Homilía para el primer domingo de Adviento 2017
Permanecer alerta
Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico. Este es el primer domingo del Adviento, tiempo de cuatro semanas que se nos ofrece para disponernos a la celebración del Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Él viene a nuestro encuentro y tenemos que estar preparados para recibirlo como se debe. Jesús señala la actitud que sus discípulos debemos tener para esperar su llegada. Nos pide permanecer alerta. Esta es una actitud no sólo para este día que lo recibiremos en la Comunión, sino para toda la vida, pues prometió volver un día. No vaya a suceder que llegue de repente y nos encuentre durmiendo, como les dijo a sus discípulos.
Permanecer alerta
Textos: Is 63, 16-17. 19; 64, 2-7; 1 Cor 1, 3-9; Mc 13, 33-37.
Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico. Este es el primer domingo del Adviento, tiempo de cuatro semanas que se nos ofrece para disponernos a la celebración del Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Él viene a nuestro encuentro y tenemos que estar preparados para recibirlo como se debe. Jesús señala la actitud que sus discípulos debemos tener para esperar su llegada. Nos pide permanecer alerta. Esta es una actitud no sólo para este día que lo recibiremos en la Comunión, sino para toda la vida, pues prometió volver un día. No vaya a suceder que llegue de repente y nos encuentre durmiendo, como les dijo a sus discípulos.
“Que Dios nos agarre confesados”, dice un dicho. Aunque ordinariamente se refiere al momento de la muerte, sin embargo nos remite a las indicaciones de Jesús, que escuchamos en el texto del Evangelio: velen y estén preparados, velen ustedes, permanezcan alerta. Esto equivale a estar despiertos, activos, trabajando, cumpliendo nuestras responsabilidades civiles y cristianas y, además, con la sensación de que en cualquier momento llegará.
El domingo pasado escuchamos la descripción del juicio final, en el que se nos va a juzgar de acuerdo a nuestro servicio al pobre. Eso es precisamente lo que tenemos que estar haciendo como Iglesia, como parroquia, como barrio. Son las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedar al migrante, vestir al desnudo, atender al enfermo, visitar al preso. Esos fueron algunos de los encargos de Jesús para sus discípulos. Además nos envió a anunciar el Evangelio por todo el mundo, a anunciar el Reino de Dios, a llevar y transmitir la paz. ¿Qué estamos haciendo con estas tareas que el Señor nos encomendó?
Al acercarse la Navidad, el mercado nos envuelve con la tentación del consumismo. Se nos presentan miles de ofertas para comprar, regalar, andar a la moda, lucir, pasarla bien, disfrutar placenteramente. Y nos olvidamos de los encargos de Jesús. Nos dormimos en nuestros laureles, nos encandilamos con las propuestas de la sociedad de consumo, nos despreocupamos de los pobres, abandonamos el anuncio del Evangelio, dejamos de trabajar por la justicia y la paz, maltratamos la Casa común, no vivimos como hermanos. ¿Qué tal si llega el Señor en este momento?
La la Comunión sacramental, que se nos ofrecerá en un ratito más, nos exige estar bien dispuestos; el encuentro de comunidad, el perdón, la Palabra y la oración nos ayudan en la preparación para comulgar. La celebración de la Navidad ocupa una buena preparación; el Adviento, con sus retiros, el encuentro con la Palabra, el Nacimiento, las Posadas, nos ayudarán a mantenernos velando para la fiesta del 25. Para la segunda venida de Jesús tenemos que estar bien preparados, pues no sabemos cuándo será, así como tampoco conocemos la hora de nuestra muerte.
De ahí que tenemos que hacerle caso a sus palabras, que nos invitan a estar velando, preparados, alerta, tanto para recibirlo hoy sacramentalmente como para la celebración de su Nacimiento y, sobre todo, para cuando venga por segunda vez. Para nosotros esto equivale a entrar en el proceso de conversión personal, comunitaria, pastoral, social, ecológica. Eso nos recuerda el color morado de las velas que tienen la corona de Adviento y las vestiduras litúrgicas.
Dispongámonos pues a recibir a Jesús en la Comunión para salir reanimados, vigilantes, alertas, a seguir preparando la celebración de la Navidad y, sobre todo, para continuar cumpliendo nuestras responsabilidades como comunidad de discípulos que esperan su segunda venida.
3 de diciembre de 2017