Homilía para el 4° domingo de Pascua 2020
Dar la vida y dar vida en abundancia
Jesús es el Buen Pastor que da vida abundante a sus ovejas. Es el Pastor que da la vida por sus ove-jas. Es el Pastor que da su vida en la Cruz y da la vida en abundancia desde la Cruz. Este domingo, con la Eucaristía vivida en el templo parroquial y con la celebración de la Palabra vivida en mu-chas casas de nuestra comunidad parroquial, agradecemos a Dios la vida abundante que nos ha dado en la persona de Jesús, su Hijo. Con esta celebración dominical también renovamos nuestro compromiso de trabajar desde las familias y como parroquia a favor de la vida digna.
Dar la vida y dar vida en abundancia
Textos: Hch 2, 14. 36-41; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10
Jesús es el Buen Pastor que da vida abundante a sus ovejas. Es el Pastor que da la vida por sus ovejas. Es el Pastor que da su vida en la Cruz y da la vida en abundancia desde la Cruz. Este domingo, con la Eucaristía vivida en el templo parroquial y con la celebración de la Palabra vivida en muchas casas de nuestra comunidad parroquial, agradecemos a Dios la vida abundante que nos ha dado en la persona de Jesús, su Hijo. Con esta celebración dominical también renovamos nuestro compromiso de trabajar desde las familias y como parroquia a favor de la vida digna.
Jesús se presentó ante los fariseos como el Pastor de las ovejas. Ellos tendrían que estar realizando ese servicio en medio de su pueblo y más bien estaban abusando de su condición de dirigentes. Algo semejante a lo que sucede con la gran mayoría de gobernantes de nuestro pueblo. Al hablarles de lo que sucede con los ladrones, que saltan la barda para entrar al corral de las ovejas, Jesús les estaba echando en cara que así se estaban comportando con su gente; solamente iban a robar, a matar y a destruir, claro, para su propio beneficio. Eso no es propio de un buen pastor.
Las ovejas son listas. Saben cuál es su pastor y lo reconocen en su voz, le hacen caso, lo siguen. Saben también cuál no es su pastor y, en lugar de seguirlo, huyen de él porque es un extraño y no conocen su voz; prevén que les va a hacer daño. En relación a Jesús, todos los bautizados somos sus ovejas, independientemente de nuestra condición, trabajo, nacionalidad, sexo… y, por tanto, todos tenemos que reconocerlo, escuchar su voz, seguirlo. Y tenemos que ser listos para saber distinguir su voz de Pastor de las otras voces, que se presentan como pastores y se ofrecen a conducirnos hacia la vida abundante y la felicidad, y lo que buscan es robarnos, destruirnos, acabar con nuestra vida, como el mercado, las marcas, las tranzas, las apariencias, el individualismo.
Jesús ofrece y da la vida no por el camino fácil, sino por el del servicio, la solidaridad, la entrega de la vida. Toda su vida fue un permanente dar vida a través de la escucha, el diálogo, el consuelo, el perdón, la rehabilitación, la curación, la reinserción. Esta entrega, en la que fue viviendo su pastoreo, la culminó en la Cruz, cuya fiesta celebramos hoy. Allí dio totalmente su vida por la humanidad. La Cruz se convirtió en la puerta a la vida en abundancia. Por su muerte en la Cruz recibimos la vida abundante, el perdón de los pecados, la vida en la justicia; allí fuimos curados y se nos abrió la puerta para volver al pastor y dejar de ser ovejas descarriadas, como explica san Pedro. Por eso le cantamos: “Salve, Cruz bendita, madero sagrado, que cargó en sus hombros mi Jesús amado”; y también le damos gracias: “Gracias le daremos a la Santa Cruz, madero sagrado que cargó a Jesús”.
Esa vida que Jesús nos trae como Buen Pastor, la tenemos que prolongar en la vida de la comunidad. No sólo hay que agradecerle con nuestra oración, nuestros cantos y nuestra Eucaristía dominical; también tenemos que renovar nuestro compromiso, recibido en el Bautismo, de trabajar a favor de la vida digna en nuestra comunidad, sobre todo en relación a los pobres. En este sentido, por participar de la vida de Jesús por el Bautismo, también somos pastores y tenemos que ser como Él: entrar por la puerta –que es Jesús–, ser hermanos, tratar bien a los demás, ofrecer buenos pastos, defender, consolar, confortar, curar, perdonar, entregar nuestra vida. Hacer otra cosa distinta, sería actuar como ladrones que sólo buscan su beneficio y por eso maltratan, roban, matan, destruyen.
Este domingo hay un llamado a la conversión. Lo hace san Pedro ante la pregunta: ¿qué debemos hacer? Él dice: Conviértanse, pónganse a salvo de este mundo corrompido, soporten con paciencia los sufrimientos que vienen por hacer el bien. Renovemos este compromiso de dar vida con Jesús.
3 de mayo de 2020