Homilía para el 12º domingo ordinario 2016
Seguir al Mesías crucificado
En este domingo, día dedicado a los papás, nos reunimos para celebrar la Eucaristía y dar gracias a Dios por la Resurrección de Jesús. Él nos orienta con su palabra, nos alimenta con su Cuerpo y Sangre y nos envía a la misión. La pregunta que hizo a sus discípulos es para nosotros hoy: ¿Quién dicen que soy yo? La respuesta que demos lleva detrás toda la vida cristiana, porque hay que responderla no de memoria sino con nuestra experiencia de seguimiento a Jesús.
Seguir al Mesías crucificado
Textos: Zac 12, 10-11, 13, 1; Gál 3, 26-29; Lc 9, 18-24.
En este domingo, día dedicado a los papás, nos reunimos para celebrar la Eucaristía y dar gracias a Dios por la Resurrección de Jesús. Él nos orienta con su palabra, nos alimenta con su Cuerpo y Sangre y nos envía a la misión. La pregunta que hizo a sus discípulos es para nosotros hoy: ¿Quién dicen que soy yo? La respuesta que demos lleva detrás toda la vida cristiana, porque hay que responderla no de memoria sino con nuestra experiencia de seguimiento a Jesús.
Primeramente preguntó a sus discípulos sobre lo que la gente decía de Él. Lo hizo en un momento fuerte de su misión, en un ambiente de retiro, en una experiencia de amigos. Estaban en un lugar solitario a donde se fueron para orar. Ellos le comentaron que todo mundo lo identificaba con un profeta: con Elías que iba a regresar algún día, con Juan el Bautista a quien el tirano Herodes había mandado matar, con algún otro de los profetas que habría resucitado.
Esto indica el modo de vivir de Jesús: en la austeridad, en el desierto o por los caminos, anunciando la Palabra de Dios, invitando a la conversión, denunciando injusticias, siendo amenazado de muerte. Así era la vida de los profetas. Por eso la gente lo identificaba con alguno de ellos. Ciertamente era profeta, como aparece a lo largo de todo el Evangelio de san Lucas, pero era algo más que profeta. La gente que se encontraba de vez en cuando con Él así lo reconocía.
Los discípulos lo veían y escuchaban día a día. Conocían más de Jesús y podían decir más cosas sobre su identidad, su persona y su vida. Esto nos puede ayudar en la valoración de nuestra experiencia de seguimiento a Jesús, puesto que nos reconocemos sus discípulos y continuamente nos encontramos con Él. La pregunta se la dirigió enseguida a ellos. También les preguntó qué decían de Él, qué iban descubriendo de su persona por lo que escuchaban y veían de Él.
La respuesta de Pedro, dada a nombre de los Doce, expresa lo que iban descubriendo de Jesús. Captaban que no era sólo un profeta sino el mismo Mesías. Aquel que el pueblo judío estaba esperando porque estaba anunciado que vendría un día para salvar a su pueblo. Solamente que ellos, como todos los judíos, esperaban a un Mesías poderoso, dominante, que expulsaría de Israel a los Romanos para que no siguieran oprimiendo y exprimiendo a su pueblo.
Conociéndolos y sabiendo el tipo de Mesías que esperaban sus paisanos, Jesús reaccionó inmediatamente ante la respuesta de Pedro. Les prohibió que dijeran que era el Mesías. No le interesaba ni la fama ni el poder ni lo grandioso, porque su misión era anunciar y hacer presente el Reino de Dios en el mundo. Un Reino de amor, misericordia, perdón, justicia, paz. Este Reino contrasta con el modo de entender al Mesías de parte de los judíos y, por tanto, de ellos.
Jesús les presentó con claridad su concepción de Mesías, para que fueran echando tanteadas de lo que significaba andar con Él y seguirlo hasta el final. Les anunció que iba a sufrir, ser rechazado por las autoridades religiosas, ser entregado a la muerte y resucitar. Entonces era un Mesías sin éxito, sin poder, sin grandezas; más bien sería “derrotado”, aniquilado, asesinado. A este y no al que ellos se imaginaban era al que debían seguir día a día. Y nosotros también.
Hoy la pregunta es para nosotros. ¿Quién decimos que es Jesús? ¿Qué hemos ido descubriendo de Él a lo largo de nuestra vida cristiana? No hay que olvidar que es el Mesías rechazado, sufriente y condenado a muerte por causa del Reino. A Él es a quien tenemos que seguir. Por eso nos invita a no buscarnos a nosotros mismos, a tomar nuestra cruz de cada día y seguirlo. Con la Comunión sacramental renovemos nuestro compromiso de ir con Él hasta la cruz.
19 de junio de 2016