Homilía para el 27° domingo ordinario 2012

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Igualdad

Textos: Gn 2, 18-24; Hb 2, 8-11; Mc 10, 2-16.

A propósito de una pregunta que le hacen sobre el divorcio y de una situación que vive con sus discípulos, Jesús deja claro que hombres y mujeres, que adultos y niños, que ricos y pobres, gozamos de igualdad. Lo dice Dios, lo proclama el hombre, lo reafirma Jesús. Esto nos ayuda a valorar la vida de nuestras familias y nuestro modo de relacionarnos con los demás; nos sirve, además, para descubrir situaciones y actitudes que hay que cambiar en nuestra vida actual.

Igualdad

Textos: Gn 2, 18-24; Hb 2, 8-11; Mc 10, 2-16.

A propósito de una pregunta que le hacen sobre el divorcio y de una situación que vive con sus discípulos, Jesús deja claro que hombres y mujeres, que adultos y niños, que ricos y pobres, gozamos de igualdad. Lo dice Dios, lo proclama el hombre, lo reafirma Jesús. Esto nos ayuda a valorar la vida de nuestras familias y nuestro modo de relacionarnos con los demás; nos sirve, además, para descubrir situaciones y actitudes que hay que cambiar en nuestra vida actual.

Le preguntan a Jesús sobre el divorcio, algo que cada vez se vive más entre nosotros: si es lícito o no que el hombre se divorcie de la mujer; curioso que no es al revés, si la mujer le puede dar el divorcio al hombre. Lo que hace Jesús es volverlos al comienzo, al proyecto original de Dios, dado que el permiso que dio Moisés fue por lo duro de corazón de los varones, que veían todo desde ellos mismos y para su propio beneficio. De hecho se vivía de una manera machista.

Jesús hace que se tome como referente el momento de la creación del hombre y la mujer, no las prácticas ni las leyes establecidas, que favorecían a los hombres y discriminaban a las mujeres. Les recordó lo que escuchamos en la primera lectura: que Dios los creó hombre y mujer, iguales en dignidad, en condiciones, en derechos. Dios diseñó fue que ambos fueran compañeros, ayudantes uno del otro: “Voy a hacerle alguien como él” (Gn 2, 18). ¡Cómo él!, dijo Dios.

El hombre, al ver a la mujer que Dios hizo de su misma costilla, exclamó gustoso: “Ésta […] es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (v. 23). Con esa alabanza reconoció que la mujer goza de iguales condiciones: la misma carne, los mismos huesos, la misma naturaleza, la misma dignidad, los mismos derechos. De aquí que, desde que el ser humano existe sobre la tierra, hombres y mujeres nos tenemos que valorar, reconocer, tratar y cuidar como iguales.

Eso es precisamente lo que Jesús quiere que reconozcan los que le hicieron la pregunta y es lo que espera que vivamos todos sus discípulos y discípulas. Entonces no tendría que haber dominio, discriminaciones, maltratadas, ofensas, abusos, golpes… de parte del hombre hacia la mujer; pero tampoco de la mujer hacia el hombre. Y esto en las relaciones ordinarias, no se diga en la vida matrimonial, pues ahí existe un compromiso asumido por los dos y por amor.

 La otra situación que presenta el Evangelio es la actitud de los discípulos para con los niños que le llevaron a Jesús. Como los niños no contaban en la vida de la sociedad judía –y los discípulos tenían este modo de pensar–, trataban de impedir que Jesús los tocara. En los niños están representados los pobres. Los pequeños son frágiles, sencillos, transparentes, capaces de perdonar, se admiran ante las novedades, confían totalmente en sus papás, no son dobles.

Jesús, que se enoja por el modo de actuar de sus discípulos, les pide que ellos –adultos– sean como los niños, si es que quieren entrar en el Reino de Dios. Tampoco tiene que haber menosprecios, discriminaciones, abusos, golpes… en contra de los pequeños, sean los niños o sean los pobres. Los pequeños gozan de la misma dignidad y se merecen el mismo respeto que los mayores. Por ser personas poseemos la misma naturaleza, gozamos de igual dignidad.

La Palabra de Dios nos invita hoy a cambiar situaciones de nuestras familias, comunidades y sociedad, que reflejan desigualdades en el trato entre hombres y mujeres, abusos de los adultos para con los niños y de los ricos para con los pobres. Jesús, que se nos ofrece hoy en la Comunión, tiene la misma condición humana que nosotros, como expresa la Carta a los Hebreos. Que el encuentro sacramental con Él nos impulse a tratarnos todos y todas como iguales.

7 de octubre de 2012

1 pensamiento sobre “Homilía para el 27° domingo ordinario 2012

  1. riqueza? austeridad? de quien? felicito a todos por
    sentir y hacer sentir conciencia a muchas personas
    de este gran periodico sureño yo aunque vivo en tula lo leo
    cada semana.pero mi verdadero motivo de escribir es
    felicitar al padre diablo por su cumpleaños este 16 de
    octubre deseo y creo este de manteles largos sinceramente
    recibe un abrazo de tu amigo exseminarista. EL OSO

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