Homilía para el 4º domingo de Cuaresma 2016
El trabajo de perdonar
Una de las cosas más trabajosas en la vida es perdonar. Sobre esto nos hablan los textos bíblicos recién proclamados. Como escuchamos, el perdón es un don de Dios que se nos ha confiado a los discípulos de Jesús. Este don y tarea la recibimos junto con el baño bautismal, puesto que el perdón está ligado al estilo de vida cristiana. Hacer una revisión de nuestra vida y preguntarnos si lo estamos viviendo nos ayuda a preparar el encuentro sacramental con Jesús.
El trabajo de perdonar
Textos: Jos 5, 9. 10-12; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3. 11-32.
Una de las cosas más trabajosas en la vida es perdonar. Sobre esto nos hablan los textos bíblicos recién proclamados. Como escuchamos, el perdón es un don de Dios que se nos ha confiado a los discípulos de Jesús. Este don y tarea la recibimos junto con el baño bautismal, puesto que el perdón está ligado al estilo de vida cristiana. Hacer una revisión de nuestra vida y preguntarnos si lo estamos viviendo nos ayuda a preparar el encuentro sacramental con Jesús.
Si hacemos un repaso a nuestra conciencia, fácilmente nos encontramos con alguna o varias personas con quien nos hemos distanciado, les hemos negado la palabra, les volteamos la cara, les sacamos la vuelta, hemos buscado el modo de desquitarnos aunque no lo hayamos hecho, o incluso sí nos hemos vengado. Y también hay personas que nos han pedido perdón y se lo hemos negado o les hemos dicho que nada tenemos que perdonar porque quien perdona es Dios.
En el Evangelio, Jesús nos ofrece la parábola del padre misericordioso. La dijo porque unos fariseos y escribas lo criticaban por juntarse con publicanos y pecadores, algo que estaba restringido por la ley. Quien hacía esto, legalmente se contaminaba del pecado o de las impurezas de los demás, que ya estaban catalogados como pecadores y eran señalados públicamente como tales. Y Jesús no rechazaba ni a los cobradores de impuestos ni a otros pecadores.
Con la parábola describió el modo de ser de Dios e invitó a sus oyentes, tanto los de aquella ocasión como los de todos los tiempos, especialmente a sus discípulos, a actuar de la misma manera que Dios. A Él lo describe como un padre que ama a sus hijos y les respeta su libertad, que si se equivocan no les echa el caballo encima sino que espera a que vean sus fallas, las reconozcan y vuelvan a Él; sale a su encuentro, les perdona, les hace fiesta y los reintegra.
Los dos hijos de la parábola se equivocaron, uno de un modo y otro de otro. Uno se fue con su herencia y se malgastó todo; el otro, que también recibió su parte de herencia, no aceptó que su hermano regresara a casa y fuera recibido como si nada –al que, por cierto, no reconoce como tal sino como “ese hijo tuyo”–, no se alegró con su regreso, no quiso perdonarle y hasta se le echó encima a su papá reclamándole enojado… casi le dijo hasta de lo que se iba a morir.
La diferencia en la actitud de los hijos por su falla les ayudó a ubicarse ante su padre. El que reconoció su error y volvió donde su papá para decirle que había pecado contra el cielo y contra él, recibió el perdón sin más. Su papá no le reclamó, no lo rechazó, no lo corrió de la casa, sino que lo llenó de abrazos, besos y fiesta. En cambio, el hijo que se confesó bueno, fiel, dedicado, no reconoció su error, se quedó fuera, no pidió perdón; no experimentó el perdón de su papá.
Dios, como el papá de esta parábola, está siempre dispuesto a perdonar. Nos está esperando para mostrarnos su misericordia, su ternura, su perdón, por más mal que nos hayamos portado. Sólo falta que nos decidamos y demos el paso para encontrarnos con Él. Además, con su gesto, nos pide que sepamos perdonar a los demás, como pidió a su hijo mayor que se alegrara por el regreso a su hermano, que le perdonara y participara de la fiesta. ¡Qué trabajoso es perdonar!
Aquí está clara la invitación. Si Dios perdona, nosotros debemos hacer lo mismo, como dice san Pablo: nos reconcilió con Él por medio de su Hijo y nos encomendó el mensaje de la reconciliación. Repensemos nuestra vida, nuestra relación con los demás. No podemos pedir ni esperar el perdón de Dios si no sabemos perdonar a los demás. Hagámonos como el papá de la parábola, es decir, como Dios; perdonemos sin más, aunque nos cueste trabajo. Así es el perdón.
6 de marzo de 2016