Homilía para la fiesta del Bautismo del Señor 2013

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Espíritu Santo y misión

Textos: Is 42, 1-4. 6-7; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16. 21-22.

Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús es aquel que Juan el Bautista anunció como el más importante, el que bautizaría con Espíritu Santo y fuego, al que no era digno de desatarle las correas de sus sandalias. San Lucas nos narra el acontecimiento del Bautismo de Jesús: se metió entre los que estaban siendo bautizados, se puso a orar, el cielo se abrió, el Espíritu Santo bajó sobre Él y se oyó una voz del cielo reconociéndolo como su Hijo predilecto.

Espíritu Santo y misión

Textos: Is 42, 1-4. 6-7; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16. 21-22.

Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús es aquel que Juan el Bautista anunció como el más importante, el que bautizaría con Espíritu Santo y fuego, al que no era digno de desatarle las correas de sus sandalias. San Lucas nos narra el acontecimiento del Bautismo de Jesús: se metió entre los que estaban siendo bautizados, se puso a orar, el cielo se abrió, el Espíritu Santo bajó sobre Él y se oyó una voz del cielo reconociéndolo como su Hijo predilecto.

En cuanto fue bautizado, Jesús quedó lleno del Espíritu Santo. Así le había pasado a su Madre María. Ella concibió por obra del Espíritu Santo. Una vez que quedó embarazada, ella se fue a la misión, como hizo después Jesús. María llevó la Buena Nueva a Isabel y se dedicó a servirla. Jesús, como dice Pedro en casa de Cornelio, ungido por el Espíritu Santo pasó haciendo el bien (Hch 10, 37). Dios derrama su Espíritu sobre las personas para que cumplan su misión.

A partir de ese día, Jesús fue conducido por el Espíritu: primero al desierto, donde fue tentado, y luego a la misión. Con la fuerza del Espíritu de Dios, Jesús caminó por los pueblos anunciando el Reino de Dios y curando enfermos, perdonando pecados, expulsando demonios. De esta manera, con su servicio, vivió como el Hijo predilecto de Dios. No se quedó en la recepción del bautismo y del Espíritu Santo, sino que se fue a misionar. Esto nos dice mucho a nosotros.

La gran mayoría de los papás piensan en llevar a bautizar a sus hijos. Pero generalmente es “para que tengan su sacramento”, como se dice. Poco o casi nada se piensa en la misión. Esto nos tiene que hacer pensar tanto a los sacerdotes como a los agentes de pastoral laicos, porque deja mucho que decir en relación al servicio que estamos dando en las comunidades. Si hay la mentalidad de llevar a los hijos al Bautismo sólo por llevarlos, no hay la conciencia de la misión.

El Espíritu Santo desciende sobre cada persona en el momento de ser bautizada. Ahí se vuelve a abrir el cielo y resuena la voz del Padre: “Tú eres mi hijo, el predilecto; en ti me complazco” (Lc 3, 22). Ser hijo predilecto, que Dios se complazca en quien recibe su Espíritu, significa que Él espera, como sucedió con Jesús, que cada bautizado cumpla sus mandamientos, que dé testimonio de su amor y misericordia, que anuncie buenas nuevas a los pobres.

Los papás y padrinos son quienes asumen el compromiso de educar en la fe al niño o niña que presentan para el Bautismo. Ellos son, por tanto, los responsables de conducirlo de tal manera que tome conciencia de ser hijo o hija de Dios, que se encuentre con Jesús, que aprenda a vivir la conversión, que haga la experiencia de seguimiento, que aprenda a vivir en comunidad y para la comunidad, que aclare cuál es su misión. En este proceso acompaña el Espíritu Santo.

Todo esto significa educar en la fe, con el ideal de que el hijo o ahijado se convierta en un discípulo misionero. Pero también supone el testimonio de sus papás: ellos tienen que vivir permanentemente el encuentro con Jesús, convertirse, ser discípulos, vivir en comunidad y salir a la misión. Menos no. Es necesario primero darles ejemplo. El Espíritu Santo que recibieron en el Bautismo es el mismo que recibió el siervo del que habla Isaías y que descendió sobre Jesús.

Así como el siervo de la primera lectura fue sostenido por el Espíritu de Dios en la instauración de la justicia y el derecho –esa fue su misión–, y como Jesús salió a su misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios, los bautizados tenemos que salir a la nuestra. Para eso recibimos al Espíritu Santo desde el Bautismo y en la Confirmación renovamos el compromiso de ser misioneros. Alimentados por la Eucaristía vayamos con la fuerza del Espíritu a la misión.

13 de enero de 2013

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