Homilía para el Jueves Santo 2014

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La idea de entregarse

Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.

Nos hemos reunido para celebrar la Misa de la Cena del Señor. Esta fue la Última Cena de Jesús con sus discípulos antes de morir crucificado. Con esta celebración iniciamos el Triduo Pascual, que pasa por la muerte de Jesús y culmina con el festejo gozoso de su Resurrección. Cuando estaban en la cena pascual, Judas Iscariote ya tenía en su cabeza la idea de entregar a Jesús, como dice san Juan; mientras tanto, curiosamente Jesús tenía la idea de entregarse.

La idea de entregarse

Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.

Misal Romano 020

Nos hemos reunido para celebrar la Misa de la Cena del Señor. Esta fue la Última Cena de Jesús con sus discípulos antes de morir crucificado. Con esta celebración iniciamos el Triduo Pascual, que pasa por la muerte de Jesús y culmina con el festejo gozoso de su Resurrección. Cuando estaban en la cena pascual, Judas Iscariote ya tenía en su cabeza la idea de entregar a Jesús, como dice san Juan; mientras tanto, curiosamente Jesús tenía la idea de entregarse.

Cuando se tiene una idea en la cabeza, para bien o para mal, ordinariamente le damos vueltas y vueltas. Luego viene la ejecución de esa idea, una vez que se ha aceptado. Así les pasó a Judas y a Jesús. A Judas, el diablo le metió en su corazón el proyecto de entregar al Maestro; y le dio vueltas hasta que tomó la decisión de ir a hacer el trato con los sumos sacerdotes y entregarlo en el Huerto de los Olivos, como escuchamos el pasado domingo.

Por su parte, Jesús tenía en su corazón el proyecto de entregarse para dar la vida en abundancia que Dios quiere para la humanidad. Y esta idea la cultivaba y la llevaba a la práctica día a día. Diariamente se daba –se ofrecía– para hacer el bien a los demás, tanto con sus palabras como con sus obras: anunciaba el Reino de Dios con parábolas y lo hacía presente curando enfermos, resucitando muertos, perdonando pecados, anunciando Buenas Nuevas a los pobres.

Pero, a partir de la Cena de la Pascua, su idea y su decisión de entregarse aparecieron con mucha mayor claridad e intensidad, como escuchamos en dos de los textos bíblicos proclamados hoy. Primero se puso a lavarles los pies a sus discípulos; luego se entregó en el pan y en el cáliz. Lavar los pies de los demás no es sólo un gesto bonito sino un signo claro de servicio; entregar el cuerpo y la sangre no es sólo un gesto altruista sino un signo claro de amor.

Ambos signos salieron de Jesús, después de mucho darle vueltas en la cabeza y el corazón, hasta tomar la decisión de realizarlos. Y cuando los puso en práctica, les sorprendió a sus discípulos. Primero, el hecho de lavarles los pies. Algo inusual para quien era maestro y señor entre los judíos. Por eso Pedro se resistió a ser servido por Jesús. Luego el hecho de entregar su cuerpo y su sangre, o sea, su persona completa, para sellar la nueva y definitiva alianza.

Jesús les había anunciado varias veces su pasión, muerte y resurrección. Dar su cuerpo y derramar su sangre, es decir, terminar en la muerte, era algo que tampoco querían sus discípulos. Pedro una vez le dijo que eso no le podía suceder y Jesús le dijo que estaba pensando de acuerdo a lo que Satanás le había metido en su cabeza. Pero, en la Última Cena Jesús estaba dispuesto a dar todo. Y, además, pidió que sus discípulos hiciéramos lo mismo.

Entonces, recordar y realizar de nuevo ese doble gesto de servicio y entrega de parte de Jesús, no debe quedarse en lo bonito de los signos. Lavar los pies de los demás, como servidores, es algo que debe estar presente en nuestra vida. No hay razón para decir que no nos toca servir, que haremos un favor o servicio sólo si se nos paga, que no nos vamos a rebajar o humillar para ayudar a otra persona. Esto de servir, de lavarnos los pies unos a otros, nos lo pide Jesús.

Celebrar la Eucaristía y hacer presente el signo del pan partido y el cáliz compartido, es un mandato de Jesús. Nos pidió que lo hiciéramos en memoria suya. Esto quiere decir que también nosotros debemos estar dispuestos a entregar nuestra vida por el bien de los demás. Hoy repetiremos este doble gesto de Jesús, pero como compromiso nuestro: el lavatorio de los pies y la consagración del pan y el vino. Sigamos cultivando en nuestro corazón la idea de entregarnos.

17 de abril de 2014

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