Homilía para el domingo de Pentecostés 2022

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El Espíritu Santo descendió sobre la comunidad, llenó con su fuerza e infundió su dinamismo a los discípulos y discípulas, y salieron a realizar la misión.

Salir a la misión en las periferias

Textos: Hch 2, 1-11; 1 Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23

Jesús prometió y cumplió. Antes de su Ascensión prometió a sus discípulos enviarles junto con su Padre el Espíritu Santo. El día de Pentecostés, que era la fiesta judía de las cosechas, cumplió su promesa. El Espíritu Santo descendió sobre la comunidad, llenó con su fuerza e infundió su dinamismo a los discípulos y discípulas, y salieron a realizar la misión.

Jesús les había pedido que fueran sus testigos hasta los últimos rincones de la tierra. Es lo que hoy llamamos las periferias: los lugares más alejados, los núcleos de personas bautizadas pero alejadas de la Iglesia, las gentes sufrientes, excluidas y descartadas de la sociedad. Aquí en nuestra parroquia, un buen número de personas viven en estas condiciones y nuestra tarea es acercarnos a ellas, escucharlas, llevarles el Evangelio, anunciarles a Jesús, consolarlas, devolverles la esperanza. Para realizar esta misión, tenemos la asistencia del Espíritu Santo. Es el mismo Espíritu que llenó la vida de la primera comunidad reunida en el cenáculo y los impulsó a salir a la misión. Así como ellos salieron a proclamar las maravillas de Dios, así tenemos que dejarnos conducir por Él para realizar nuestra misión.

Como comunidad recibimos el don del Espíritu en Pentecostés, personalmente en el Bautismo. De ahí que la misión es personal y comunitaria. El Espíritu de Jesús actúa en cada uno, desde nuestro interior, y nos mueve a llevar el Evangelio; pero tenemos que abrirnos a su acción y dejarnos conducir por Él. ¿Por qué será que la mayoría de los bautizados se resiste a colaborar en la misión, si el Espíritu descendió sobre cada uno? San Pablo nos recuerda que en cada uno se manifiesta para el bien común. Hay que dejarlo actuar. San Antonio de Padua nos da ejemplo, pues él iba y venía por dondequiera proclamando el Evangelio, curando, consolando, aunque no siempre era escuchado. Pero él no dejaba la misión.

Pablo da testimonio de la acción del Espíritu en la vida de la comunidad. Él hace nacer dones, carismas, actividades, servicios, ministerios, para que el Evangelio sea anunciado, para que la comunidad viva la unidad, para que como comunidad se realicen acciones que hagan presente el Reino de Dios, para que la comunidad salga a la misión a las periferias. Esto es lo que deberíamos estar viviendo permanentemente como comunidad parroquial. Nos falta abrirnos a la acción del Espíritu y dejar que Él haga nacer más servicios y ministerios en la vida de nuestras comunidades, en cada barrio, en cada colonia, en cada sector o zona pastoral, para que el Evangelio llegue a todos los rincones, para que transforme la vida de las personas, para que los sufrientes y desechados encuentren el consuelo y la esperanza. Hay que pedir al Señor que seamos dóciles a su Espíritu y lo dejemos actuar en la vida de nuestra parroquia, para que seamos una comunidad de comunidades misioneras y para que nos mantengamos en salida permanente a las periferias. Él no nos quiere encerrados en el templo o en los lugares de reunión, sino activos en la misión por todos lados.

Tomemos conciencia de nuestra condición misionera, personalmente y como comunidad, para que la vivamos a plenitud. Pidamos a Dios que no deje de asistirnos con su Espíritu y que nosotros nos dejemos impulsar por Él para ser una parroquia misionera.

5 de junio de 2022

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