Homilía para el domingo de la Sagrada Familia 2014
Formación integral
En este último domingo del año nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía. Con ella damos gracias a Dios por el Nacimiento de su Hijo entre nosotros, por su crecimiento en la vida con José y María y por su Resurrección. El domingo intermedio entre Navidad y Año Nuevo está dedicado a la Sagrada Familia. Por eso los textos bíblicos que acabamos de escuchar hablan de la vida familiar que Jesús, María y José llevaron en Nazaret y de la formación integral del Niño.
Formación integral
Textos: Gn 15, 1-6; 21, 1-3; Hb 11, 8. 11-12. 17-19; Lc 2, 22-40.
En este último domingo del año nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía. Con ella damos gracias a Dios por el Nacimiento de su Hijo entre nosotros, por su crecimiento en la vida con José y María y por su Resurrección. El domingo intermedio entre Navidad y Año Nuevo está dedicado a la Sagrada Familia. Por eso los textos bíblicos que acabamos de escuchar hablan de la vida familiar que Jesús, María y José llevaron en Nazaret y de la formación integral del Niño.
Dice el final del texto del Evangelio que Jesús iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él. En estas palabras se sintetiza lo que fue la vida de Jesús en su familia y lo que debe ser la vida de todos los miembros de nuestras familias: papás e hijos; un crecimiento en todas las dimensiones de la vida: física, psicológica, espiritual, intelectual, discipular, comunitaria, ciudadana, apostólica, ecológica. En esto Dios asiste con su gracia.
José y María habían llevado al Niño a presentar al templo, así como los papás llevan a Catedral a presentar a sus hijos recién nacidos o los presentan en el templo parroquial de su comunidad para solicitar su Bautismo. Ellos iban para consagrarlo al Señor, pues el primer nacido en las familias judías le pertenecía a Dios; iban, además, para que María hiciera los ritos de purificación por la sangre derramada durante el parto. Así lo pedía la ley y así lo vivieron ellos.
Al mismo tiempo, aunque Jesús todavía no sabía de qué se trataba, ya lo iban introduciendo en la vida religiosa de los judíos. Lo mismo sucede con los papás que presentan a sus hijos en el momento del Bautismo: los niños no saben de qué se trata, pero están en el comienzo de su Iniciación cristiana. Ya luego les van explicando lo que sucedió con ellos, las responsabilidades que tienen por haber sido introducidos en la vida religiosa. Eso hicieron José y María con Jesús.
El servicio de los papás no se limita a lo “básico”, es decir, a que los hijos coman, vistan, sean bautizados y atendidos en sus enfermedades. Es necesario dar seguimiento a su crecimiento en todas las dimensiones de su vida. Y los papás van por delante, porque también ellos van creciendo en sabiduría y gracia. Jesús fue acompañado por sus papás en todas las dimensiones de su vida y le fueron ayudando a aclarar su condición de Hijo de Dios y sus responsabilidades.
Los papás no siempre tienen las cosas claras. Tienen que ir discerniendo lo que les va pasando para descubrir qué les pide Dios para ellos y para sus hijos. Cuando José y María escucharon las palabras de Simeón y Ana, palabras de alabanza para el Niño, no comprendían todo; pero luego las meditaban y platicaban entre ellos para aclarar qué les estaba pidiendo Dios para ellos y para su Hijo. Esto ayuda a los esposos a crecer y madurar, a abrirles el camino a los hijos.
En general los esposos platican poco de estas cosas: de lo que Dios les pide para ser buenos esposos, buenos padres de familia, buenos miembros de la comunidad; poco dialogan sobre lo que tienen que hacer para acompañar a sus hijos en su formación integral, de modo que conforme van creciendo físicamente, también se vayan llenando de la sabiduría necesaria para llegar a ser cristianos de testimonio, misioneros comprometidos y ciudadanos responsables.
Agradezcamos al Señor el regalo de su Hijo, nacido y formado en el seno de la Familia de Nazaret. Pidamos por nuestras familias para que se formen en todas las dimensiones de la vida y sus miembros, papás e hijos, sean personas de compromiso misionero en la Iglesia y constructores del bien común en la sociedad. Dispongámonos a recibir en la Comunión sacramental a Jesús, el Hijo de María y del carpintero, para crecer como Él en sabiduría y gracia.
28 de diciembre de 2014