Homilía para el 18º domingo ordinario 2015
Comer el Pan de la Vida
Lo que acabamos de escuchar en el Evangelio sucedió después de la multiplicación de los panes. Jesús y sus discípulos se habían ido durante la noche al otro lado del lago y al siguiente día la gente lo buscaba. Como no lo encontraron, fueron a buscarlo a la otra orilla y allá lo encontraron. Querían que les diera otra vez de comer. Ese era su interés y Jesús se lo echó en cara. Esto nos puede ayudar a valorar si buscamos a Jesús para comérnoslo como Pan de la Vida.
Comer el Pan de la Vida
Textos: Ex 16, 2-4. 12-15; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35.
Lo que acabamos de escuchar en el Evangelio sucedió después de la multiplicación de los panes. Jesús y sus discípulos se habían ido durante la noche al otro lado del lago y al siguiente día la gente lo buscaba. Como no lo encontraron, fueron a buscarlo a la otra orilla y allá lo encontraron. Querían que les diera otra vez de comer. Ese era su interés y Jesús se lo echó en cara. Esto nos puede ayudar a valorar si buscamos a Jesús para comérnoslo como Pan de la Vida.
La gente estaba empobrecida y tenía hambre; esto era consecuencia de la estructuración de la sociedad en tiempos de Jesús. Tenían necesidad pero no con qué comprar, por eso iban a donde había gratis. Esta es una reacción ordinaria dondequiera, en cualquier tiempo y lugar. Así sucede en nuestros días. La mayoría de las familias pasan necesidad y si saben dónde dan despensas, comida, ropa… gratis, allí están presentes. Vemos la situación pero poco las causas.
Si hay pobres es porque hay quienes acaparan los bienes indispensables que Dios dio para todos. Desde hace décadas está imperando el sistema socioeconómico que privilegia el mercado, el dinero, el acaparamiento, el consumismo. Esto ha propiciado que los bienes se acumulen en pocas manos, a costa del empobrecimiento de la mayoría y de la destrucción del medio ambiente. Y los pobres buscan el modo de conseguir qué comer, como sucedía en tiempo de Jesús.
Y hay quiénes se aprovechan de esa situación para su beneficio personal, de su grupo, organización o partido político. Como se dice: “primero se crean los pobres para después ayudarlos”. Jesús no utilizó el hambre de la gente para conseguir bienes, fama, puestos. Al contrario, huyó cuando supo que lo querían proclamar rey por lo de la multiplicación de los panes. Más bien aprovechó la situación para invitarlos a ver, pedir y comer lo importante: el Pan de la Vida.
Ya les había enseñado que para responder al hambre sólo basta con compartir entre pobres los cinco panes y dos pescados que se tienen. Ahora les pedía que trabajaran por el alimento que dura para la vida eterna y que Él mismo ofrece. Esto despertó la curiosidad en las personas que lo buscaban. Le preguntaron sobre lo que debían hacer; incluso le pidieron un signo para creerle, un signo como aquel que sus antepasados recibieron de Dios en el desierto: el maná.
Lo que tenían que hacer era creerle a Él, que era el enviado de Dios, y recibir y comer el Pan de Dios bajado del cielo que da la Vida al mundo. Es lo mismo que debemos hacer nosotros hoy: creer en las enseñanzas de Jesús y comérnoslo como Pan que da la Vida. Por encima de las palabras del mercado que invita a consumir sin control, por encima de las modas, por encima de las ofertas de quienes quieren sacar provecho de los pobres, está la palabra de Jesús.
Jesús mismo se ofrece como Pan para ser comido. Nos dice que Él es el Pan de la Vida. En la práctica este proyecto no aparece claro en la mayoría de los bautizados. Una buena parte hace su Primera Comunión siendo niño; algunos pocos la hacen ya para casarse, pero como requisito; otros pocos, después del Bautismo ya no recibieron otros sacramentos. Pero, ¿qué tanta conciencia hay de que en la Comunión, sea la primera o la milésima, nos comemos a Jesús?
Además es lo ordinario que la gran mayoría de los que hicieron la Primera Comunión, después poco o nada escuchan la Palabra y comulgan. ¡Y Jesús es el Pan de la vida! Con la fuerza que este alimento da, se puede poner en común lo que se tiene, se puede hacer vida el proyecto de Jesús de que nadie pase hambre. Pidamos al Señor ese alimento, confesemos nuestra fe en Él, dispongámonos a recibirlo en la Comunión convertido en el Pan de la Vida.
2 de agosto de 2015