Homilía para el 6° domingo ordinario 2017
Vivir con la nueva ley
Continuamos este domingo con el Sermón de la Montaña dicho por Jesús a sus discípulos y a la multitud. Se trata de la nueva ley para el nuevo Pueblo de Dios, por lo que es para nosotros hoy. Comenzamos con las bienaventuranzas, seguimos con el compromiso de ser sal de la tierra y luz del mundo. Hoy Jesús plantea nuevas dimensiones de la ley. En el catecismo nos aprendimos los mandamientos de la antigua ley: amarás a Dios sobre todas las cosas, no jurarás el nombre de Dios en vano, santificarás las fiestas, honrarás a tu padre y madre, no matarás, no fornicarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio ni mentirás, no codiciarás las cosas ajenas, no desearás la mujer de tu prójimo. Decirlos de memoria es un peligro para nosotros, porque nos podemos escudar en que no matamos, no robamos, no nada, como se dice, y pensar que estamos bien.
Vivir con la nueva ley
Textos: Eclo 15, 16-21; 1 Cor 2, 6-20; Mt 5, 17-37.
Continuamos este domingo con el Sermón de la Montaña dicho por Jesús a sus discípulos y a la multitud. Se trata de la nueva ley para el nuevo Pueblo de Dios, por lo que es para nosotros hoy. Comenzamos con las bienaventuranzas, seguimos con el compromiso de ser sal de la tierra y luz del mundo. Hoy Jesús plantea nuevas dimensiones de la ley. En el catecismo nos aprendimos los mandamientos de la antigua ley: amarás a Dios sobre todas las cosas, no jurarás el nombre de Dios en vano, santificarás las fiestas, honrarás a tu padre y madre, no matarás, no fornicarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio ni mentirás, no codiciarás las cosas ajenas, no desearás la mujer de tu prójimo. Decirlos de memoria es un peligro para nosotros, porque nos podemos escudar en que no matamos, no robamos, no nada, como se dice, y pensar que estamos bien.
Jesús los presenta desde una perspectiva nueva: desde las relaciones de hermandad en la comunidad, que fácilmente se fracturan aunque físicamente no matemos ni robemos. Lo que Jesús pide es que nuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos. Ellos vivían una justicia legal, machista, de apariencias. Esa no agradaba ni agrada a Dios. Se tiene que garantizar la comunión en la comunidad y este es el desafío para nosotros, que nos reconocemos bautizados.
No basta con no matar, no cometer adulterio, no divorciarse, no jurar en falso, que son los mandamientos retomados por Jesús. Él pide más: ni siquiera enojarnos con los hermanos, ni insultarlos, ni despreciarlos, ni mirar con lujuria a las mujeres o a los hombres, ni divorciarse, ni jurar de ninguna manera. En esto, como expresa el autor del Eclesiástico, Dios nos deja en libertad, así como nos creó. Tenemos la oportunidad de elegir el bien o el mal, aunque Él desea que cumplamos sus mandamientos; y no cumplirlos por cumplirlos sino vivirlos con la conciencia de que tenemos que hacer una vida hermanable, pues somos sus hijos e hijas.
En la perspectiva de Jesús, quien vea mal al hermano es digno del mismo castigo que quien le quita la vida a otra persona. ¿Cuántas situaciones se viven entre nosotros de ofensas, desprecios, burlas, dominio, opresiones, abusos, malas caras, voltear la cara o negar la palabra? Quizá algunos de los presentes nos encontramos en alguna situación de estas… y tan tranquilamente que vivimos y participamos en la Eucaristía, siendo ésta el sacramento de la Comunión.
Jesús ofrece el camino para vivir como hermanos, para vivir la comunión, para celebrar la liturgia. Dice que si vamos a presentar la ofrenda y en ese momento nos acordamos de que alguien tiene una queja contra nosotros porque lo ofendimos, lo despreciamos, le dimos la espalda, le negamos la palabra, le levantamos algún falso, entonces hay que dejar la ofrenda e ir a buscar la reconciliación. Quien ofende y hace el mal es quien tiene que ir a buscar a la persona ofendida. Este es el desafío. Solamente así estaremos en condición de celebrar la Eucaristía como se debe.
Así es que si queremos ser buenos discípulos de Jesús, si queremos vivir como hermanos en la comunidad, nada de machismo, nada de ofensas, nada de desprecios, nada de bullying, nada de miradas lujuriosas, nada de adulterios o doble vida, nada de violencia en contra de los demás. Esta es la nueva ley que Jesús nos dejó en el Sermón de la Montaña y hay que vivir con ella.
Para disponernos a recibir a Jesús en la Comunión, junto con el salmista pidamos al Señor que seamos fieles a sus enseñanzas, que nuestros pasos se encaminen hacia el cumplimiento de sus mandamientos, que vivamos y observemos sus palabras, y que lo hagamos de todo corazón.
12 de febrero de 2017