Homilía para el 13er domingo ordinario 2016
Asumir las exigencias de Jesús
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar es central en el camino de Jesús y de sus discípulos. Él iniciaba con una decisión irrevocable su camino hacia Jerusalén, donde se encontraría con el rechazo, el sufrimiento, la muerte en cruz y la resurrección. Aquello que les anunció después que lo reconocieron como el Mesías de Dios, como escuchamos el domingo pasado. Quienes quisieran ser sus discípulos recibieron la invitación a seguirlo por ese mismo camino.
Asumir las exigencias de Jesús
Textos: 1 Re 19, 16. 19-21; Gál 5, 1. 13-18; Lc 9, 51-62.
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar es central en el camino de Jesús y de sus discípulos. Él iniciaba con una decisión irrevocable su camino hacia Jerusalén, donde se encontraría con el rechazo, el sufrimiento, la muerte en cruz y la resurrección. Aquello que les anunció después que lo reconocieron como el Mesías de Dios, como escuchamos el domingo pasado. Quienes quisieran ser sus discípulos recibieron la invitación a seguirlo por ese mismo camino.
En el pasaje evangélico encontramos dos momentos: uno, la experiencia de ser rechazados por los samaritanos; otro, el de tres personas que tienen la oportunidad de seguir a Jesús. Reflexionar en esto nos ayudará a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión y para salir, como Él, decididos a vivir nuestra experiencia de seguimiento. Nosotros recibimos esta invitación y la aceptamos, en voz de nuestros papás y padrinos, el día de nuestro Bautismo.
Cuando los habitantes de una aldea de Samaria se negaron a recibir a Jesús, dos de sus discípulos, Santiago y Juan, reaccionaron de manera violenta queriendo hacer que bajara fuego del cielo para que acabara con ellos. Ellos se sentían grandes y poderosos por andar con Jesús, con derecho a hacer y deshacer. Y Jesús los regañó porque esto no va con la misión. La tarea de los discípulos es seguirlo exactamente por donde Él camina. Esto es también para nosotros hoy.
En el inicio del camino hacia Jerusalén, tres personas tuvieron la oportunidad de unírsele en su caminar. Lo que hizo Jesús con ellos fue aclararles las condiciones para irse con Él. Estas condiciones son también para todos los cristianos, independientemente de la vocación específica a que hayamos sido llamados. Las exigencias de Jesús son parejas para solteros, casados, ministros ordenados, consagrados y consagradas. Todos debemos asumirlas por ser bautizados.
La primera persona se ofreció para seguir a Jesús por dondequiera. Jesús le aclaró que con Él no había seguridades de nada. Las zorras y los pájaros por lo menos tenían cuevas o nidos para pasar la noche y Él ni siquiera un lugar dónde reclinar la cabeza. Así era la vida de Jesús y eso que le ofreció a aquella persona, se lo ofrece a todos los bautizados. Nosotros buscamos que nada nos falte y tener todas las comodidades o sentimos que la vida cristiana es muy exigente.
Los otros dos fueron invitados por Jesús a seguirlo, pero ellos pusieron “pretextos” para irse con Él. Eran razones suficientes para no iniciar una vida nueva: enterrar a los papás era una de las acciones más sagradas entre los judíos y la familia es fundamental en la vida de cualquiera. Además no se trataba más que despedirse de ella, como hizo Eliseo cuando fue invitado por Elías a irse con él; pero en esa ida se desprendió de todo: familia, trabajo, bueyes, arado.
Lo que quiere decir Jesús es que Él y el proyecto del Reino de Dios están por encima de la familia y son más importantes que dar sepultura al padre. Por eso, al responder a esas dos personas les puso como referente el Reino. A uno le pidió dejar que los muertos enterraran a sus muertos y que él fuera a anunciar el Reino de Dios; a otro le dijo que quien voltea al pasado para volver a él no sirve para el Reino. Esto implica actuar con la libertad de que habla Pablo.
Como bautizados revisemos nuestra vida y nuestra experiencia de seguimiento a Jesús. A qué le estamos dando importancia, si no estamos buscando una vida con todas las comodidades y le estamos huyendo a los compromisos que trae el anuncio del Evangelio, si tenemos nuestros pretextos para no trabajar por el Reino de Dios. Jesús nos sigue invitando a seguirlo, pero asumiendo las exigencias planteadas por Él. Para seguirlo con fuerzas, nos da su Cuerpo y Sangre.
26 de junio de 2016