Homilía para el domingo 1º de noviembre de 2020 (Todos los Santos)

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El proyecto católico de Jesús
Estamos celebrando la fiesta de la catolicidad plena, es decir, de las personas que, independientemente de su nación, raza, pueblo, lengua, color, religión, partido político, preferencias… han vivido en el espíritu de las Bienaventuranzas, que Jesús planteó como proyecto de vida para sus discípulos y discípulas. Es la fiesta de Todos los Santos. Con la Eucaristía de este domingo, damos gracias a Dios por todas las personas que vivieron o están siendo pobres de espíritu, sufridas, misericordiosas, ansiosas de justicia, limpias de corazón, constructoras de paz, sufrientes por la causa de Jesús.

El proyecto católico de Jesús

Textos: Ap 7, 2-4. 9-14; 1 Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12

Estamos celebrando la fiesta de la catolicidad plena, es decir, de las personas que, independientemente de su nación, raza, pueblo, lengua, color, religión, partido político, preferencias… han vivido en el espíritu de las Bienaventuranzas, que Jesús planteó como proyecto de vida para sus discípulos y discípulas. Es la fiesta de Todos los Santos. Con la Eucaristía de este domingo, damos gracias a Dios por todas las personas que vivieron o están siendo pobres de espíritu, sufridas, misericordiosas, ansiosas de justicia, limpias de corazón, constructoras de paz, sufrientes por la causa de Jesús.

Quienes viven de esta manera son católicos, aunque no estén bautizados y tengan otra religión o se confiesen ateos. Hay que tener en cuenta que la palabra católico quiere decir: “que es común a todos”. En este caso, de acuerdo al texto del evangelio, lo común es el estilo de vida vivido por Jesús y propuesto en las Bienaventuranzas. Quienes asumen esta manera de vivir llegan al Reino de Dios, pues Jesús prometió poseerlo a quienes hicieran suyo este proyecto de vida.

El proyecto de vida ofrecido por Jesús contempla y valora a quienes la sociedad y el mundo del mercado rechazan: a los pobres de espíritu, es decir, a los que anhelan vivir con el espíritu de pobres; a los que lloran, a los sufrientes y sufridos. Jesús los llama dichosos porque en su pobreza y sufrimiento están totalmente abiertos a la vida de Dios, a su acción misericordiosa, a su consuelo, a su salvación. Así deberíamos vivir nosotros, por el hecho de estar bautizados y reconocernos discípulos de Jesús, pues así vivió Él y se supone que seguimos sus huellas y su camino.

El proyecto de Jesús también valora a quienes por su estilo de vida son molestos para el modelo económico y político neoliberal: los que luchan por la justicia y el respeto a los derechos humanos, los que son misericordiosos con los pobres y sufrientes, los que tienen una vida transparente, los que trabajan por la paz con justicia, los que por todo esto son calumniados, perseguidos, levantados, torturados, amenazados de muerte, ejecutados. A quienes viven de esta manera, Jesús los llama dichosos y les promete alcanzar la justicia, la paz, ser llamados hijos de Dios, poseer el Reino, ver a Dios. Como bautizados, deberíamos aspirar a ser así y a tener esto como proyecto de vida.

El proyecto de Jesús contempla también que, por vivir de esta manera, sus discípulos y discípulas sean injuriados, perseguidos, calumniados. Y, aunque nos suene raro, los llama dichosos.

La celebración de hoy, además de ser acción de gracias por todas las personas buenas y santas que, profesando cualquier religión, viven y han vivido en este mundo de acuerdo al espíritu de las Bienaventuranzas, es una oportunidad para renovar nuestro ser bautizados en la Iglesia católica y para abrirnos a la catolicidad del Reino de Dios. El proyecto de Jesús, si lo vemos con calma y lo tomamos en serio, nos queda grande. Tendríamos que estar entre las personas que Él llama dichosas, felices, bienaventuradas y, siendo sinceros y autocríticos, estamos muy lejos de ser dichosos.

Además, recibir a Jesús en la Comunión, nos compromete e impulsa a tomar en serio la formación de todos y todas en la vida cristiana y la educación en la fe de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, para que seamos una comunidad de creyentes con espíritu de pobre, sufridos, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la justicia y la paz, testigos por vivir como Jesús y padecer por su causa. Dispongámonos al encuentro sacramental con Jesús, para mantenernos unidos a Él y renovar nuestro compromiso de seguirlo en su estilo de vida, en su camino y en las consecuencias que esto traiga. Aspiremos a estar entre esa muchedumbre que ya está gloriosa delante de Dios.

1º de noviembre de 2020

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