Homilía para el 29º domingo del tiempo ordinario 2022

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La viuda, haciéndose voz de todas las víctimas de la injusticia, se convirtió en modelo de oración para los discípulos de Jesús.

Orar siempre y con insistencia

Textos: Ex 17, 8-13; 2 Tim 3, 14-4, 2; Lc 18, 1-8

Jesús no alabó al juez sino a la viuda por su persistencia. El juez estaba acostumbrado a abusar de los demás, aprovechándose de su situación. La viuda, haciéndose voz de todas las víctimas de la injusticia, se convirtió en modelo de oración para los discípulos de Jesús.

Jesús estaba enseñando no la necesidad de hacer oración a Dios –esto es parte de la vida de las personas–, sino el modo de realizarla: siempre y sin desfallecer, con la confianza de ser escuchados. Un ejemplo de constancia en la oración lo tenemos en Moisés: él hizo oración todo el día para encomendar a su pueblo, el cual salió victorioso en la batalla contra los amalecitas. La confianza nos la enseña el autor del salmo de hoy, al elevar su oración a Dios con la certeza de que Él acude a auxiliar y a proteger a quien se lo suplica.

La parábola describe una situación ordinaria en la vida de Israel en tiempos de Jesús, pero también lo que vivimos en nuestra sociedad. Quien tiene el poder abusa de los débiles, comete injusticias en contra de ellos y, generalmente, la justifica haciendo referencia a la ley. Una vez, al terminar un juego de fútbol, un licenciado que andaba jugando, nos dijo sonriente: “Ya me voy, porque voy a hacer un desalojo”. Se me ocurrió preguntarle si era justo el desalojo y me respondió, ya serio: “Es legal”. “No, yo pregunté si es justo” … guardó silencio y se fue. ¿Cuántas situaciones de estas conocemos entre nosotros? Lo legal muchas veces no es justo, como el salario mínimo, por ejemplo. Lo que se tiene que garantizar siempre es la justicia, teniendo como referente la dignidad de las personas. El juez de la parábola reconocía que no tenía temor de Dios ni tampoco le interesaban las personas y por eso no las respetaba. Él era el centro de su vida y, por eso, lo único que le interesaba era seguramente el dinero y los bienes de que podía hacerse aprovechando su puesto.

Dios no es como aquel juez, sino que es justo y defiende de manera especial a los pobres, a las víctimas de la injusticia, como aquella viuda. El juez “le hizo justicia” a la señora para quitársela de encima, pero ¿perdería a gusto? ¿No buscaría, más bien, la manera de desquitarse de ella después, como acostumbra hacer este tipo de personas? Dice Jesús que Dios no se aprovecha de los débiles de su pueblo, no los hace esperar para hacerles sentir su poder, sino que está siempre dispuesto a ayudarles. Lo canta el salmista en base a su propia experiencia: “El Señor te protege y te da sombra, está siempre a tu lado”.

Pero, junto con esto, es necesario mantener siempre y en toda circunstancia la actitud orante a Dios, no solamente en los momentos de problemas o dificultades. El Papa Francisco continuamente dice que Dios no se cansa de perdonar, sino que nosotros nos cansamos de pedirle perdón. Dios no se cansa de escuchar, a pesar de que a veces hay personas que le piden y le piden algo, y luego dicen que ya han de tener enfadado a Dios. Jesús nos deja claro que Dios está siempre dispuesto a ayudar, a hacer justicia, a defender a su pueblo y, de manera especial, a los pobres. Hay que aprender a ser insistentes en nuestra oración.

Pidamos al Señor, que se nos ha hecho manifiesto en San José, la Virgen del Rosario y el Niño Jesús –la Sagrada Familia–, la gracia de saber orar siempre y con insistencia.

16 de octubre de 2022

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