Homilía para el 15º domingo ordinario 2019
Hacernos prójimos
San Pablo dice que Cristo es la imagen de Dios invisible. Y Jesús había dicho que Él está en los pobres: el hambriento, el sediento, el enfermo, el desnudo, el migrante, el preso… lo que significa que en los pobres podemos y debemos ver y atender a Dios. Hoy que nos reunimos para la celebración dominical de la Eucaristía, para prepararnos a recibir a Jesús en la Comunión sacramental, revisemos nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios y renovemos el compromiso de hacernos prójimos de las imágenes visibles de Dios que tenemos en nuestra comunidad parroquial.
Hacernos prójimos
Textos: Dt 30, 10-14; Col 1, 15-20; Lc 10, 25-37
San Pablo dice que Cristo es la imagen de Dios invisible. Y Jesús había dicho que Él está en los pobres: el hambriento, el sediento, el enfermo, el desnudo, el migrante, el preso… lo que significa que en los pobres podemos y debemos ver y atender a Dios. Hoy que nos reunimos para la celebración dominical de la Eucaristía, para prepararnos a recibir a Jesús en la Comunión sacramental, revisemos nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios y renovemos el compromiso de hacernos prójimos de las imágenes visibles de Dios que tenemos en nuestra comunidad parroquial.
Dios pide a su pueblo escucharlo y guardar sus mandamientos, convertirse a Él con todo el corazón y toda el alma. Los mandamientos de Dios no son para saberlos y repetirlos de memoria, sino para cumplirlos. Jesús pidió esto y algo más al doctor de la ley que quiso ponerlo a prueba.
El especialista en la ley sabía muy bien los mandamientos. La prueba está en que los repitió de memoria cuando Jesús le devolvió la pregunta sobre lo que había que hacer para alcanzar la vida eterna. No era ni es cuestión de saberlos, sino de ponerlos en práctica. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con todo el ser, y al prójimo como a uno mismo, lleva a la vida. Quien ama a Dios y a los hermanos y hermanas está en el camino de la salvación. ¿Qué más le quedaba a aquel especialista en la ley sino vivirlos, como le dijo Jesús? Esto nos ayuda a caer en la cuenta de que no basta con saber los “rezos” para recibir los sacramentos o para considerarse buen cristiano, sino que es necesario estar viviendo el amor a Dios y a los hermanos.
El doctor de la ley le hizo otra pregunta a Jesús para el despiste, pues había quedado en evidencia ante la gente que lo estaba escuchando. Le preguntó quién era su prójimo, así como para saber a quién sí debía amar y a quién no. Nuevamente Jesús le volteó la tortilla, porque le ayudó a aclarar que lo importante no es saber quién es el prójimo, sino con quién hay que hacerse prójimo. Esto es esencial a la vida de la Iglesia y, por tanto, central en nuestra vida como bautizados.
Prójimo no es el pobre, el que está tirado y medio muerto en el camino, no es el que no tiene para comer, ni el anciano abandonado, ni el enfermo, ni el interno de la penal, ni el migrante, ni el borrachito, ni la mamá soltera, ni el indígena… Ellos no son prójimos. Ellos y ellas están allí en nuestro camino diario al trabajo o al mandado, están en nuestra población, en las calles, en los caminos, en las vías del tren, en los camiones rumbo a su trabajo, en la plaza pública. Y la mayoría de nosotros bautizados, al igual que el sacerdote y el levita, los vemos y pasamos de largo; indiferentes seguimos en lo nuestro. No nos dicen nada, no se nos remueven las entrañas al verlos, no nos merecen la atención, no forman parte de nuestra vida; todavía peor, los despreciamos, nos burlamos de ellos, les echamos la culpa de su situación, los tratamos de manera despectiva.
De acuerdo a la respuesta del doctor de la ley a la última pregunta de Jesús, prójimo es el que tiene compasión del tirado en el camino. Prójimo es entonces quien actúa como el samaritano, quien ve a los que sufren y sufre con ellos por su situación, se les acerca –es decir, se hace prójimo de ellos–, les dedica su tiempo y sus recursos, los escucha, los atiende, los cura, los carga, los cuida, vuelve a ver cómo siguen. Esto es lo que nos falta vivir, personalmente y como comunidad; esto es algo que muy poco se cultiva en la vida de las familias. Tenemos que aprender a ser prójimos de las imágenes visibles de Dios. Lo que dijo Jesús a aquel letrado es para nosotros. Nos pide que vayamos y hagamos lo mismo. Es el compromiso que nos llevamos de esta Eucaristía dominical.
14 de julio de 2019