Homilía para el primer domingo de Cuaresma 2023

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El diablo tiene sus tretas para hacer caer a la gente en la tentación, para que rompa la relación con Dios, la dinámica de la hermandad entre personas y la armonía de la Casa común.

Escuchar a Dios, como Jesús

Textos: Gn 2, 7-9; 3, 1-7; Rm 5, 12-19; Mt 4, 1-11

El diablo tiene sus tretas para hacer caer a la gente en la tentación, para que rompa la relación con Dios, la dinámica de la hermandad entre personas y la armonía de la Casa común. Jesús nos enseña el camino para vencer la tentación: escuchar a Dios y obedecerlo.

Con su astucia, como se describe a la serpiente, el Tentador ofrece el poder. Así les pasó a Adán y Eva. Les hizo creer que Dios les había prohibido comer del árbol que estaba en el centro del jardín porque serían como Él. “Serán como Dios”, les dijo. Esta es la tentación fundamental de la humanidad. El poder es agradable, apetitoso, codiciable, como lo vieron ellos. Quien se siente dios, se siente dueño de personas, familias, comunidades, pueblos, cosas, la naturaleza… y hace y deshace. Hace sentir su “poder” sobre los demás y se apropia de su vida, su trabajo, sus propiedades, su tranquilidad. Cerrando su corazón a la voz de Dios, que les había pedido no comer de ese árbol, no lo escucharon e hicieron lo que el Diablo les ofreció. Inmediatamente se dieron cuenta de su desnudez, pues ya no estaban en condiciones de seguirse encontrando con Dios, como hacían cada tarde, para escucharse mutuamente.

A Jesús le ofreció lo mismo: aprovecharse de su condición de Hijo de Dios, utilizar su poder para su propio beneficio. Usando su astucia lo retó diciéndole: “Si tú eres el Hijo de Dios”. El Demonio sabe por dónde llegar: por lo más débil, que es el atractivo del poder, y aprovecha cualquier situación para despertar el deseo de tenerlo y hacerlo sentir. A Jesús, que tenía hambre después de haber estado ayunando durante cuarenta días, le propuso que convirtiera las piedras en panes. Si Él tenía el poder de Hijo de Dios, entonces lo podía aprovechar, podía romper la dinámica de la naturaleza, saciar su hambre, hacer negocio, tener al mundo a sus pies. Jesús no lo escuchó, porque tenía su corazón abierto a su Padre. A Él sí lo escuchó.

Jesús estaba decidido a obedecer a Dios. Por eso se defendió del Diablo diciéndole que escuchar y obedecer a Dios da vida. La vida se recibe no solo del pan material, y menos teniéndolo como consecuencia del abuso de poder, quitándoselo a los demás, sacándolo de donde sea y como sea, ejerciendo la injusticia y exprimiendo la naturaleza. La palabra de Dios da vida si se le hace caso. Jesús nos muestra que el camino para tener vida es escuchar a Dios, abrirle el corazón, estar atentos a su palabra, hacerla propia, obedecerlo.

En la segunda tentación lo retó nuevamente a usar su poder de Hijo de Dios para ganar fama y mostrar que hasta a los ángeles tenía a su servicio. Incluso, en sus artimañas, el Diablo utilizó textos bíblicos para seducirlo. Jesús se volvió a defender con la palabra de Dios, dejando claro que no iba a tentar a su Padre, sino que lo estaba escuchando y lo obedecería. Tampoco cayó en la trampa. Conociendo la condición humana, que no se resiste a poseer bienes materiales, le ofreció hacerlo dueño de todos los reinos de la tierra, regalárselos, con tal de que lo hiciera su dios, se postrara ante él y lo adorara. Esto es exactamente lo que hace el dinero con mucha gente: se convierte en dios, se le adora, se le ofrecen en sacrificio personas, familias, pueblos, con tal de poseerlo. Jesús dejó claro que solamente a Dios, su Padre, es a quien se le deben la obediencia, el honor y el culto, y esto a través de una vida de hermanos.

¿Qué tan abiertos estamos a Dios para escucharlo y obedecerlo, para luchar por vivir en la hermandad y mantener la armonía de la Creación? ¿Nos parecemos a Jesús o a Adán y Eva?

26 de febrero de 2023

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