Homilía para el 5º domingo de Cuaresma 2021

0

Jesús deja claro que encontrarse con Él para convertirse en discípulo suyo no es cosa fácil. Se necesita estar dispuesto a dar la vida, a pasar por la cruz.

Dispuestos a entregar la vida

Textos: Jr 31,31-34; Hb 5,7-9; Jn 12,20-33

En el texto del evangelio que acabamos de escuchar, Jesús deja claro que encontrarse con Él para convertirse en discípulo suyo no es cosa fácil. Se necesita estar dispuesto a dar la vida, a pasar por la cruz. Esto nos ayuda a disponernos para recibirlo en la Comunión.

Ante la petición de aquellos griegos de encontrarse con Él, Jesús habla de su glorificación y pone el ejemplo del grano de trigo que muere y produce mucho fruto. La glorificación de Jesús fue en la cruz. Ahí, crucificado y derramando hasta sus últimas gotas de sangre y de agua, fue glorificado por su Padre. Ahí se convirtió en grano de trigo muerto que da vida.

Una semilla de maíz, de frijol, de calabaza, de trigo, que es sembrada en la tierra, al humedecerse con el agua y recibir la fuerza del sol, germina. Aparece la plantita y la semilla se desbarata. De esa plantita, cuando crece y madura, se cosechan muchas semillas más, hasta cientos. Pero la semilla desaparece. Eso fue lo que sucedió con Jesús. Murió en la cruz, fue depositado en el sepulcro, y resucitó al tercer día. Con su muerte nos trajo vida, nos abrió el camino a la vida eterna, nos enseñó el camino para ser sus discípulos.

Por eso, enseguida del ejemplo de lo que sucede con el grano de trigo, dijo que se pierde el que se ama a sí mismo, mientras que el que se aborrece a sí mismo, se asegura para la vida eterna. Esto quiere decir que, quien quiera ser verdadero discípulo de Jesús, tiene que estar dispuesto a entregar totalmente la vida por Él y por la causa del Reino que anunció.

En esto tenemos un testimonio, además del que nos da el mismo Jesús, en San Ignacio de Antioquía. Él había sido condenado a morir en el circo romano devorado por los leones, por confesarse discípulo de Jesús y sostenerse en esto, a pesar de las amenazas de muerte por no renegar de Jesús. Su respuesta, dejada por escrito en una carta dirigida a las comunidades de Roma, fue esta: “moriré de buena gana por Dios, con tal que ustedes no me lo impidan. Se lo pido por favor: no me demuestren una benevolencia inoportuna. Dejen que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Rueguen por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios. De nada me servirían los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me priven de esta vida, no quieran que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguen al mundo ni me seduzcan con las cosas materiales; dejen que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitan que imite la pasión de mi Dios”. Quería identificarse con Jesús.

Jesús nos pide estar dispuestos a seguirlo hasta el final, hasta el momento de ser levantado en la cruz. Repensemos nuestra vida, preguntándonos si estamos dispuestos a esto para ser sus verdaderos discípulos y discípulas. El signo de que aceptamos y nos comprometemos a dar la vida por Jesús y por los demás, como Él, es recibir Comunión.

21 de marzo de 2021

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *