Homilía para el 22º domingo ordinario 2019
Discípulos sencillos y al servicio de los pobres
Nos hemos reunido para celebrar el banquete de la Eucaristía, una comida de iguales, una fiesta de hermanos. Los textos de la Palabra de Dios, que nos ayudan a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión, nos ofrecen el modo de ubicarnos en la vida ordinaria como discípulos y discípulas y nos dicen quiénes deben ser los importantes para nosotros. Jesús no quiere discípulos orgullosos, creídos, soberbios, gandallas, prepotentes, sino sencillos, humildes, servidores, prudentes.
Discípulos sencillos y al servicio de los pobres
Textos: Sir 3, 19-21. 30-31; Hb 12, 18-19. 22-24; Lc 14, 1. 7-14
Nos hemos reunido para celebrar el banquete de la Eucaristía, una comida de iguales, una fiesta de hermanos. Los textos de la Palabra de Dios, que nos ayudan a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión, nos ofrecen el modo de ubicarnos en la vida ordinaria como discípulos y discípulas y nos dicen quiénes deben ser los importantes para nosotros. Jesús no quiere discípulos orgullosos, creídos, soberbios, gandallas, prepotentes, sino sencillos, humildes, servidores, prudentes.
Esto lo aclaró durante la comida a que lo invitó uno de los jefes de los fariseos. Allí captó que los invitados buscaban los primeros puestos, sentarse a la mesa principal, estar en la mesa de honor. Como enseñanza para sus discípulos y para quienes lo estaban escuchando, dijo que no hay que buscar el lugar principal en las fiestas; esto se extiende a todos los espacios de la vida: la familia, la comunidad, el trabajo, las organizaciones, las instituciones. Quien es verdadero discípulo o discípula de Jesús, tiene que evitar los mejores lugares y aprender a buscar el último lugar, el más insignificante; tiene que empequeñecerse, como dice el Sirácide.
A quien se humilla, se abaja, no busca grandezas ni puestos, Dios lo engrandece porque su vida les es agradable. Así lo recomienda el autor del Sirácide: “Hazte más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante Dios”. Así le pasó a la Virgen María, cuando el arcángel Gabriel le anunció que Dios la había escogido para ser la madre del Salvador: “Alégrate, llena de gracia”. Su vida era agradable a Dios y por eso la eligió. Así tiene que ser nuestra ubicación en la vida y tenemos que hacerlo con la conciencia de que este es el modo de ubicarse de los discípulos y discípulas de Jesús y de que Dios, no las demás personas, engrandece a quien se humilla.
La otra parte de la enseñanza de Jesús es sobre las personas importantes para sus discípulos y discípulas. En la vida de la sociedad, los importantes son los grandes, los que tienen dinero, una carrera o un puesto, los que gobiernan. Para Jesús, los importantes son los pequeños, los pobres, los que la sociedad desecha o descarta, los que sufren. Por eso, a quien lo invitó a comer –y esto vale para sus discípulos y discípulas– le dijo que cuando hiciera un banquete no invitara ni a sus amigos, ni a sus familiares, ni a los ricos, sino a los pobres, a los discapacitados, a los enfermos. Ellos son los más importantes en la comunidad y los verdaderos discípulos y discípulas tienen que estar a su servicio, abajarse, humillarse, para atenderlos. Esto les traerá la dicha, la felicidad, porque es seguro que esas personas no devolverán el favor. En cambio, las gentes consideradas grandes por el mundo pueden devolver el favor y con eso ya se recibiría la recompensa.
¿Cómo nos ubicamos en la vida? ¿Con orgullo, prepotencia, soberbia, por encima de los demás o, por el contrario, con sencillez, humildad, al servicio de los demás? ¿A quiénes consideramos importantes en nuestra vida? ¿Qué lugar ocupan los pobres en nuestro corazón y en la vida de la comunidad? Esto nos puede ayudar a revisar nuestra ubicación en la vida y el lugar que les damos a los pobres, para disponernos a recibir la Comunión sacramental, puesto que la Eucaristía es un banquete de iguales, de hermanos, de pobres, y fortalece para vivir como discípulos de Jesús.
Pidamos al Señor la sencillez y la humildad necesarias para vivir como a Él le agrada. Pidámosle que quitemos las actitudes soberbias, prepotentes, de superioridad, y los proyectos de estar por encima de los demás. Que metamos en nuestro corazón a los pobres y nos pongamos a su servicio, que como comunidad los atendamos y cuidemos para parecernos a Jesús.
1 de septiembre de 2019