Homilía para el domingo de Jesucristo, Rey del Universo 2015
Rey de la verdad
Estamos celebrando a Jesucristo como Rey del Universo. Es aquel hijo de hombre, mencionado por Daniel, que venía entre las nubes del cielo; es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el soberano de los reyes de la tierra, el que nos amó y con su sangre nos purificó de nuestros pecados, el que hizo de nosotros un reino de sacerdotes, el que viene entre las nubes, según lo presenta el autor del Apocalipsis. Es el reo interrogado por Pilato, del que habla Juan.
Rey de la verdad
Textos: Dn 7, 13-14; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33-37.
Estamos celebrando a Jesucristo como Rey del Universo. Es aquel hijo de hombre, mencionado por Daniel, que venía entre las nubes del cielo; es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el soberano de los reyes de la tierra, el que nos amó y con su sangre nos purificó de nuestros pecados, el que hizo de nosotros un reino de sacerdotes, el que viene entre las nubes, según lo presenta el autor del Apocalipsis. Es el reo interrogado por Pilato, del que habla Juan.
Antes de pensar en verlo como Rey entre las nubes, necesitamos contemplarlo como reo entre los soldados, amarrado de las manos, enjuiciado por el máximo representante del Imperio Romano en Jerusalén, acusado de ser el rey de los judíos. Ahí estaba débil, solo, confiado a Dios, sereno ante el tirano, dialogando con sinceridad, asumiendo su condición, manifestándose al servicio de la verdad, ofreciéndole a Pilato la oportunidad de escuchar su voz y seguirlo.
Jesús estaba siendo víctima de una acusación injusta, tramada mañosamente por las autoridades religiosas y por los grupos religiosos de poder. No se hizo para atrás ante las preguntas de Pilato. Reconoció su condición real, pero aclaró que su reinado era distinto a los de este mundo, pues se fundaba en la verdad. Los reinos de este mundo estaban –y están– basados en las tranzas, el dominio, la explotación, las injusticias, las mentiras, las luchas por el poder.
El Reino de Jesús, que no es de este mundo ni como los de este mundo, se fundamenta en el amor, la justicia, la verdad, el servicio, la entrega de la vida, la solidaridad. La segunda lectura dice con claridad que Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre. ¿Qué rey o gobernante hace eso de amar a su pueblo, purificarlo de las injusticias y males, entregar la propia vida hasta la última gota de sangre, hacer con su gente un reino de sacerdotes? Ninguno.
Hoy Jesús se nos da nuevamente con su Sangre que nos purifica de los pecados, que corre por nuestras venas para mantenernos con su vida, que nos nutre para salir a la misión. Agradezcamos a Dios esta oportunidad de beberla en el momento de la Comunión. Si comulgamos es para seguir haciendo realidad el reinado de Jesús en el mundo, por medio de la hermandad, la justicia, la solidaridad, el amor. Hay que acercarnos a comulgar con esta conciencia.
El reinado de Jesús es con la verdad, como le dijo a Pilato. No es con mentiras o engaños, abusos de autoridad, promesas incumplidas, informes falseados. Jesús hablaba de acuerdo a lo que vivía y vivía lo que predicaba: el servicio a los demás, la atención a los enfermos, la escucha a los silenciados, la misericordia para con los excluidos, el perdón a los pecadores. Con sus palabras y hechos comunicó la verdad de que Dios nos ama y de que Él nos traía la vida de Dios.
Esto de ser testigo de la verdad, a Jesús le costó la vida. Pilato lo condenó a muerte, lo mandó azotar, lo entregó para que lo crucificaran. Sin embargo, Él se mantuvo en su camino, en su servicio al Reino de Dios, en su compromiso de dar vida en abundancia. Esto lo debemos hacer nosotros también, pues participamos de su vida y misión por el Bautismo y nos alimentamos de su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Tenemos que vivir en la verdad y no en la mentira.
Pidamos al Señor que los gobiernos y los gobernantes se conduzcan en la verdad y garanticen la vida de su pueblo. Oremos para que los bautizados vivamos en la verdad y demos testimonio de ella como Jesús, en el servicio, la misericordia, la entrega de la vida. Preparémonos para recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús que nos renuevan en nuestra vida porque nos purifican de nuestros pecados. Salgamos de esta Eucaristía como testigos del Rey de la verdad.
22 de noviembre de 2015