Homilía para el 25° domingo ordinario 2012

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Intereses

Textos: Sb 2, 12. 17-20; St 3, 16-4, 3; Mc 9, 30-37.

En este domingo nos caen muy bien los textos de la Palabra de Dios. A la luz de ellos nos podemos preguntar cuáles son nuestros intereses en la vida, sobre todo teniendo en cuenta que por el Bautismo somos discípulos y discípulas de Jesús. La pregunta es si nuestro proyecto de vida coincide con el de Jesús o no. En el caso de los Doce, al menos por lo que aparece en el texto del Evangelio, Jesús les hablaba de una cosa y ellos buscaban otra totalmente distinta.

Intereses

Textos: Sb 2, 12. 17-20; St 3, 16-4, 3; Mc 9, 30-37.

Escucha la homilía → Ordinario25 B.

En este domingo nos caen muy bien los textos de la Palabra de Dios. A la luz de ellos nos podemos preguntar cuáles son nuestros intereses en la vida, sobre todo teniendo en cuenta que por el Bautismo somos discípulos y discípulas de Jesús. La pregunta es si nuestro proyecto de vida coincide con el de Jesús o no. En el caso de los Doce, al menos por lo que aparece en el texto del Evangelio, Jesús les hablaba de una cosa y ellos buscaban otra totalmente distinta.

Jesús vuelve a comentarles de su pasión. Al igual que el primer anuncio que les hizo y que reflexionamos el domingo pasado, se lo dijo con total claridad. Como Mesías tenía que ser entregado y asesinado, con la promesa de que resucitaría al tercer día. Pero eso no lo querían escuchar sus discípulos, porque eso no coincidía con la idea que tenían de Mesías. Y no les interesaba la vida dedicada al servicio, la entrega diaria; mucho menos terminar en la muerte.

A los discípulos les interesaba el poder, los puestos, los privilegios, las influencias, como a muchos de entre nosotros. Mientras Jesús les hablaba de su entrega definitiva en la cruz, ellos se peleaban por ser el más importante de todos en el grupo. Si andaban con el Mesías, cada uno quería ser el de mayor influencia, el de más poder, el que mandara, el que tuviera a los demás a su servicio. Y no crean que era una discusión sencilla sino un pleito en grande.

Jesús los oyó y los juntó para platicar. Les puso el dedo en la llaga. Si querían ser el de más poder, cada uno tenía que convertirse en el último de todos y hacerse el servidor de todos. Exactamente lo contrario a lo que ellos ambicionaban. Lo que entre nosotros casi nadie quiere: hacerse el último, estar al servicio de todos, y no como imposición sino como opción de vida. Quien quiera ser buen discípulo de Jesús tiene que empequeñecerse, abajarse, humillarse.

Cuando se busca el poder, los puestos, los privilegios, inmediatamente aparecen las rivalidades, como advierte el apóstol Santiago. Si hay luchas por las plazas, por los puestos en el trabajo, por mostrar quién puede más entre esposos, por conseguir más bienes o dinero, por estar por encima de los demás, se crea el desorden, se cae en la injusticia y se ahuyenta la paz. Nuestro ambiente está lleno de todas estas situaciones y quizá nosotros las provocamos.

Si vivimos en este ambiente; es más, si lo provocamos, no estamos actuando como discípulos de Jesús, puesto que nuestros intereses andan por otro lado, no por donde Jesús nos propone. Santiago nos invita a actuar con la sabiduría que viene de Dios. La sabiduría de Dios es Jesús y nos pide que busquemos ser los últimos y los servidores de todos, sobre todo de los pequeños. Nos pide ser como los niños: puros, dóciles, amistosos, sinceros, sencillos, capaces de perdonar.

En la Iglesia y en la sociedad se necesitan bautizados dispuestos a servir y que sirvamos a todos, especialmente a los pobres, representados en el niño que Jesús puso en medio de sus discípulos. En nuestros días se necesitan cristianos que por opción de vida seamos los últimos, y no busquemos grandezas ni puestos ni poder. Hoy nuestro mundo espera que los miembros de la Iglesia demos testimonio de que vale la pena tener los mismos intereses de Jesús.

La Eucaristía es la actualización de la entrega de Jesús. Él sigue ofreciéndose para que nosotros tengamos su vida. Se empequeñece al quedarse en un pedazo de pan y en un trago de vino; con eso nos muestra lo que tiene que ser nuestra vida diaria. Se hace el último y el servidor de todos al dejarse comer y beber por todos. Que la Comunión sacramental nos sirva para renovar nuestro proyecto de vida, de modo que nuestros intereses coincidan con los de Jesús.

 

23 de septiembre de 2012

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