Se mundializa la crisis de las democracias representativas
Las movilizaciones sociales se empiezan a multiplicar por todo el mundo. Hace algunos meses miles de personas en el norte de África se manifestaron con el propósito de derrocar a gobiernos autoritarios. En México hay protestas que expresan la inconformidad por la crisis de seguridad que estamos viviendo. En España miles de personas se movilizaron para expresar su descontento por la crisis económica que los aqueja y por el descrédito del sistema político. Cada lugar tiene sus propias dinámicas y reclamos, pero parece que la crisis de las democracias representativas, el hartazgo ante la manera de conducirse de la clase política, el activismo de los jóvenes y el propósito de generar un nuevo sistema económico y político son los denominadores comunes que subyacen en estas movilizaciones sociales. Aquí comparto una reflexión sobre los sucesos en México y España.
Marcha por la paz y la justicia en México
El domingo 8 de mayo la marcha nacional por la paz y la justicia que salió de Cuernavaca, Morelos, llegó al Zócalo de la capital del país. Hubo marchas similares en muchas ciudades de México y en el extranjero, entre ellas en Guadalajara. En el Distrito Federal se congregaron alrededor de 200 mil personas (de acuerdo con las estimaciones de los organizadores) y en la capital de Jalisco fueron dos mil los participantes en esta manifestación social.
Más allá de las crónicas e innumerables fotos que han circulado en medios de comunicación masiva y en redes sociales, vale la pena sopesar el significado de este hecho que por sus particularidades que lo hacen relevante. Tres factores pueden ayudarnos a desentrañar el trasfondo de estas manifestaciones.
El primer asunto que llama la atención es la pluralidad de los convocantes y participantes. Si bien algunos medios de comunicación y analistas sociales centran la organización de la marcha como un logro particular de Javier Sicilia, lo que hay que destacar es la multiplicidad de actores sociales y políticos que se sumaron a las demandas. Esto demuestra que existe un amplio consenso social contra la forma que el Gobierno Federal en encarado la lucha contra la delincuencia organizada. La petición de recomponer la estrategia de seguridad es una demanda que sostienen grandes, amplios y diversos grupos sociales. Si Felipe Calderón creía que con esta acción iba lograr acrecentar la precaria legitimidad que tenía al inicio de su gestión, está claro que fracasó en su propósito. Es claro que su mandato enfrenta un serio problema de legitimidad política. Es más, las muestras de hartazgo son evidentes y el estamos hasta la madre es el grito de una sociedad que ya no está dispuesta a darle más concesiones a una clase política insensible e incapaz de resolver la crisis multidimensional que nos aqueja.
Las manifestaciones públicas que generan amplios adeptos y simpatías suelen tener muy pocas demandas. En el caso de la marcha nacional por la paz hay seis propuestas de gran calado que sustentan y suscriben los convocantes y participantes: la creación de un registro nacional de víctimas, desaparecidos y personas privadas de su libertad; combatir la impunidad y la corrupción; darle a la estrategia de combate contra la delincuencia organizada un giro, para plantearla desde una perspectiva de seguridad ciudadana; generar estrategias de reconstrucción del tejido social y llevar a cabo una auténtica reforma política, que incluya la flexibilización de la consulta popular y ponga a consideración de la ciudadanía la estrategia adoptada por el Gobierno Federal en la materia.
Cada una de estas propuestas implica retos mayúsculos y en su conjunto pueden propiciar un viraje real en proyectos de gobierno y políticas públicas. Es decir, estamos ante un momento donde no sólo muchas y muchos están de acuerdo e implicados en una movilización social, sino ante una propuesta que puede transformarse en una plataforma inicial que genere un nuevo pacto social que permita la reconstrucción de este país.
El tercer elemento a resaltar es que no se trata de una movilización localizada, ni de una demanda de los habitantes del centro del país, sino en un movimiento de dimensiones nacionales que expresa el repudio a la estrategia calderonista de combate a la delincuencia y pide dar un golpe de timón. Resalta el mitin realizado por las bases de apoyo zapatistas, que luego de mucho tiempo, salieron a las calles para unirse a las demandas y exigir que se cambie el rumbo.
Estos tres puntos reflejan que no es Javier Sicilia y la gente que se solidariza con su desgracia y dolor, sino un movimiento de carácter nacional y plural que exige respuestas y propone soluciones de forma pacífica. Esta es la gran novedad de la marcha nacional por la paz.
Los movimientos sociales en España (M-15)
Durante las últimas semanas hemos sido testigos de grandes movilizaciones sociales en España y de un proceso de elecciones en regiones autónomas y municipales. Miles de personas se congregaron en distintas ciudades españolas (la más emblemática son los indignados de la Puerta del Sol) para mostrar su descontento frente al modelo económico y el sistema político de su país. A la par, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sufrió una estrepitosa derrota electoral ante el Partido Popular (PP) que recobró muchas posiciones de gobierno. Desde mi particular punto de vista, hay tres procesos distintos que confluyeron en esta coyuntura social y que generaron la situación que hoy se vive. Vale la pena identificar estas tres dinámicas, porque su significado en el largo plazo es muy distinto.
La primera y más obvia es el voto de castigo que la ciudadanía española le propinó al PSOE por la severa crisis económica por la que está pasado este país. Haberse doblegado a las políticas económicas de la Unión Europea y por la restricción del gasto social y otras razones, que se convirtieron en motivos suficientes para que el electorado español se volcará en contra del partido de José Luis Rodríguez Zapatero. Esta dinámica revela que una buena parte del electorado español utilizó su voto como refrendo o castigo a la clase política.
Una segunda dinámica, es quienes hartos del sistema bipartidista que existe en España (PSOE-PP), propone el voto por los partidos pequeños o alienta a que se vote en blanco. Habrá que decir que en este país sí existe una diferenciación entre el voto nulo y el voto blanco. El primero se atribuye a errores a la hora de emitir el sufragio; el segundo es la expresión ciudadana que vota conscientemente, pero no le da su voto a ningún partido. En estas elecciones el voto blanco aumentó en poco más del 65 por cierto con respecto a las últimas elecciones. El voto blanco es una llamada de atención a los políticos para que rectifiquen su forma de proceder.
La tercera dinámica es la que prevalece en los indignados. Para ellos, la franca crisis del sistema económico y político exige otro modelo de desarrollo. Recordemos que uno de los problemas más graves de España es el desempleo, que afecta sobre todo a los jóvenes, ya que poco más del 40 por ciento de este sector no tiene trabajo remunerado y precisamente buena parte de los que han tomado las plazas públicas son precisamente ellos. La demanda por una “democracia real, ya” es expresión a un sistema político que no da para más, que es una simulación y que toca construir otra cosa. Para este numeroso grupo de personas, las elecciones no son el espacio de lucha y debate, sino la construcción de un espacio público distinto y un cambio sustancial del modelo económico y del sistema político. Aquí radica su indignación y demanda de fondo.
Habrá que seguir este movimiento porque su intención va mucho más allá de lo electoral y es una muestra de que se están tejiendo una serie de relaciones sociales, debates y propuestas que no sólo pretenden castigar o imponer a un determinado partido político, sino de construir Otra España.
Algunas conclusiones preliminares
Luego de mirar con cierto detalle estos sucesos podríamos hacer varias afirmaciones. La primera es que los sistemas políticos basados en democracias representativas están crisis, ya que ya no son capaces de retomar las demandas sociales y procesarlas debidamente. El espacio electoral ya no es la arena de debate y de lucha social, es decir, los gobiernos emanados de las democracias que surgen de los procesos electorales ya no están propiciando la gobernabilidad de los países y no son capaces de procesar constructivamente los conflictos. La multiplicación de las movilizaciones sociales son una prueba de ello.
Otra de las demandas, que están atrás de estas manifestaciones, es la necesidad de resolver los problemas de pobreza y desigualdad que provoca el capitalismo, sobre todo en el sector juvenil que resulta uno de los grupos más vulnerables frente a estas dinámicas de deterioro social. Otra novedad es que estas movilizaciones son propositivas. No se quedan en el terreno de la crítica, sino que van más allá y generan planteamientos para resolver los problemas. Habrá que seguir observando estos acontecimientos, porque quizá podamos encontrar en ellos el germen de una transformación de la sociedad más radical.
Publicación en Impreso
Número de Edición: 110
Autores: Jorge Rocha Quintero
Sección de Impreso: A Tiempo con el Tiempo