Homilía para el 2º domingo de Cuaresma 2013

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Escuchar a Jesús

Textos: Gn 15, 5-12. 17-18; Flp 3, 17-4,1; Lc 9, 28-36.

Hoy, segundo domingo de Cuaresma, Dios nos invita escuchar a su Hijo. Jesús estaba en el monte, transfigurado, dialogando con Moisés y Elías sobre la muerte que le esperaba en la ciudad de Jerusalén, acompañado por tres de sus apóstoles adormilados y cubierto por la nube. En ese ambiente, Dios hace escuchar su voz, como la había pronunciado después del Bautismo de Jesús. No habla mucha. Solamente dice: “Este es mi Hijo, mi escogido: escúchenlo” (Lc 9, 36).

Escuchar a Jesús

Textos: Gn 15, 5-12. 17-18; Flp 3, 17-4,1; Lc 9, 28-36.

Hoy, segundo domingo de Cuaresma, Dios nos invita escuchar a su Hijo. Jesús estaba en el monte, transfigurado, dialogando con Moisés y Elías sobre la muerte que le esperaba en la ciudad de Jerusalén, acompañado por tres de sus apóstoles adormilados y cubierto por la nube. En ese ambiente, Dios hace escuchar su voz, como la había pronunciado después del Bautismo de Jesús. No habla mucha. Solamente dice: “Este es mi Hijo, mi escogido: escúchenlo” (Lc 9, 36).

En esta frase está contenida la identidad de Jesús, su misión y lo que tenemos que hacer sus discípulos. Jesús es el Hijo de Dios, su misión consiste en vivir como el elegido de Dios, la tarea de los discípulos es escuchar a Jesús. No podemos ser discípulos de Jesús sin escucharlo y esto equivale a reconocerlo como el Hijo que Dios escogió para realizar su proyecto de salvación y a asumir como nuestra su misma misión. Esto les costó trabajo a Pedro y sus compañeros.

Dios Padre-Madre reafirma lo que ya había pronunciado en el Jordán: que el que está ahí, ahora transfigurado, es su Hijo. No es otro. Todo lo que Él diga y haga lo realiza para vivir como Hijo de Dios. Su predicación, su anuncio del Reino de Dios, sus curaciones y milagros, sus palabras de perdón, son las propias del Hijo de Dios. Nosotros, que por el Bautismo somos hijos de Dios, tenemos que descubrir si lo que decimos y hacemos es propio de los hijos e hijas de Dios.

Pero no solamente lo reconoce como su Hijo sino que dice que es su escogido. Esta palabra sintetiza la misión de Jesús. Él fue escogido y enviado por su Padre para mostrar su misericordia, su perdón, su vida. El punto culminante será la cruz. Por eso Moisés y Elías platicaban con Jesús de la muerte que había de experimentar en Jerusalén. La misión de Jesús no tiene un final agradable. Por eso Pedro quiere seguir allí, contemplando permanentemente la gloria de Jesús.

Al pedir que escuchemos a su Hijo, Dios nos quiere decir que nos identifiquemos totalmente con Él, pues también somos sus hijos e hijas y de la misma manera nos ha elegido para la misión. Compartimos la identidad y la misión de Jesús. Pero para vivir como Él y para realizar la misión, es necesario estar atentos a lo que dice, aprender de lo que hace, correr la misma suerte. Si no hacemos esto, no seremos hijos de Dios ni lograremos vivir como discípulos de Jesús.

A quien tenemos que escuchar es a Jesús, no a Moisés ni Elías, mucho menos a lo que ofrecen la televisión, el mundo del mercado, la sociedad de consumo. Esto implica desinstalarnos de la vida cómoda, encauzada al consumismo, dedicada a vivir con todos los bienes y comodidades posibles y, además, sin compromisos misioneros. Cuando esto sucede y no queremos asumir la misión, aunque la sepamos, actuamos como Pedro. Esto nos aleja de Jesús y su misión.

En las familias, los hijos tienen que escuchar a Jesús a través de sus papás. El papá y la mamá fueron quienes se comprometieron a educar en la fe a cada hijo, a cada hija, en el momento de presentarlos para el Bautismo. Esta tarea está muy olvidada en las familias. Son pocos los padres de familia que les hablan a sus hijos de Jesús, que les ayudan a descubrir su misión, que los integran en la vida de la Iglesia. Más bien, la mayoría los llevan a una vida cómoda.

En este domingo agradezcamos a Dios nuestra condición de hijos e hijas de Él. Asumamos nuestra responsabilidad de seguir a Jesús en su vida, en su anuncio del Reino y en su entrega hasta la muerte. Decidámonos a escuchar al Hijo de Dios para vivir como discípulos suyos. Renunciemos a una vida instalada en las comodidades y sin compromisos, a un cristianismo cómodo. Que la Comunión sacramental nos fortalezca para seguir a Jesús en su camino.

24 de febrero de 2013

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