Homilía para el 2º domingo ordinario 2015

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Presentación de un amigo

Ord2 B 15

Los textos que acabamos de escuchar son vocacionales. En ellos se nos presentan modelos de llamado y respuesta. Samuel, Andrés, Juan, Simón, son llamados, entran en diálogo con quien les habla y responden. Esto nos ayuda a pensar en nuestra vocación, a agradecérsela a Dios, a renovarnos en nuestros compromisos y a prepararnos para recibir sacramentalmente a Jesús. Si nos encontramos con Él en el Evangelio y en la Comunión es para presentárselo a los demás.

Presentación de un amigo

Textos: 1 Sam 3, 3-10. 19; 1 Cor 6, 13-15. 17-20; Jn 1, 35-42.

Ord2 B 15

Los textos que acabamos de escuchar son vocacionales. En ellos se nos presentan modelos de llamado y respuesta. Samuel, Andrés, Juan, Simón, son llamados, entran en diálogo con quien les habla y responden. Esto nos ayuda a pensar en nuestra vocación, a agradecérsela a Dios, a renovarnos en nuestros compromisos y a prepararnos para recibir sacramentalmente a Jesús. Si nos encontramos con Él en el Evangelio y en la Comunión es para presentárselo a los demás.

Es ordinario que cuando alguien está platicando con una persona y llega un conocido suyo, después del saludo le dice, apuntando a la otra persona: “te presento a un amigo”, “te presento a una amiga”. Esto sucede aunque aquella persona realmente no sea amiga sino simplemente conocida. En el texto del Evangelio, Juan Bautista presenta a Jesús a dos de sus discípulos. No se lo presenta como amigo sino como el Cordero de Dios. Eso provoca que ellos sigan a Jesús.

Juan ya les había hablado mucho de Jesús, de aquel más importante que venía detrás de él, de aquel a quien no era digno de agacharse a desatarle las sandalias, de aquel que bautizaría con el Espíritu Santo. Ahora lo que hace es, aunque no lo diga con esas palabras, presentarles a un amigo. Realmente Jesús es un amigo. En un amigo se puede confiar, se le platican los proyectos, los problemas, las crisis, las alegrías, y eso no lo va a andar divulgando.

El servicio del Bautista fue provocar que sus discípulos se interesaran por Jesús, se encontraran con Él, lo conocieran, lo escucharan, vieran su estilo de vida, se convencieran de su proyecto, se hicieran sus amigos y decidieran seguirlo. Esto mismo es lo que los papás tienen que hacer con sus hijos; es cumplir aquello a lo que se comprometieron al llevarlos a bautizar: educarlos en la fe. En ese primer encuentro que nos narra san Juan, los dos se convencieron de Jesús.

Y luego vino algo interesante: Andrés fue a buscar a Simón Pedro, su hermano, para platicarle de Jesús, para interesarlo por Él, para facilitarle que lo conociera. Le dijo que habían encontrado al Mesías. Y lo llevó a donde estaba Jesús. No sólo se había hecho su discípulo sino que ya estaba siendo misionero. Allí sucedió aquello que decimos cuando presentamos a alguien como amigo o amiga. En este caso sí es cierto que en Jesús tenemos un amigo en quien confiar.

Para nosotros han sido nuestros papás, nuestros catequistas, tal vez –porque no siempre sucede– nuestros padrinos, quizá algunos sacerdotes o religiosas, otros vecinos en la comunidad, quienes nos han facilitado el conocimiento de Jesús. Ellos nos lo han presentado y nos han conducido para que nos encontremos con Él. Esto se lo agradecemos a Dios con la Eucaristía dominical. Pero nos tenemos que preguntar si seguimos encontrándonos con Jesús o no.

Ahora nosotros tenemos la responsabilidad de hacer lo mismo con otras personas. Tenemos la oportunidad de encontrarnos con Jesús: en la Misa dominical, en la lectura de los evangelios, en la oración, en la adoración al Santísimo. ¿Qué hacemos con quienes están a nuestro alrededor: hijos, hermanos, compañeros de trabajo o escuela, vecinos, otros familiares? ¿Les damos testimonio de Jesús de tal manera que los estemos interesando por encontrarse con Él… o no?

Hoy vivimos el encuentro dominical con Jesús. Ya lo escuchamos en el Evangelio y lo recibiremos en la Comunión. Lo menos que podemos hacer es hablar de Él a los demás, como hicieron aquellos primeros dos discípulos del Bautista. Pidamos a Dios que nos dediquemos a ser misioneros, que nuestra vida sea un permanente dar a conocer a Jesús, presentarlo como amigo, hacer que otros se encuentren con Él. Esto dará sentido a nuestra vida y a la de los demás.

18 de enero de 2015

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