Homilía para el 3er domingo de Pascua 2020

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Reanimarnos para la misión
Dos de los muchos discípulos de Jesús regresaban frustrados a su pueblo para seguir con su vida ordinaria, después de que Él murió y fue sepultado. Su decisión de ir y venir con Jesús había perdido todo su sentido. ¿Para qué seguir pensando en andar con un Mesías derrotado, crucificado, muerto y sepultado? Ellos esperaban la liberación de Israel, como le dijeron al mismo Jesús, y nada. Su experiencia de descubrimiento del Resucitado nos ayuda hoy a renovarnos para volver a la misión.

Reanimarnos para la misión

Textos: Hch 2, 14. 22-33; 1 Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35

Dos de los muchos discípulos de Jesús regresaban frustrados a su pueblo para seguir con su vida ordinaria, después de que Él murió y fue sepultado. Su decisión de ir y venir con Jesús había perdido todo su sentido. ¿Para qué seguir pensando en andar con un Mesías derrotado, crucificado, muerto y sepultado? Ellos esperaban la liberación de Israel, como le dijeron al mismo Jesús, y nada. Su experiencia de descubrimiento del Resucitado nos ayuda hoy a renovarnos para volver a la misión.

En nuestra vida hay muchas situaciones semejantes. Si repasamos lo que hemos vivido, nos acordaremos de alguna o de varias situaciones en que nos hemos desanimado, hemos perdido la esperanza, nos hemos visto derrotados o frustrados, porque no salen las cosas como esperábamos. Y toda la lucha, los esfuerzos, el interés por conseguirlo, se vienen abajo, a veces al grado de perder el sentido de la búsqueda, de la lucha, de los proyectos o de la vida. Como los discípulos de Emaús, nos llenamos de tristeza, de desánimo, de desesperanza… y dejamos todo. Incluso muchas veces hasta renegando contra Dios. Quizá nos falta experimentar esto en relación a la misión; es decir, soñar y hacer proyectos para anunciar el Evangelio, para hacer comunidad, para construir el Reino.

En esa situación, Jesús resucitado se unió al caminar y al estado de ánimo de aquellos dos discípulos, comenzó a dialogar con ellos, les preguntó sobre el motivo de su tristeza, los escuchó. Así sucede siempre con nosotros, nada más que no siempre descubrimos su presencia en nuestra vida. Tenemos nuestra mente cerrada, nuestros ojos velados, nuestro corazón duro. Pensamos sólo en nosotros mismos, dudamos de que Él nos escuche y no buscamos su asistencia y su luz.

Jesús comenzó a decir su Palabra y ellos lo escucharon. Al escucharlo, su corazón se comenzó a encender, el sentido de su experiencia de discípulos de Jesús comenzó a regresar, a pesar de que no lo reconocían. Esto es fundamental: la escucha de la Palabra de Dios y de Jesús, la apertura a lo que nos dice, nos llegue de quien nos llegue. Esto de escuchar la Palabra de Dios nos falta muchísimo en nuestra comunidad. Poco vamos a ver lo que dice la Biblia, poco nos preguntamos qué nos dice Dios, poco aprovechamos los encuentros comunitarios para leer y reflexionar su Palabra.

La compañía, el diálogo y la Palabra de Jesús, provocaron que los de Emaús lo invitaran a quedarse en su casa para pasar la noche, sin saber que se iba a quedar con ellos, en su corazón. Allí, estando a la mesa para cenar, pasó algo que nunca se esperaban, a pesar de que desde la mañana habían escuchado a las mujeres que decían que Jesús estaba vivo. Al ver los movimientos y los gestos de su huésped, al escuchar su oración de acción de gracias a Dios, al recibir el pan partido, descubrieron que su compañero de camino era el mismo del que se habían decepcionado. Esto es algo que también falta a la mayoría de los católicos; o sea, invitar a Jesús a quedarse en casa, en la familia, en las situaciones desesperadas, en el caminar de la vida, en la lucha por el bien común.

Esta experiencia de encuentro con Jesús, transformó a los dos discípulos. De ir derrotados y arrepentidos de haber puesto toda su esperanza en Jesús el nazareno, inmediatamente se convirtieron en misioneros. Se regresaron a Jerusalén para dar la noticia al resto de la comunidad. Contentos, reanimados, fueron a platicar lo que les sucedió con el Resucitado y cómo reconocieron cuando partió el pan. Esto también nos falta a la mayoría de los bautizados, sobre todo después de haber estado con Jesús en la Misa dominical, de haberlo escuchado en la Palabra y recibido en la Comunión: nos falta salir reanimados a la misión, ir a comunicar con alegría nuestra experiencia de encuentro con el Resucitado, anunciar con gusto el Evangelio. Hoy tenemos esta oportunidad.

26 de abril de 2020

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