Homilía para la Misa de Navidad 2014 (Medianoche)
Agradecimiento, contemplación, adoración y comunión
Esta es una noche de Buena Noticia, de agradecimiento, contemplación, adoración y comunión. La Buena Noticia es el nacimiento del Salvador, comunicada en primer lugar a los pastores. El agradecimiento es esta Eucaristía nocturna. La contemplación es del Misterio de Dios que se hace no sólo carne sino pobre. La adoración es nuestra respuesta frente a este Misterio. La comunión es el fruto y el compromiso de todo lo anterior, con Dios y entre nosotros.
Agradecimiento, contemplación, adoración y comunión
Textos: Is 9, 1-3. 5-6; Ti 2, 11-14; Lc 2, 1-14.
Esta es una noche de Buena Noticia, de agradecimiento, contemplación, adoración y comunión. La Buena Noticia es el nacimiento del Salvador, comunicada en primer lugar a los pastores. El agradecimiento es esta Eucaristía nocturna. La contemplación es del Misterio de Dios que se hace no sólo carne sino pobre. La adoración es nuestra respuesta frente a este Misterio. La comunión es el fruto y el compromiso de todo lo anterior, con Dios y entre nosotros.
Los textos bíblicos nos invitan a la alegría. ¡Cómo no alegrarnos por el nacimiento de un niño! ¡Si esto sucede ordinariamente en nuestras familias, con mucha mayor razón cuando se trata del Hijo de Dios! Los motivos de la alegría son varios: con su llegada a este mundo, el pueblo que camina en tinieblas tiene una gran luz, se quebrantan el pesado yugo de la esclavitud, las opresiones y la tiranía; y comienza el reinado de la justicia, el derecho y la paz sobre la tierra.
Por eso, con el canto del Gloria nos hemos unido a los ángeles que, después de comunicar a los pastores la noticia del nacimiento del Mesías, alababan a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”. El Salvador nació en la periferia de Belén porque, como dice san Lucas, no hubo lugar para la Sagrada Familia en la posada. El Mesías nació pobre y fue dado a conocer a unos pobres que cuidaban sus rebaños en el campo.
Esta noticia la hacemos Eucaristía, la traemos a esta asamblea eclesial para convertirla en oración de acción de gracias a Dios y ponerla en el altar como ofrenda. ¿Qué le podemos ofrecer a Dios en esta noche si no nuestra admiración agradecida por su abajamiento? Es un don suyo que su Hijo se haya hecho hombre y, además, pobre. Se insertó en la vida humana desde el vientre fecundo de la Virgen y nació en el seno de una pareja de pobres, María y José.
Hoy contemplamos este Misterio, no sólo en el Nacimiento que hicimos en nuestra casa y que está aquí a un lado de nosotros en este templo, sino en el fondo de nuestro corazón, porque solamente con el corazón podemos abrirnos a la acción gratuita de Dios y recibir su mensaje de salvación. Los pastores abrieron su corazón a la noticia del ángel; ahí recibieron a Jesús y luego fueron a buscarlo para encontrarse con Él. La apertura al Misterio los llenó de alegría.
El Hijo de Dios recién nacido estaba envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Fue lo que se les dio como señal a los pastores y así lo encontraron, platicaron de Él, lo recibieron, lo abrazaron, lo besaron, lo adoraron. Esto les aumentó la alegría que experimentaron cuando escucharon la Buena Noticia de su nacimiento. Nosotros nos unimos a ellos en esta noche adorando al Niño, representado en esta imagen que está en el pesebre, al centro del Nacimiento.
La adoración es reconocimiento de la grandeza de Dios que se empequeñeció hasta nacer en un establo; es reconocimiento de nuestra pequeñez para descubrir la acción de Dios en la vida de la humanidad, pues quiere enriquecernos; es también signo de apertura a su Misterio, aunque todavía no lo comprendamos totalmente, y de disposición para encontrarnos con su Hijo y darlo a conocer a los demás en nuestra familia y comunidad, en nuestro barrio y en la sociedad.
Este encuentro de fe nos fortalece en la comunión entre nosotros, porque siendo pobres, pequeños, limitados, Dios ha querido igualarse a los humanos, lo que nos hace iguales a todos. Esto nos compromete a tener en el centro de nuestro corazón a todos los humanos, especialmente a los pobres, y a verlos como iguales. Y también fortalece nuestra comunión con Dios porque nos abrimos y unimos a su acción salvadora. Al comulgar renovemos esta comunión.
24 de diciembre de 2014