familias. Preparémonos para recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, que son la fuente de la vida, del servicio, la alegría, la armonía, la comunión.

20 de enero de 2019

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