Homilía para el Domingo de Ramos 2014
Seguir a un Rey pobre
Textos: Para la procesión: Mt 21, 1-11; Para la Pasión: Is 50, 4-7; Flp 2, 6-11; Mt 26, 14-27, 66.
PROCESIÓN: Con la celebración de este domingo nos adentramos en la culminación del ministerio de Jesús. Entró en Jerusalén para vivir su entrega definitiva como Mesías. Al venir con nuestras palmas, ramos y flores, nos unimos a la multitud de pobres que aceptaron a Jesús y lo confesaron como el Hijo de David venido en nombre del Señor. Recibimos a un Rey pobre, a un Mesías rechazado, a un Profeta peligroso. Es ese Rey, ese Mesías, ese Profeta al que seguimos.
Seguir a un Rey pobre
Textos: Para la procesión: Mt 21, 1-11; Para la Pasión: Is 50, 4-7; Flp 2, 6-11; Mt 26, 14-27, 66.
PROCESIÓN: Con la celebración de este domingo nos adentramos en la culminación del ministerio de Jesús. Entró en Jerusalén para vivir su entrega definitiva como Mesías. Al venir con nuestras palmas, ramos y flores, nos unimos a la multitud de pobres que aceptaron a Jesús y lo confesaron como el Hijo de David venido en nombre del Señor. Recibimos a un Rey pobre, a un Mesías rechazado, a un Profeta peligroso. Es ese Rey, ese Mesías, ese Profeta al que seguimos.
Al traer nuestras palmas no solamente lo aclamamos, sino que expresamos nuestra opción por Jesús Rey, Mesías y Profeta. Esto quiere decir que estamos decididos a aceptar sus enseñanzas, a vivir como Él, a asumir su mismo destino. Jesús nos enseña a vivir en comunidad, a ver por los últimos, a atender a los hambrientos, sedientos, enfermos, encarcelados, migrantes, los sin techo y sin cobija; nos pide vivir las bienaventuranzas, la corrección fraterna, el perdón…
Jesús vivió en la pobreza, la sencillez, con la confianza puesta en Dios. Es precisamente lo que expresan las bienaventuranzas y el Padrenuestro; es lo que pidió a sus discípulos al enviarlos a la misión: que fueran sin provisiones, sin dinero, sin bastimento, totalmente confiados a la providencia de Dios. De eso nos dio ejemplo al entrar a Jerusalén montado como los pobres en un burro y no en un caballo o un anda cargada por esclavos, como los potentados y reyes.
Jesús, el Rey, terminó crucificado, como escucharemos en el relato de la Pasión. Fue rechazado y condenado a muerte por los poderosos de su tiempo, los dirigentes judíos: sumos sacerdotes, fariseos, el consejo de ancianos; y por el gobernador Pilato. El Mesías aclamado por la multitud de pobres, terminó clavado en la cruz. A ese Jesús es al que vamos a acompañar con nuestros cantos y palmas, a ese Jesús es al que seguimos como miembros de la Iglesia.
PASIÓN: Acabamos de escuchar la narración de la Pasión que nos ofrece san Mateo. Jesús, el Mesías esperado por los judíos, terminó condenado a muerte y crucificado, pero dando su vida como el más grande servicio mesiánico. Jesús, el Rey buscado por los magos y aclamado por los pobres, terminó ultrajado, torturado y burlado como rey de los judíos. Jesús, reconocido como el Profeta de Nazaret de Galilea, terminó ignorado y rechazado por los dirigentes religiosos.
Jesús, el Hijo de Dios, terminó abandonado por todos sus discípulos, pero no por su Padre, que sufría en el silencio con Él. A pesar de ser probado como Hijo de Dios para que renegara de Dios, para que mostrara su poder salvándose a sí mismo, renunciando a la cruz y bajándose de ella, no se separó de su Padre. Se mantuvo obediente hasta la muerte, una muerte injusta porque era inocente, como reconoció Pilato… aunque la autorizó y lo entregó para que lo mataran.
A ese Jesús es a quien debemos seguir en nuestra vida como discípulos, es de quien debemos dar testimonio como misioneros. A ese Jesús es a quien debemos encontrar en los sufrientes: enfermos, ancianos, migrantes, indígenas, encarcelados, torturados, mujeres maltratadas… Con ese Jesús entregado, despreciado, humillado, negado, escarnecido, crucificado, nos encontraremos sacramentalmente en este domingo. Preparémonos para recibirlo en la Comunión.
13 de abril de 2014