Homilía para el 17º domingo ordinario 2021

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Jesús nos deja claro que el camino a seguir para responder a las necesidades es poner en común lo que se tiene.

Ante la necesidad, poner en común

Textos: 2Re 4,42-44; Ef 4,1-6; Jn 6,1-15

Jesús nos deja claro que el camino a seguir para responder a las necesidades es poner en común lo que se tiene. Aparece bien claro en este pasaje que san Juan nos ofrece del signo de la multiplicación de los panes y los pescados. Esto nos ayuda a prepararnos para recibir sacramentalmente a Jesús este domingo en la Comunión y nos ilumina en relación a lo que tiene que ser nuestra vida ordinaria y las celebraciones de la Eucaristía.

A Jesús lo seguía mucha gente porque veían lo que realizaba con los enfermos: les devolvía la salud y la dignidad de hijos de Dios, y los reintegraba a su vida ordinaria. Esta vez al menos eran unas cinco mil personas. Jesús captó que la gente tenía hambre y devolvió a sus discípulos el asunto, para que asumieran como responsabilidad dar respuesta a la necesidad. La primera opción fue comprar pan y repartirlo, algo semejante a lo que sucede cuando hay alguna situación entre nosotros: inmediatamente pensamos en dar despensas.

Para Jesús —que sabía lo que iba a hacer, como dice el evangelista—, el camino era poner en común lo que la gente traía. Andrés, uno de los Doce, descubrió que un joven tenía cinco panes y dos pescados y que los había puesto a la disposición de los demás, aunque fueran poquitos, y se lo comentó a Jesús. Él siguió este camino: el pan compartido, ajusta para que se resuelva el problema, para que toda la gente coma y regrese a su casa sin hambre. Esta es la enseñanza de Jesús y la base para celebrar la Eucaristía.

No hubiera podido hacer el gesto eucarístico sin aquellos panes y pescados compartidos. Una vez que el muchacho los puso en común, Jesús los tomó, dio gracias a Dios y los repartió. Este es el rito de la Eucaristía. La Eucaristía se hace con los panes compartidos. Así tendrían que ser nuestras celebraciones Eucarísticas, especialmente las dominicales; deberíamos traer la experiencia de haber compartido nuestros panes durante la semana.

Antier viernes tuvimos la oportunidad de poner en común nuestros panes, después de la lluvia que Dios nos dio y que, por los descuidos humanos en el cuidado de la Casa común —muchos de ellos por la ambición del dinero—, bajó en las crecientes llena de lodo, ramas, frutos, se metió a muchas casas, provocó la angustia y echó a perder cosas. Ante este hecho, brotó inmediatamente la solidaridad para ayudar a sacar las personas, el agua y el lodo; se puso en común lo que se tenía a la mano: tiempo, palas, escobas, cubetas, extensiones, agua, refrescos, vasos, playeras, pantalones, zapatos, vehículos… estos fueron los cinco panes y los dos pescados, aparentemente pocos que cada quien tenía, pero que se compartieron con las familias cuyas casas se inundaron y a quienes ayudaron a limpiarlas.

Hoy podemos celebrar la Eucaristía dando gracias a Dios por este don del compartir, por la ayuda mutua y la amistad cultivada, por la esperanza expresada en el desastre. Le pedimos al Señor que esta experiencia no quede allí, en lo vivido esa tarde-noche, sino que se prolongue en la vida de cada barrio, para que la solidaridad sea algo ordinario en nuestra vida y crezcamos como Iglesia, comunidad de discípulos y discípulas de Jesús, que pone en común lo que tiene para salir adelante en las necesidades.

25 de julio de 2021

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